Tomás Segovia. Correspondencia

tomas-segoviaPublicamos una carta, facilitada por José María Espinasa, editor y estudioso de la obra de Tomás Segovia. A diez años de la muerte del poeta, autor de Cuadernos del nómada, esta carta, dirigida a Luis Fernando Lara, es ejemplo de la manera cómo Segovia pensaba y del importante diálogo del poeta con sus amigos y colegas.

 

 

 

Tiempo, lengua e ideología

(Una carta de Tomás Segovia a Luis Fernando Lara)

 

Tomás Segovia desarrolló una importante labor como profesor, traductor y ensayista en el marco de su trabajo en El Colegio de México, institución a la que estuvo ligado en varios momentos de su vida, como alumno y becario, como fundador del programa de formación de traductores y como profesor e investigador. Su libro Poética y profética es uno de los hitos sobresalientes de la reflexión sobre el lenguaje y el pensamiento del siglo XX en nuestro país. Uno de sus discípulos y amigo cercano es Luis Fernando Lara, lingüista de altos vuelos, director del Proyecto del Español  de México, profesor emérito de El Colegio de México, miembro de El Colegio Nacional y autor de una fundamental Historia mínima de la lengua española.  Por su parte Segovia, estudioso de las corrientes de pensamiento del lenguaje en el siglo XX, fue a la vez un agudo crítico de ellas, lo que le acarreó no pocas polémicas. En esta carta, que se pública para conmemorar los 10 años de la muerte del poeta, autor de Cuadernos del nómada es ejemplo del ambiente intelectual de esa reflexión, de la manera en que Segovia pensaba y del importante diálogo del poeta con sus amigos y colegas (nota y transcripción de José María Espinasa)

 

 

Madrid, 2 de enero de 1980

Querido L.F.:

        Es la primera vez que escribo la fecha de 1980. Me parece tan increíble que casi ni me impresiona. Hay una clase de adhesión al tiempo, una convicción en última instancia de que "hay que vivir" que me parece que he perdido, y a veces pienso que para siempre –y naturalmente, sólo porque la he perdido me doy cuenta de que hasta ahora la tuve siempre. Tal vez porque la he perdido pienso constantemente en el tiempo, y tal vez porque no pongo en él ilusiones empiezo a entenderlo un poco – cuando entenderlo no me sirve. Como los clásicos siempre lo han dicho ya todo, Quevedo se lo había dicho ya a una mujer "y tarde y con dolor, serás  discreta". Pero mi incapacidad de desearme a mí mismo un feliz año no me impide deseártelo a ti con entusiasmo.

        Y para seguir aludiendo al tiempo, no sé porque me sentía culpable por no haberte escrito desde hace "algún tiempo", puesto que hace todavía más que tú no me escribes a mí, tu artículo lo leí en seguida, como creo que ya te dije. Me gusto, me gusto la —- agresividad y tu progresiva conquista de eso que los franceses llaman un "estilo nervioso". Lo  único que me inquieta un poco es algo que no tiene que ver contigo, sino con los lectores.

        Conociendo a los intelectuales de esta época nuestra, es fácil adivinar como leerán tus ataques a la práctica formalista de los lingüistas: haciendo de los argumentos antireduccionistas un reduccionismo peor que el otro. Esa inevitable y desalentadora incomprensión tiene que ver con el tema mismo de tu artículo: una de las manera de formular lo que captan los formalistas y lo que se le escapa podría ser diciendo que el código es (quizá) una estructura, pero su uso es una estrategia. Toda la comunicación es estrategia y puesto que no hay significación real (en cuanto opuesta a "virtual") más que en la comunicación, toda significación consiste en el uso estratégico de un código y no en ese código mismo, y por eso no es de extrañar que, apenas un formalista rebasa la frontera de la lingüística  especializada (donde de antemano se define que no hay más cosas que los signos lingüísticos), empieza a confundir los códigos con las cosas en general, y le llaman código, muy literalmente, a "cualquier cosa". Porque en efecto una estrategia es un uso ordenado de cosas encaminado a un fin práctico – o sea a producir algo en el tiempo. Cuando  lo que una estrategia produce es significación (producción que es tan real como la de bienes económicos), si de antemano se está convencido de que código es aquello que produce significación, todas las cosas puestas en juego por la estrategia significativa tendrá que afirmarse necesariamente que son códigos (o pertenecen a códigos) y así vemos a los críticos formalistas hablarnos de tantos códigos como existan cosas imaginables, aunque su naturaleza de código sea eternamente indemostrable y puro artículo de fe. —-Sólo que las relaciones de la estrategia con la verdad y la mentira se parecen particularmente  conservadas. Tal vez podría uno decir un poco ingenuamente que lo que sucede es que el lenguaje no "está hecho" para solo la verdad y la mentira. Es ante todo una estrategia expresiva donde el criterio valorativo consiste tan sólo en la comunicación misma, se propone comunicar algo y su razón primera y última es lograr o no lograr la comunicación verdadera o falsa. Eso lo saben todos los lingüistas, puesto que empiezan por afirmar que la organización de la lengua no tiene nada que ver con su contenido lógico. Pero las comunicaciones realmente conseguidas dejan como un limo fecundo de "información" (en el sentido estrecho del término). Esas informaciones van sedimentando un contenido útil que a su vez va sedimentando un fondo verdadero y a partir de ese sedimento pueden ——- las comunicaciones dividiéndolas ahora en verdaderas o falsas (o más elementalmente en útiles o inútiles) y olvidando a la vez el primitivo criterio de pura eficacia comunicativa. Ahí vemos a lo lógico establecer unas tablas de verdad sin tener en cuenta para nada si eran predicaciones se comunican efectivamente entre hablante y oyente. Las comunicaciones son verdaderas o falsas incluso antes de ser o no ser comunicaciones. Punto de vista sin duda legítimo, a condición de que se confiera (algunos lógicos lo confieren) que con eso ya no se está diciendo nada del lenguaje, ni siquiera de unos "lenguajes artificiales". La lógica no es una lingüística de los lenguajes (esa lingüística y también posible, y por las pequeñas briznas de ella que aparecen en los estudios modernos, sabemos que no se identifica en absoluto con la lógica). La lógica no se ocupa del lenguaje sino de la verdad y aunque la verdad se relaciona con el lenguaje porque lo profiere y deriva de él, aunque también la verdad es uno de los posibles contenidos (pero siempre de 2° grado) del lenguaje, de todos modos la verdad no se confunde con el lenguaje. Al mismo tiempo, una vez que ha quedado fundada gracias al movimiento del lenguaje, una verdad, la estrategia del lenguaje puede  perfectamente ponerse "al servicio" de la verdad. Ser una estrategia de la verdad (de hecho, ningún hombre "normal" deja de unas el lenguaje, por lo menos parcialmente para esa estrategia).

        La ventaja de esta descripción es que lo mismo puede aplicarme diacrónicamente que sincrónicamente: la originariedad de la estrategia  comunicativa y el carácter derivado de la verdad y la falsedad se observa claramente en la historia de las sociedades y en la de los individuos (en el desarrollo lingüístico del niño) pero no se también, en la organización sincrónica de las lenguas, en el carácter eternamente primero del principio de estrategia comunicativa y en el carácter secundario del principio informativo- verificable. Desde el punto de vista de los lenguajes, la verdad no es lo decible, sino lo verificable. El carácter originario del lenguaje y derivado de la lógica no se ve en el hecho de que el campo del lenguaje es el de lo decible sin determinaciones, mientras que la lógica tiene que establecer explícitamente en qué condiciones debe entenderme que lo ilógico es "indecible" (y peor aún ni se dice que lo ilógico es lo "impensable"). Que todo lo que se puede decir se puede decir es obvio, que todo lo que se puede pensar se pueda decir no es obvio pero no se puede demostrar su contrario (no se puede "falsificar" esa aseveración).

        Que todo lo que se puede decir se puede pensar es igualmente infalsificable. Pero que todo lo que se puede decir, o pensar, es verificable, e inversamente, que todo lo que no es verificable no se puede decir y /o pensar en algo que solo se puede tomar sentido a condición de que se estipule claramente en qué sentido no se toma lo de "pensar" y lo de "decir".

        Como vez, incluso en sus relaciones con una verdad que, aunque haya nacido de él, ha roto el cordón umbilical, el lenguaje sigue siendo una estrategia y no un código (un código para "traducir" la verdad en palabras). Y por eso la verdad dicha (o la verdad del decir) no coincide necesariamente con la verdad "en ti". Hasta el punto d que una verdad que era indudablemente verdad antes de ser dicha, puede perfectamente ser mentira una vez dicha (y no en el sentido de que era "traducción", mal entendida, parezca una mentira, pero bien entendida "traduzca" una verdad, sino en el sentido de que de veras la traiciona: lo de Traduttore-traditore en una de esas pendejadas que inventamos para despachar sin pensar de veras un problema que sí es grave). Eso lo sabemos todos por experiencia. Piensa por ejemplo en esas desesperantes discusiones entre parejas envenenadas, en que todo lo que era verdad se va convirtiendo en horrenda falsedad destructiva a medida que se lo va nombrando, y en que cada uno empieza a tropezar más y más seguido con enormes icebergs de sólidas evidencias que no pueden decirse, porque toda su solidez está sumergida en lo no-dicho y sería puro derrumbe y catástrofe sacada a lo dicho. A donde también sin duda aquella espléndida "broma" de Machado: "la verdad es la verdad", dígala Agamenón o su porquero. –Agamenón: Conforme.- El porquero. No me convence "Por todo eso me preocupa en que se va a convertir, una vez dicha, la verdad que "encierra" (ojalá pero no la "encierra", sino que le ha abierto la jaula) tu artículo. Ese tipo de problemas son los que ahonda pero sin verlos, la teoría de las ideologías. La cuestión de si la ideología es o no es, falsa conciencia es absolutamente segunda con respecto a la cuestión primera de si es o no es lenguaje. Lo que Lacan dijo de la materia que estudia de psicoanalista, Althusser no lo dijo nunca de la que estudia el marxista: que es un lenguaje. Es evidente que la ideología solo podemos conocerla por lo que dice: sólo existe en un lenguaje, y por poco que se acepte esa existencia hay que concluir en seguida que tampoco los lenguajes existen más que la ideología –incluyendo al lenguaje que dice eso. Ese círculo vicioso no reside en la manera de plantear la cuestión, reside en la cuestión misma. Es consecuencia de la indeterminación del decir que mencioné antes. Es problema de la falsa conciencia y la verdadera  (como también el de la "verdad" reprimida del deseo) es paralelo (aunque no igual) al de la verdad y la falsedad en lógica. Así como Wittgenstein nos enseñó que a la lógica no lo puede sostener su propia autonomía a condición de no mirar el "lenguaje ordinario" que no sólo es su origen sino también su fundamento (dicho de otra manera, que la cuestión del sentido en general rebasa a la del sentido verdadero), también a Althusser hay que ponerle la dialogística sobre sus pies –y llegado el caso al mismísimo Freud. Si la ideología (o la represión freudiana) en un lenguaje que deforma y oculta, primero tiene que ser un lenguaje.

        No se puede entender en qué condiciones deforma y en cuáles no si antes no se entiende en qué condiciones es un lenguaje. El mentir es una forma del decir pero el decir no es una forma de mentir. Si se abordaran las cosas así, se veía que (como en la lógica) el campo donde se constituye la oposición entre conciencia falsa y verdadera (ideología y análisis marxista, o conciencia represora e inconsciente reprimido), lejos de ser el fundamento y el motor del lenguaje de la "sociedad" o del lenguaje de la "conducta", es un campo derivado y dependiente, donde las opiniones "falso"/"objetivo" o "reprimido"/"represor", sólo tienen sentido gracias a una definición restrictiva, artificial y preferiblemente cautelosa del sentido en que se toma "historia" (social o biográfica) y que no puede impedir por supuesto, que era historia siga tomando todos los sentidos que le dé la gana fuera de la definición— como "decir" y "pensar" siguen significando más que lo que significan en la lógica.—pero de estas cuestiones he estado escribiendo últimamente desde un punto de vista un poco diferente: me he entretenido en un jueguito al que llamo "teoría ondulatoria de la significación". Tengo una cuantas páginas que forman un artículo intitulado "Saludos a Einstein". Cuando lo pare a máquina sacaré una copia para ti (que tal vez te mandaré sin explicación ni recados para no retrasar el envío).-

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