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Una mujer toma la calle. Valeria List

valeria-listValeria List, poeta, maestra en Letras Españolas por la UNAM, reseña el poemario de la mexicana Julia Piastro, autora que hablando "de la calle… no se convierte en… la poeta de lo cotidiano".

 

 

 

Una mujer toma la calle
Blues de nadie, de Julia Piastro

Valeria List

 

Una mujer camina a tropezones en el primer poema de Blues de nadie. La manera en la que anda le da "un aire/ de ave marina". Sabemos entonces que este libro será sobre caminar, que será uno que se arme a tropezones, y que tropezar es un modo de llegar a la libertad.

Los poemas de Julia Piastro (Ciudad de México, 1989) son callejeros. Es común que cuando lee en voz alta, Julia haga voces. Además de la suya propia, cadenciosa, modula para emular a las personas que habitan y trabajan en las calles de la Ciudad de México. Darle paso a esas voces es callar la propia. Aunque se sepa quién observa, en los poemas de Julia no la vemos a ella, sino lo que ella ve: traductora de la calle. Sin embargo, nos deja contagiarnos de su emoción. Cuando los poemas vuelven hacia el pensamiento interior, es a propósito de lo que se observa; es el escenario el que despierta la emoción. Este traslado de la calle al interior culmina en figuras poéticas que ya son un amasijo perfecto de ambas, metáforas que nacen de esta relación:

Si yo fuera hombre
          sería mecánico,
la ropa llena de cochambre
la boca espumeando cerveza.
Las cosas llegan
          siempre a destiempo:
se atrofia el clutch
se enredan los mapas.

Así, la poeta le da voz al escenario y éste a su vez le da voz a ella.

A pesar de ser una poeta de la calle, Julia Piastro no es una poeta de lo cotidiano. Más que mostrarnos cómo se desarrolla todos los días la rutina de la ciudad, detiene la mirada en momentos que por motivos extraños le llaman la atención, y con la vista fija en ellos, los convierte en algo extraordinario. La fascinación de estar en el mundo no es ingenua, hay mucho de melancólico en lo que se mira, en la manera de experimentar el mundo que nos rodea:

Nos fuimos al otro lado de la urbe.
Abandonamos nuestras sombras.
Cada quien se despidió de su otro yo.
Fabricamos un barco de papel
para cruzar el tráfago.
Dejamos entrar un vendaval
con olor a especias.
Por momentos yo me desbordaba
los huesos se me hacían papel de china.

 

El espacio que se detiene para ser observado desde un lente melancólico es lo que le da profundidad al discurso urbano. La obsesión por la ciudad más la sensibilidad para mostrarla de manera emotiva hacen única la poesía de Julia Piastro, pues es una de las pocas voces que atienden a lo urbano actualmente. No es que no se haya hecho. Piastro viene de una línea cercana a la poesía que se escribió en los años setenta. El referente inmediato sería el grupo Infrarrealista. En poemas de Piel Divina o Pedro Damián Bautista encontramos imágenes de la ciudad unidas a un sentimiento de desolación. También podemos pensar en Ricardo Castillo y su emblemático poema "Autogol", que empieza con el verso "Nací en Guadalajara" y termina diciendo "valgo madre".

Pero Julia creció en los noventa, y escribe en una época en la que las mujeres que escriben son, por primera vez, importantes. Y esto la hace ahora, a ella, protagonista. Por más que se diga en estos tiempos por salvar o justificar a ciertos grupos de escritores que hubo mujeres en ellos, la verdad es que no fueron las que estuvieron al frente. Y por más que hubiera mujeres que ya salían de sus casas y exploraban la ciudad en los setenta, no era lo común. Me atrevo a decir que sigue sin ser lo común ahora porque sigue siendo peligroso. Pensemos por ejemplo en el proyecto fotográfico de Mónica Garrido, quien aprovechó la cuarentena para hacer una galería de fotos tomadas por Google Maps a colonias "de difícil acceso para una mujer sola con su cámara" 1.

No es que las mujeres no queramos apropiarnos de los espacios, es que sigue siendo difícil hacerlo de manera solitaria. Es por ello que resultan tan atractivas derivas como las que organiza Vivian Abenshushan, en las que muchas mujeres juntas caminan por zonas de la ciudad en las que normalmente no pasearían solas. Si bien estos ejercicios nos empoderan y nos permiten entrar a espacios que la violencia cotidiana nos arrebata, la mujer aún no puede andar sola por las calles. Incluso las mujeres que viven en esos espacios, no pueden moverse libremente por ellos. La mujer no puede ser una flaneur (por retomar el término baudeleriano de Garrido) sino en zonas restringidas, y a ciertas horas. La mujer no puede escribir poemas nocturnos como los de Efraín Huerta, correctamente llamados Los hombres del alba. Nosotras no somos las mujeres del alba, sino del ocaso, momento en el que debemos resguardarnos. Esto hace que la mujer esté limitada como caminante de su ciudad, y Julia Piastro evidencia esta circunstancia, que debe seguir siendo abordada, en sus poemas. Si bien se ha retomado el influjo vanguardista de escribir en grupo, la poesía en solitario sigue siendo una salida a la que acudimos y en la que nos desarrollamos líricamente, y esa soledad exige libertad, tanto para su creación como para su gestación. El impulso de la lucha feminista nos ha llevado a luchar y crear en comunidades de mujeres, pero hay que voltear a ver cómo estas dinámicas han transformado también nuestras reflexiones individuales.

La configuración de la mujer se arma en los poemas de Piastro justamente a partir de nuestra falta de independencia cuando estamos solas ante el mundo. Vimos cómo en el primer poema habla de la torpeza de su madre. La torpeza nos viene de andar de esta manera por la vida, de tener que caminar, todavía, cuidándonos la espalda. En otros poemas de Blues de nadie entrevemos una relación amorosa, pero en todos los casos la voz poética está más bien sola, se ve a sí misma separada del otro. O pelean, o no se entienden. No porque haya una incomprensión absoluta entre los dos, sino porque ella observa algo que el otro nunca verá, se repliega hacia sí misma.

El poema donde se hace más explícita la relación de la mujer con la ciudad, la manera en la que las mujeres logramos apropiarnos de los espacios es el siguiente:

Tuve novios
como guías de turista.
Los usé
             sí, lo confieso
de manera descarada
             para ponerle rostro a las calles.
Mis oídos registraron
todos los chiflidos.
             Me daba la eriza
                     de asir el espacio;
rizar las rutas
me daba risa.

             Duérmete mi niña
             mi niña risueña
             porque viene el monstruo,
             viene de Taxqueña.

             Duérmete mi niña
             cúbrete los chones.
             Todas nos iremos
             a metro Panteones.

 

Quizá sólo una mujer que vive sola en una ciudad gigante pueda comprender este poema. La avidez de explorar se une al miedo perpetuo de ser violentada. La mujer usa a un hombre para resguardarse de otro. En el poema anterior del libro, vemos a la misma mujer en la Plaza de la Computación alejarse de una conversación entre dos personas (dos hombres, probablemente) porque no la entiende. Entonces se va, sin que nadie se dé cuenta, a comprar una usb. La mujer queda colgando entre dos hombres como un agente invisible: en el blues de nadie, esa nadie es ella. No es una falsa humildad, es la experiencia real y constante de una mujer.

El poema cierra con unas coplas que retratan la educación sentimental del miedo con la que arrullan a las niñas mexicanas antes de dormir y muestra la habilidad de Piastro para jugar con las formas, más que tradicionales, populares del verso. Por cierto, no se tiene la experiencia completa de Piastro si no se la escucha en vivo.

Esta complejidad se entrevé en Blues de nadie sin que se haga explícita; en ello muestra el dominio de la denuncia poética y de lo que en la opinión de Didi-Huberman debería ser la denuncia política en el arte: "la política no es el contenido político, es otra cosa […] hay otras mil formas de sugerir la relación que tenemos con la sociedad y con la historia […] yo me intereso mucho en ese aspecto, es decir, cómo el cuerpo humano se mueve, e incluso en cómo, si usted está en cierta situación, por ejemplo de sumisión, su cuerpo puede decir ‘no’ sin que usted lo haya decidido" 2.

La obsesión por lo urbano y el acercamiento que hace a estos escenarios la determina como una poesía alterna. Esto no sólo concierne a los temas, sino a la adhesión que Julia hace a una corriente musical que en sus orígenes era marginal: el blues, que en México nunca llegó a producirse en masa, pero que tuvo su aterrizaje en grupos de músicos como los Rupestres, llamados así porque no tenían instrumentos eléctricos, autodenominados en su manifiesto como "sencillos" y "no muy guapos", y muy cercanos al grupo de los Infrarrealistas.

Es inútil:
los boleros no me hacen llorar.
             Prefiero la tierra
             que retumba a destiempo:
la tarima o la palabra
percutiendo con el pulso de los pasos.
Ningún mapa guarda el registro
                   de las veces que mi estar
                                              fue inadecuado.

Como poesía de su época, la de Julia no tiene una métrica medida (al menos no en este libro, valga la aclaración porque Piastro, además de las coplas que vimos, ha escrito varias décimas y sonetos) pero, como la buena poesía de su tiempo, tiene ritmo. El ritmo de Julia, podemos notar en los acentos, tiene la cadencia del vaivén. Se compagina con el discurso y con el desplazamiento versal. El fondo y la forma están puestos ahí con un propósito bien pensado: cada cosa en su lugar. Diría Denise Levertov, de manera orgánica. Y la música, como vemos en los versos anteriores, es parte fundamental del lenguaje de la poeta.

Blues de nadie es un libro corto: cuarenta páginas. Corto para la costumbre actual, para la cual los libros de poesía tengan de sesenta cuartillas en adelante. Los concursos así lo dictan, y nosotros hacemos los libros así porque así nos lo han dicho. Pero Julia publica un libro corto, a modo de fanzine (formato por el cual la poeta tiene predilección, pues ha editado varios de ellos) en una editorial independiente, nueva y digital: Los Libros del Perro, proyecto que echó a andar la poeta Zel Cabrera en 2019.

La pertinencia de lo simple, de la humildad, está en todos los aspectos que constituyen la obra de Piastro. Conocerla en persona sólo es confirmar lo que podemos ver en su libro. A largo plazo, habrá que esperar que su obra conserve este ímpetu libre y político, y que se consolide para mostrar cómo todos los aspectos que la constituyen dentro del margen, incluso para la literatura de mujeres, no se contrapone con la buena poesía, sino que, de hecho, le ofrece un camino para hacerla: esa escritura que enuncia sin renunciar a lo sugerente, a la sensibilidad fina, a la organicidad entre la forma y el fondo, y que a su vez está consciente de los mecanismos que la sostienen, de sus lugares de publicación y su difusión. Ese camino se hace sobre la marcha, y corresponde a las mujeres escritoras que lo abramos y exploremos, como una nueva ciudad donde podamos repensar nuestro lugar sin perder de vista que nuestra posibilidad de escribir es, pese a nuestra vulnerabilidad, un privilegio.

 

Valeria List (Puebla, Puebla, 1990). Es maestra en Letras Españolas por la UNAM. Su primer libro, La vida abierta, ganó el Premio de Poesía Joven de la UNAM en 2019. Ese mismo año fue becaria de la T.S. Eliot International Summer School. Actualmente es becaria del FONCA en la categoría de poesía y trabaja en el departamento de Publicaciones del IIBI-UNAM.

Julia Piastro(Ciudad de México, 1989). Poeta, editora y traductora. Ha editado los fanzines Fricciones urbanasEn esta esquina fanzineCuaderno de vuelo y Lluvia periférica. En 2013 publicó la plaquette de poesía Agua sucia (Editorial Veme), en 2014 el cómic Antojitos (edición autogestiva), y en 2016 el poemario Pies en la tierra (Editorial Literal). Ha publicado poemas en el suplemento cultural Confabulario y las revistas Punto de partidaPunto en línea y Tercera Vía. Cursó la maestría de Letras Latinoamericanas en la UNAM. Fue  becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía.

 

1.   El proyecto de Garrido, Flaneur Digital, se puede ver aquí.
2.   Georges DidiHuberman, «El pesimismo no puede tener la última palabra«.