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El Hadji Amadou Ndoye. En torno a la narrativa canaria

amadou-ndoyeEl Hadji [1947-2013], nos dice: "Lo que sí se puede comprobar es que a partir de 1970 se nota como una aceleración de la historia de la literatura insular, marcada hasta la fecha por la firma de poetas sobre todo." Y nos convoca a entrar en su campo de conocimiento insular.

 

 

 

El Hadji Amadou Ndoye [1947-2013] nació en Senegal. Profesor Catedrático de Español en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar desde el año 1975, daba clases de traducción, literatura española y latinoamericana. Como estudioso de la literatura canaria, en 1998 presenta una tesis en Toulouse (Francia) sobre el tema La narrativa canaria del 70. Publicó artículos en Gabón, Suiza, Francia, Brasil y España y participó en congresos y festivales en Canarias, Francia, Brasil, Italia, Puerto Rico, Santo Domingo y Venezuela. Entre su bibliografía se encuentran los libros: Estudios sobre la narrativa canaria del 70 (Baile del Sol, Tenerife, 1998 y 2006), A un tiro de piedra (Baile del Sol, 2006,) y En torno a la literatura hispanoamericana, Universidad Autónoma de Bogotá, 2008. En Canarias recibió el Premio MUMES 2011 y homenajes en instituciones como Casa África o la Universidad de La Laguna en Tenerife, cuyo Premio anual de Relato Breve para alumnado de universidades africanas lleva su nombre.

Consideraciones en torno a la narrativa canaria de los 70

En Guad, unos personajes consienten esfuerzos, sacrificios y pensamientos al alumbramiento de una galería de agua. ¡Intuía Alfonso García Ramos que su obra anunciaba un río desbordado de textos literarios, lo cual iba a permitirle a Juan Manuel García Ramos hablar de su «coparticipación en el alumbramiento de un determinado fenómeno»? Tal fenómeno es la cantera, ancha y variopinta de datos, personajes, sucesos y autores conocida como la narrativa canaria del 70.

          J.J Armas Marcelo ha escrito a propósito de Crónica de la nada hecha pedazos de J. Cruz Ruíz con mucho acierto: «En Crónica es patente el principio de la joven narrativa de las islas. El principio o los principios. El camino o los caminos». Pero, ¿no hubo antes Crónica de todos nosotros, exponente de las inquietes juveniles de una generación? Al lado de la Crónica de todos nosotros surgió Estamos abriendo camino en la noche, testimonio de las vivencias y alucinaciones de una juventud despistada cuyas protestas vienen adornadas por ribetes de rebeldía:

          «LA POESÍA NO DEBE SER PARA LOS IMPOTENTES dijiste,
Porque sólo nosotros estamos sintiendo el fuego, buscando la alegría indispensable
En las esquinas de nuestra parcela de
libertad»

Crónica de todos nosotros (Luis León Barreto)

          Sería tal vez arriesgado opinar que los relatos escritos en el archipiélago canario a partir de 1970 son nuevas y extraordinarias plantas que hubieran brotado como por milagro de una semilla recién enterrada. Las generaciones espontáneas son raras en arte. Y antes como después de los narradores del 70, escritores tan conocidos como Isaac de Vega, Arozarena o Emilio Sánchez Ortiz han escrito relatos de una singular categoría literaria. La magia de la literatura como el calor de la amistad han transformado a Emilio Sánchez Ortiz como a Isaac de Vega en personajes literarios. Su papel en el proceso de creación de sus amigos se pone así de relieve:

          «A ti te gusta recordar rostros y situaciones que no siempre dejaban de atormentarte y te gustaba hablar de Emilio cuando él y tú se bañaban en la zona de la piscina donde podían hacer pie y le contaste todo con un entusiasmo extraño, recordando recuerdos que como siempre se remontaban a dos años atrás…» (Crónica)

          «Isaac le miraba interesado. Hice las presentaciones.
-¡No me diga! Soltó Rodolfo con entusiasmo. Usted escribe en los periódicos, ¿verdad? Hay una narración titulada «Los gusanos» o algo así. Me gusta conocer gente como usted, sí señor.» (Cerveza de grano rojo, Rafael Arozarena)

          Lo que sí se puede comprobar es que a partir de 1970 se nota como una aceleración de la historia de la literatura insular, marcada hasta la fecha por la firma de poetas sobre todo. Varios narradores de los 70 (Juan Cruz, J.J Armas Marcelo, Fernando Delgado) empiezan su carrera literaria por la poesía. Y el futuro novelista Luis León Barreto ganó en 1970 el premio Julio Tovar de poesía.
Crónica es un título simbólico. Los narradores de los 70 fueron cronistas de frustraciones y esperanzas que fluyeron en textos rebosantes de cólera y lirismo en el contexto de islas percibidas como jaulas:
          «Porque las cumbres azuladas, añiles y marrones pueden también ser límite y prisión, impedimento odioso que nos encierra en esta propia casa que nos fue dada sin elegirla expresamente y de la cual no es tan fácil separarse» (Los puercos de Circe, Luis Alemany)

          Les tocó en suerte nacer en un territorio-río de inconfundibles peculiaridades geográficas. Una geografía desvelada con un toque humorístico por Luis Alemany:
«Menos mal que en esta isla nunca llega
La sangre al río.
Será porque no hay río. Ni siquiera al barranco.» (Los puercos de Circe)

          Ser joven en España en 1970 no era ninguna sinecura para los que eran conscientes. Por su longevidad, Francisco Franco formaba parte de la memoria colectiva de sus conciudadanos. Nacidos después de la Guerra Civil española, Alberto Omar (1943), Víctor Ramírez (1944) como Alfonso O´Shanahan (19449 se vieron envueltos sin quererlo en las mallas de un sistema político que oprimía. El poder absoluto de Franco se cernía sobre hombres y conciencias:
          «Las cosas están muy graves en el país: condenas, cadenas perpetuas, mordazas» (Crónica de la nada…)

«Era un tiempo difícil, confuso, azulino» (Los más hermoso de mi vida, Víctor Ramírez)

          Era el tiempo inquisitorial de la desesperación en que todo pasaba por las horcas caudinas de la censura. La palabra, en sentido propio como figurado valía su peso de oro. Los franquistas eran los dueños de la palabra. Palabra y poder eran casi sinónimos. Sólo era autorizada la palabra oficial, la del poder:
          «…y seguirán siendo propietarios de tu boca, de tus pequeñas ilusiones, cuando ya eran tan poco importante esas esperanzas que ni siquiera les interesa que sigan sepultadas» (Crónica)

          En las Islas Canarias el clima parecía invitar a la vida y a la tranquilidad, nada parecía estar en su sitio en tiempos de Franco para corazones jóvenes habitados por aspiraciones ambiciosas. Cada narrador del 70 ha escrito una novela sobre sus experiencias mojando la pluma en las aguas saladas de recuerdos amargos. Biografía y ficción se mezclan en renglones en que personajes y autores que se auto-censuran se confunden:
          «…estudiantes envueltos en bufandas innecesarias para esta noche cálida y llena de estrellas como casi todas las noches de esta parte de la tierra, donde tenemos tanto miedo a hablar de política, que siempre estábamos hablando de política» (Bumerán, JM. García Ramos)

          Hasta el juego, esta dimensión tan natural en la vida de un niño no era ni espontáneo, ni alegre:
          «Jugábamos al escondite, y como chicos reprimidos de asociación parroquial, quedaba todo a medias, todo en el aire, como para el próximo domingo, y del próximo no pasa» (Tachero, Fernando G. Delgado)

          Estado de excepción y consejos de guerra eran hitos de la vida política. ¿Qué más normal en tal contexto que surjan reivindicaciones políticas mínimas?
          «Avanzan unidos en cordón, se escudan en gafas de sol, antifaces para burlar los teleobjetivos instalados en las vecinas azoteas» (Memorial de A.D., Luis León Barreto)

          El final de los 60 vio florecer una generación de jóvenes que se movilizaron para luchar contra las formas de opresión, la sexual, la económica, la política y la cultural. Los Beatles cantan Revolution. Mayo del 68 reivindica el acceso de la imaginación al poder. Las concentraciones del movimiento reivindicativo por la consecución de los derechos civiles en Estados Unidos como por el fin de la guerra en Vietnam llegan a las conciencias. A León Barreto, la cantante norteamericana Joan Báez le inspiró el título de su obra, Estamos abriendo camino en la noche. La música y las ideas de Joan Báez preocupada por la fraternidad humana universal y la justicia social repercuten con hondo y profundo eco en textos del 70.
          «Joan Báez decía en su canción «Come from the shadows» (Sal de las sombras): «Lo que te estoy pidiendo, es que aceptes algunos riesgos. Deja de pagar los impuestos para la guerra, rechaza las fuerzas armadas, organízate en contra de los bombardeos, apoya las huelgas y boicots, de granjeros, obreros y pobres. Niega el saludo a la bandera, abandona el estado donde vives, comparte tu dinero, rechaza el odio, estate dispuesto a trabajar,.. en pocas palabras, hermanas y hermanos, armaos de amor y salid de las sombras;… una canción de Joan Báez como un himno, el pecho les enciende y notan la vida retándoles, gravitar sobre ellos» (Tachero)

          El movimiento jipi, la moda de Katmandú, la música «soul»llegan a las islas. Para los jóvenes asfixiados bajo el invernadero franquista, los cabellos largos, las camisas con flores eran más que modas. Significaban inconformismo y búsqueda de libertad. En una España oficialmente católica, apostólica y romana, un eslogan como «haced el amor y no la guerra» ponía en tela de juicio una de las lecciones básicas de la iglesia: la castidad prematrimonial.
          «Niña tiene diecisiete años, una cicatriz le cruza el muslo izquierdo, los vaqueros cortados rayando a flor dejan ver sobre la tela inscripciones a bolígrafo rojo: PEACE, LOVE, y NEED YOU» (Ulrike tiene una cita a las 8, Luis León Barreto)
          El personaje de Ulrike, una alemana, recuerda que en los 70 el turismo invade todos los sectores de la vida del archipiélago. Un turismo que pone en entredicho la etapa previsible de la industrialización para hacer del sector servicios el pulmón de la economía isleña. Se vacían los campos. Por doquier surgen urbanizaciones caóticas que no respetan ni la armonía paisajística ni los equilibrios ecológicos. El capital extranjero corre por las venas de la economía isleña. Aparecen nuevos modos de consumo y el léxico de los narradores se hace testigo y eco de una invasión lingüística que acompaña la invasión turística.
          Cuando el matriarcado rural, las tradiciones mágicas chocan con las autopistas y los coches ultrarrápidos surge una situación cultural que ni pudo soñar el ingenioso Agustín Espinosa:
«ya ves con qué absurda facilidad se introducen sin recato en nuestro asmático y moribundo idioma los términos foráneos si es ley de consumo quien los rige» (El camaleón sobre la alfombra, J.J Armas Marcelo)

          «sino que ahora el dios es el ocio omnipotente on the rocks at noon and forever, disoluto, desafiante, agresivo, alegre, erectísimo y firme» (Calima, J.J Armas Marcelo)

 

«MAN SPRICHT DEUTSCH
Y NATT FRAN 22 TILL 3.00
DRICK SA MICKET RUM OCH COLA
VODKA, GIN NI VILL 3S
HUETE NACHT FROM 22 BIS 3:00
FUR 4S TRINKEN SIE RUM COLA
COLA VODKA-GIN, S0
VIEL SIEWUNCHEN»
(Ulrike tiene una cita a las 8)

          La fiebre del consumo subyuga a un personaje de Cuentos cobardes, que se gasta todos los ahorros en el adorno de un piso que acaba de comprar. Se tiene la sensación en los primeros años 70 con el boom turístico de que Venezuela o Cuba, como la isla de San Borondón, se han desplazado hacia el archipiélago y que de ahí en adelante se van a atar los bardinos canarios con longanizas. De la cultura de las hambrunas que obligaban a emigrar, se pasa a la del consumo.
          «¡Qué contento iba de compras! ¡Con qué esmero elegía y desechaba, husmeaba, sopesaba! ¡Comencé por la alcoba!» (Cuentos cobardes, Víctor Ramírez)

          «Claro, acabamos de salir de la miseria, las alpargatas y los caminos de burro para encontrarse de lleno con la televisión en color y cochecitos para pasear, olvidando todo lo demás. En definitiva, vivían mejor que sus padres y sus abuelos, ya no tienen que marcharse a Venezuela» (Antípodas, Alfonso O´Shanahan)

          Víctor Ramírez sabe que con la llegada del turismo no llueve a gusto de todos y que la economía tan frágil de las islas está pendiente siempre de la coyuntura internacional. Ésta da un giro con el primer choque petrolero de 1973 y los olvidados de un crecimiento económico superficial dejan oír su voz. Nadie como Víctor Ramírez para prestar un oído atento a una voz que apenas se deja captar. Nadie como él para extraer del dolor de la gente humilde una obra artística. En su ruda batalla con la palabra, acecha los hiatos, cambios de dirección y sesgos del pensamiento de sus personajes. La manera poco segura de ser se transparenta en una manera de hablar que pasa por recovecos, sinuosidades, cortacircuitos y alteración de la lógica. Oír a un personaje de V. Ramírez no es oír un simple lenguaje dialectal sino percibir nubarrones, deslices, algo como descargas que llevan a pensar que no siempre confía el hablante en la brújula de sus ideas:
          «Y cuanto tuvimos que suplicar para que no nos botaran de la choza, es la ley, nos decían y fuera con muebles…y… y hasta con guardias, usted verá mi recelo mas estando el mundo como está, cada quisque jalando el rábano para su plato y jeríngase el pobre, lo mismo de siempre, que si eres rico como cuando quieres y si pobre cuando puedes y sin poder» (Cuentos cobardes)

          En la larga noche de los 70 hacia la conquista de espacios de expresión más amplios, las artes plásticas, la investigación, la música, el folklore, la prensa y la literatura iban codo con codo para desempeñar su papel desentrañador (…)

          Estudios sobre Narrativa canaria, Baile del Sol, 2006.