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Gilberto Owen. Libro de Ruth

gilberto-owenEl colombiano Omar Castillo ensaya en torno al poema del mexicano Owen: "En los cinco cuadros que componen el poema Libro de Ruth, G.O nos deja intervenir en los suburbios de un eco del tiempo, revisitar los vestigios de una pasión ahíta en sus esencias, pasión siempre penetrando la piel, la sensibilidad humana en la vastedad de su presencia en el tiempo, la que no deja de suceder."

 

 

 

Omar Castillo

LIBRO DE RUTH DE GILBERTO OWEN

libro-de-ruth     En la obra de poetas como Gilberto Owen, José Lezama Lima, Gastón Baquero, Fernando Charry Lara, Saúl Yurkievich y Marosa di Giorgio, prevalece la poesía, la palabra capaz de penetrar el nicho donde se guardan los signos, la dura y tenaz revelación de las necesidades y las celebraciones humanas. Lo críptico de sus poemas, lo exuberante de sus imaginarios, lo deslumbrante y, en ocasiones, lo complejo de su lectura, son un reto que nos permite emparentarnos con sus autores, con las tramas que asumieron durante su creación. Leer sus poemas es penetrar las vetas por donde ellos se adentraron con su escritura, lo cual no resulta en una identificación ideal, sino en un diálogo franco, arduo. Sus obras son la presencia de como un poema puede ser una vía para la vida, que su escritura y su lectura, son conocimiento aprehendido a través de las palabras. Rasgar su escritura es penetrar vida.

Mientras Muerte de Narciso, de Lezama Lima, es un monólogo escrito en una espiral libidinosa, metamorfoseándose entre la otredad germinal vuelta memoria a través del asombro que impacta en sus imágenes y la realidad que se resiste, que se mantiene entre lo invisible y lo visible que recorre el poema en su voraz escritura, unánime en el universo poético que concita y entrega a su lector, el poema Libro de Ruth (1944), de Gilberto Owen (1904-1952), está escrito entre las líneas de una trama casi oculta en un antiguo libro interpretado como sagrado, como el canon de un dogma, por ello las insólitas maneras propuestas por el poeta en su texto, parecen quedar en los suburbios de un hallazgo excavado por él en un instante de pasión. Hallazgo al que decide entrar a través de los escarceos entrevistos en un cristal azogado por el tiempo. Entrar para presentárnoslo en su actual escena de ausencia y de celos:

Hay sueños
de los que dos fantasmas se despiertan
a la virginidad de nuestros cuerpos.

El poema Libro de Ruth nos presenta un instante aprehendido por el poeta, y con su representación nos entrega el murmullo con el que nos contamina su visión de ese instante, permitiéndonos allanar la realidad, la otredad que él ha logrado captar. Este es un poema cuya lectura empieza a abrirse cuando nos enteramos como el suceder del mismo se funda en la contemplación de un sueño en el tiempo, vuelto piel, vuelto espera. Que los versos que lo interpretan son de quien decidió asumir ese largo sueño. Sueño lastimado por la fugacidad de quien ahora interviene el palimpsesto donde se narra de una estirpe y sus leyendas, en historias arrumadas en las regiones de un tiempo mítico, el mismo que es convocado por el poeta cuando con su alfabeto intenta imprimir su versión. Cultivar su leyenda. Interpretar su espera.

En este poema las palabras, el ritmo, las imágenes que establecen, parecen fluir de un antiguo río de sueños traídos por la memoria del poeta que, otra vez, como si fueran un eco perpetrado por el viento de la historia, los proyecta en el acontecer cotidiano de quien de súbito despierta con sus "manos, callosas de esculpir en el aire / el fiel vacío exacto que llenará la forma". De quien despierta a la espera de Ruth, rodeado sólo por los ruidos de una ciudad que parece el "mundo entero", donde acontecen la ausencia de Ruth "y el Caos". Despertar como quien no logra quitarse del oído la caracola que durante el sueño le repetía el sonido seco de la tierra labrada y la nítida voz de la mujer moabita arrastrando "un viento que trae amantes olvidados".

El despertar de Bozz es un despertar acosado, impaciente, sin la mujer "acostada a sus pies". El encuentro entre él y Ruth parece más un enigma que una certeza, lo incierto de cuanto los rodea resulta "como las mariposas que capturan los dedos crueles de los niños". Por ello, aun cuando ese encuentro quede expresado en el canto de un amor vivido en la penumbra de una región "fuera del tiempo", la sustancia del mismo queda atrapada por los celos de Bozz ante un verano ya no posible. Ante lo curtido de su piel, y el fresco de la piel de ella. Ante lo predecible del telar del tiempo, siempre cumpliendo con el hilar de sus consumos.

En los cinco cuadros que componen el poema Libro de Ruth, Gilberto Owen nos deja intervenir en los suburbios de un eco del tiempo, revisitar los vestigios de una pasión ahíta en sus esencias, pasión siempre penetrando la piel, la sensibilidad humana en la vastedad de su presencia en el tiempo, la que no deja de suceder:

Traes un viento que lame tu nombre en las cien lenguas de Babel,
y en él me traes a nacer en mí.

Entonces tras la siega y la recolección, nos quedan las espigas y las uvas pisadas para el pan y el vino, para la celebración, para la siembra, para la muerte. Nos queda el enigma de la vida, sus signos, sus representaciones en el poema, tránsito de la poesía. Don del poeta que habita la luz y la penumbra.
Aquí el poema:

 

Gilberto Owen

LIBRO DE RUTH

Y aconteció que, a la media noche, se estremeció aquel hombre, y  palpó: y he aquí la mujer, que estaba acostada a sus pies.
Ruth, III-8

 

BOOZ SE IMPACIENTA

Entonces doblarán las doce de la noche
y el Caos
acogerá sonriente al hijo pródigo.

Pasan sin nadie todos los tranvías.
Su huracán de esperanzas no para en las esquinas de mi cuerpo.
Ni su trueno. Ni un piano. Ni los grillos.
Las mujeres apagan las lámparas del mundo entero.
El cielo sus estrellas. Yo mi espera.
Cierran sin ruido todas las ventanas.
Dedos que no son tuyos han bajado mis párpados.
Ya no vienes. No llegas.
Más allá de las doce no se puede ver nada.

Pero aún no es la noche.
Todavía la tarde te espera deshojándome,
robándote mi carne trozo a trozo:
las pupilas primero, que se van a cansadas lejanías
como dos niños ávidos, perdidos
en la busca de algo que no saben;
el rescoldo en mi boca pronto será ceniza
de adivinarte en todos los nombres de lo creado
con mi voz amarilla y áspera de toronja;
y mis manos, callosas de esculpir en el aire
el fiel vacío exacto que llenará la forma de tu gracia.
Así iré mutilándome hasta las doce de la noche,
mas si llegaras un minuto antes
en él todas mis dichas vivirías de nuevo.

Deja la luz sin sexo en que te ahogas,
ángel mientras mi lecho no te erija mujer;
sal de la voz marina que te sueña,
sirena sin canción mientras yo no la oiga;
deja la arcilla informe que habitas y que eres
en tanto que mis dedos no modelen tu estatua;
sal del bosque de horas inmóviles en que te pierdes,
corza sin pulso mientras mi miedo no te anime;
deja el no ser de tu Moab incierta;
sal ya de ti. Mis pies están helándose.
Más allá de las doce no se puede ser nada.

 

BOOZ ENCUENTRA A RUTH

Traes un viento que mueve los rascacielos más tercos y que te ciñe para mostrarme
      cómo fue la cabeza de la Victoria de Samotracia,
y que luego te humilla a recoger espigas desdeñadas.
Traes un viento que llega de cabellos noruegos a alisarte los tuyos.
Traes un viento que trae amantes olvidados que se encuentran  de pronto en los
      lugares más insólitos como gaviotas en la nieve de los volcanes.
Traes unviento que lame tu nombre en las cien lenguas de Babel,
y en él me traes a nacer en mí.

Y es nacer a la muerte que acecha en los festines de un octubre sin fin y sin castigo,
una muerte que desde mí te acecha en las ciudades y en las horas y en los aviones
      de cien pasajeros. 
Fausto que te persigue desde el episodio fatal de la siega en mis manos nudosas y tiernas
      de asesino.
De mí saldrás exangüe y destinada a sueño como las mariposas que capturan los dedos
      crueles de los niños;
de mí saldrás seca y estéril como las maldiciones escondidas en los versos de amor que
      nadie escucha.

Huye de mí, que soy elvientoeldiablo que te arrastra.

 

BOOZ CANTA SU AMOR

Me he querido mentir que no te amo,
roja alegría incauta, sol sin freno
en la tarde que sólo tú detienes,
luz demorada sobre mi deshielo.
Por no apagar la brasa de tus labios
con un amor que darte no merezco,
por no echar sobre el alba de tus hombros
las horas que le restan a mi duelo.
Pero cómo negarte mis espigas
si las alzabas con tan puro gesto;
cómo temer tus años, si me dabas
toda mi juventud en mi deseo.

Quédate, amor adolescente, quédate.
Diez golondrinas saltan de tus dedos.
París cumple en tu rostro quince años.
Cómo brilla mi voz sobre tu pecho.
Óyela hablarte de la luna, óyela
cantando lánguida por los senderos:
sus palabras más nimias tienen forma,
no le avergüenza ya decir "te quiero".
Me has untado de fósforo los brazos:
no los tienen más fuertes los mancebos.
Flores palúdicas en los estanques
de mis ojos. El trópico en mis huesos.
Cien lugares comunes, amor cándido,
amoroso y porfiado amor primero.

Vámonos por las rutas de tus venas
y de mis venas. Vámonos fingiendo
que es la primera vez que estoy viviéndote.
Por la carne también se llega al cielo.
Hay pájaros que sueñan que son pájaros
y se despiertan ángeles. Hay sueños
de los que dos fantasmas se despiertan
a la virginidad de nuestros cuerpos.
Vámonos como siempre: Dafnis, Cloe.
Tiéndete bajo el pino más erecto,
una brizna de yerba entre los dientes.
No te muevas. Así. Fuera del tiempo.

Si cerrara los ojos, despertándome,
me encontraría, como siempre, muerto.

 

BOOZ VE DORMIR A RUTH

La isla está rodeada por un mar tembloroso
que algunos llaman piel. Pero es espuma.
Es un mar que prolonga su blancura en el cielo
como el halo de las tehuanas y los santos.
Es un mar que está siempre
en trance de primera comunión.

Quién habitara tu veraz incendio
rodeado de azucenas por doquiera,
quién entrara a tus dos puertos cerrados
azules y redondos como ojos azules
que aprisionaron todo el sol del día,
para irse a soñar a tu serena plaza pueblerina
—que algunos llaman frente—
debajo de tus árboles de cabellos textiles
que se te enrollan en ovillos
para que tengas que peinártelos con husos.
He leído en tu oreja que la recta no existe
aunque diga que sí tu nariz euclidiana;
hay una voz muy roja que se quedó encendida
en el silencio de tus labios. Cállala
para poder oír lo que me cuente
el aire que regresa de tu pecho;
para saber por qué no tienes en el cuello
mi manzana de Adán, si te la he dado;
para saber por qué tu seno izquierdo
se levanta más alto que el otro cuando aspiras;
para saber por qué tu vientre liso
tiembla cuando lo tocan mis pupilas.
Has bajado una mano hasta tu centro.

Saben aún tus pies, cuando los beso,
al vino que pisaste en los lagares;
qué frágil filigrana es la invisible
cadena con que ata el pudor tus tobillos;
yo conocí un río más largo que tus piernas
—algunos lo llamaban Vía Láctea—
pero no discurría tan moroso
ni por cauce tan firme y bien trazado;
una noche la luna llenaba todo el lago;
Zirahuén era así dulce como su nombre:
era la anunciación de tus caderas.
Si tus manos son manos, ¿cómo son las anémonas?
Cinco uñas se apagan en tu centro.

No haber estado el día de tu creación, no haber estado
antes de que Su mano te envolviera en sudarios de inocencia —y no saber qué eres ni qué estarás soñando.
Hoy te destrozaría por saberlo.

 

CELOS Y MUERTE DE BOOZ

Y sólo sé que no soy yo,
el durmiente que sueña un cedro Huguiano, lo que sueñas,
y pues que he nacido de muerte natural, desesperado,
paso ya, frenesí tardío, tardía voz sin ton ni son.

Me miro con tus ojos y me veo alejarme,
y separar las aguas del Mar Rojo de nuestros cuerpos mal fundidos
para la huida infame,
y sufro que me tiñe de azules la distancia,
y quisiera gritarme desde tu boca: "No te vayas."

Destrencemos los dedos y sus promesas no cumplidas.
Te cambio por tu sombra y te dejo como sin pies sin ella
y no podrás correr al amor de tu edad que he suplantado.
Te cambio por tu sueño para irme a dormir con el cadáver leal de tu alegría.
Te cedo mi lámpara vieja por la tuya de luz de plata virgen
para desear frustradas canciones inaudibles.

Ya me hundo a buscarme en un te amé que quiso ser te amo,
donde se desenrolla un caracol atónito al descubrir el fondo salobre de sus ecos,
y los confesonarios desenredan mis arrepentimientos mentirosos:
Ya me voy con mi muerte de música a otra parte.
Ya no me vivo en ti. Mi noche es alta y mía.

 

 

Omar Castillo, Medellín, Colombia 1958. Poeta, ensayista y narrador. Algunos de sus libros publicados son: Huella estampida, obra poética 2012-1980 (2012), Tres peras en la planicie desierta (2018), Limaduras del sol y otros poemas, Antología (2018) y Jarchas & Escrituras (2020). Su obra también incluye el libro Relatos instantáneos (2010) y los libros de ensayos: En la escritura de otros, ensayos sobre poesía hispanoamericana (2014 y 2018), Al filo del ojo (2018) y Asedios, nueve poetas colombianos (2019). De 1984 a 1988 dirigió la Revista de poesía, cuento y ensayo otras palabras, de la que se publicaron 12 números. De 1989 a 1993 dirigió la colección Cuadernos de otras palabras, de los que se publicaron 10 títulos. Y de 1991 a 2010, dirigió la Revista de poesía Interregno, de la que se publicaron 20 números. En 1985 fundó y dirigió, hasta 2010, Ediciones otras palabras. Poemas, ensayos, narraciones y artículos suyos son publicados en libros, revistas y periódicos impresos y digitales de Colombia y de otros países.
Contacto: om.castillo58@gmail.com