Sol Álvarez
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"Gnoti seauton". Sol Álvarez

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Sol Álvarez, crítica de arte y artista mexicana, reflexiona en su libro Gnoti seauton (conócete a ti mismo). Panorama ético de ideas contemporáneas en el arte a su gusto y a discreción, sobre el quehacer creativo y la responsabilidad del artista, de ella misma, devenida en tal.

 

 

 

Sol Álvarez. Par elle même.1 Prólogo de Gnoti seauton. Panorama ético de ideas contemporáneas en el arte.

Sol Álvarez Sánchez

 

He llegado a la conclusión de que los problemas humanos han sido y siguen siendo los mismos en la Antigüedad y en el mundo contemporáneo. En el tiempo en que vivió Sócrates, unos 2500 años atrás, se produjo una transformación (un salto cuántico) en la historia de la humanidad. Si bien, hasta ese momento la idea logocéntrica (en términos derridianos) en las civilizaciones que existieron hasta ese momento fue que las fuerzas de la naturaleza y los caprichos de los dioses regían el acontecer humano, ésta deconstruyó, a partir de las ideas de Sócrates en una idea subyacente y oculta prácticamente en un inicio, y que en un breve lapso se esparció hasta plantarse como la nueva cosmovisión central: la conciencia del hombre forma su desino.

La tradición del mito y la jerarquía religiosa dejaron de ser parte central del canon que dictó la forma de dar sentido al mundo y dichas ideas fueron suplantadas por el debate racional y el pensamiento sistemático. Atenas se convirtió en un imán para quienes apoyaron el nuevo pensamiento, gracias en parte al hombre que dominaría la política de la ciudad durante casi la mitad de la vida de Sócrates: el político y visionario Pericles. Éste se rodeó de pensadores y artistas para que le aconsejasen, y con su apoyo logró establecer la democracia cuál ideología dominante en los ámbitos diversos del mundo griego. Glorificó las calles con suntuosas estatuas de escultores como Fidias e hizo de los principios democráticos un objeto de culto. El Pireo contó con navíos de guerra que por nombres llevaron los de Libertad y Libertad de expresión.2

Sócrates comprendió que el éxito de la ciudad tenía otra cara. Pensó que los ideales de la democracia debían ser interrogados. Declaró que las hermosas estatuas, los altos muros de la ciudad y los buques de guerra engrandecían la polis; mas se preguntó cuál era el punto, si quienes vivían ahí no eran felices. Imaginemos a un joven Sócrates en una Atenas, que mucho distaría de ser una ciudad blanca, en realidad estaba derruida y negra, quemada, consecuencia de la guerra contra los persas, ya que los ideales de la democracia se esparcían con rapidez y el imperio al otro lado del Egeo se sintió amenazado y atacó, primero a Esparta y luego a Atenas, quien comienza a formular grandes preguntas que siguen siendo relevantes en la actualidad, tales como: ¿es la riqueza algo bueno?, ¿la democracia, en sí misma, puede crear una sociedad justa y que ésta conduzca a la felicidad?, ¿que nos hace verdaderamente felices?
Tales pensamientos abrieron la caja de Pandora de la democracia. Surgieron nuevos dilemas y contradicciones. A medida que se hacía adulto, Sócrates señalaba su parecer con más fuerza, y con el tiempo se convirtió en una continua molestia conocida como el tábano de Atenas, una celebridad infame de su tiempo. Hasta donde sabemos él era ágrafo y pensaba que la escritura resultaba peligrosa, ya que ésta captura el conocimiento. Es gracias a sus contemporáneos, como Platón, quien probablemente acuñó el término de filósofo con la figura de su maestro en mente, así como Jenofonte, que lo conocemos. En las versiones de El banquete, de cada uno, podemos apreciar que fue irónico, valiente, brillante, carismático y sin duda, en extremo exasperante. Los relatos atrapantes de Platón nos acercan con magnanimidad a su vida, ideales y su trágica muerte. Son además, una preciosa joya de la tradición del pensamiento occidental.

Cuando pensamos en los filósofos de la Antigüedad griega los visualizamos tal como los retratan las obras de arte del Renacimiento, con largas barbas plateadas, elegantes túnicas y rodeados de columnas clásicas de mármol blanco, y difícilmente los imaginamos involucrados en el sangriento negocio de la guerra. El ansia de Atenas por expansión territorial se fue agudizando por la voluntad colectiva de los votantes democráticos. Se esperaba que Sócrates luchará, tal como todos los varones. Tenía casi 30 años cuando fue enviado a Potidea, con el fin de ayudar a tomar control de esa ciudad estratégica del norte de Grecia. Ahí se comenzó a hacer notar por su visión, su valentía física, sus excentricidades. La lucha fue feroz y durante tres años la ciudad fue sitiada. Ante la desesperación, los ciudadanos se tornaron en caníbales. Entre todo el horror y desgracia el filósofo encontró paz. Sabemos que se sumió en pensamientos complejos y privados: ¿qué es la piedad? En las profundidades del invierno, usando sólo una capa raída y con los pies descalzos, se quedaba parado de día y de noche por largas horas pensando asuntos tales como que lo único que vale la pena es el conocimiento.

El filósofo llegó a la conclusión de que la comprensión del Cosmos era una distracción esotérica de algo mucho más importante. Estudiar los secretos de las estrellas podía ser algo bueno; sin embargo, las cuestiones humanas tenían mucho más urgencia. Hizo entonces algo realmente innovador: profundizó en el pensamiento racional para resolver los  dilemas mortales. Destinó su energía a la solución de cuestiones fundamentales de la existencia humana: ¿qué tipo de vida deberíamos tener?, ¿qué tipo de persona queremos ser? Fue la persona, en Occidente, que colocó la ética en el núcleo de la filosofía. El punto de partida de Sócrates fue simple: todos anhelamos una vida plena y próspera; pero no habrá de encontrarse está en los placeres transitorios ni en las distracciones del mundo material.

Sócrates pensó que sólo podemos desarrollar nuestro potencial humano cuando alimentamos la parte más preciada, por permanente, de nuestro ser: el alma. Cuando hacemos el bien protegemos nuestra alma; cuando hacemos el mal, la dañamos. La distinción entre el bien y el mal resultaba esencial para todos los aspectos de la vida. En la Atenas del siglo V antes de Cristo la cuestión era crítica; había más de 4000 audiencias por causas judiciales al año. La democracia había revolucionado el sistema de tribunales; por lo tanto, todo ciudadano varón, pescador o  aristócrata tenía derecho a ser juez por un día. El filósofo consideraba que este modo, amateur, de gobernar resultaba problemático, ya que quienes juzgaban no estaban calificados para comprender la diferencia entre el bien y el mal, y por lo tanto podían condenar a personas inocentes y castigar a quien no merecía serlo. No obstante, en su visión el inocente sólo sufriría en el plano físico; los jurados serían quienes se habrían dañado a sí mismos en mayor medida, al hacer el mal, sin siquiera percatarse causaban un daño terrible y permanente sobre sus propias almas.

Con objeto de proteger a los atenienses Sócrates decidió instruirlos. Su argumento fue que la única y verdadera maldad es la ignorancia. Se enfrentó, sin embargo, a un dilema:  los griegos ya tenían un marco de referencia ético; aunque no era ni claro ni coherente. El destino de los griegos estaba en manos de los dioses. Éstos eran venerados a pesar de que sus vidas personales no se perfilaban como guías morales: eran caprichosos y vengativos, luchaban entre ellos y se acostaban con las esposas de los demás; secuestraban mortales y obviamente, se desinteresaban por la moral humana. De esta manera vivir una buena vida no garantizaba ser favorecido por los dioses. Respetar su poder y ofrecerles sacrificios costosos y sangrientos era una apuesta mucho más segura a la opción ética.

Los griegos creían en la existencia de cinco virtudes: justicia, templanza, valentía, piedad y sabiduría. Sin embargo, en la práctica estas virtudes eran volátiles y cambiantes; lo que era considerado justo o piadoso por un hombre aristócrata no era necesariamente lo mismo para una mujer esclava. Le parecía que el pensamiento moral tradicional, es decir, aquel que enseñaban los ancianos, los sacerdotes y los poetas épicos no debía ser sometido a escrutinio. Su filosofía se tornó en una búsqueda de definiciones sólidas y universales. Pensó que las virtudes estaban interconectadas y no podían separarse; las concebía como unidad, como un todo a lo que nombró: conocimiento del bien humano y éste, de alguna manera, salvaría la existencia del hombre. Se trata de una declaración fuerte y poderosa. El punto es si ésta refiere a una idea abstracta o si es, más bien, algo que juega un papel en la vida cotidiana de las personas. La respuesta es que el conocimiento del bien humano nos permite tomar decisiones prácticas y correctas en nuestra vida cotidiana y se refleja de diversas maneras deprendiendo del contexto de las situaciones: en un campo de batalla se manifestará como valentía; en un templo, como piedad.  En la filosofía socrática es mediante las decisiones y los actos que se nos permite cuidar de nuestra alma, la cual funge como nuestra más preciada posesión, sobre la cual recae nuestra felicidad.
Me parece que el planteamiento de Sócrates es aplicable tanto para aquellos atenienses de su tiempo como para nosotros, los que habitamos el mundo contemporáneo. Pensar y actuar con ética implica la toma de una decisión y toda decisión es interna.

Sócrates se acercó al Oráculo de Delfos, erigido en torno al dios Apolo, y le preguntó acerca del conocimiento más elevado al que un hombre puede aspirar. La respuesta que recibió fue: Gnothi seauton (Conócete a ti mismo). El Oráculo le advirtió, ya que el filósofo deseaba sondear lo cercano de la naturaleza, que si no encontraba dentro de sí mismo aquello que buscaba, tampoco podría hallarlo afuera; que si él ignoraba las excelencias de su propia casa no encontraría otras bondades; que en él se encontraba oculto el tesoro de tesoros; que si se conocía a sí mismo conocería a Dios y al Universo del que formaba parte.3

Gnothi seauton me ha brindado la posibilidad de entender que me convertí en artista para generar realidad ética y, por supuesto, estética. Ahora aprecio la posibilidad de renovación constante y este movimiento me conduce cada vez más lejos y más alto. Ahora me doy cuenta de que me veo reflejada en las realidades de otros artistas y generadores de ideas y realidades en el ámbito del arte. Para conocerme aún mejor he escrito este libro esperando que también se vean reflejados en mis ideas, mis palabras y mis actos. Trata acerca de los procesos creativos de cada uno de los artistas y generadores de cultura sobre los que escribo, como una herramienta de transformación individual y colectiva. Invito al lector a usar este Gnoti seauton. Panorama ético de ideas contemporáneas en el arte a su gusto y a discreción, y qué mejor si los textos le funcionan para conocerse mejor a sí mismo y enfocarse en su propia belleza, en la belleza de los minerales, de las plantas, del hombre universal y sus obras, y del planeta.

Me doy cuenta de que hemos venido a crecer, a expandirnos y a crear de manera constante nuestra realidad en movimiento, sin dañar a nadie, con ética y aportando lo mejor de nosotros mismos a los demás. Asimismo, a generar una impronta para que las nuevas y futuras generaciones sepan cómo nos conocimos a nosotros mismos; y dado que pienso que su única obligación es ser mejores que nosotros he aquí esta pequeña ofrenda, para que lo logren, y en el camino, de paso, si de algo les sirve, dialoguen con nosotros, plástica y literariamente.

Je te salue, oh, Aphrodyte

 

1. Homenaje a la colección literaria Écrivains de toujours, de Éditions du Seuil, París.

2. Véase video Sócrates. Geniuses of the Ancient World, BBC, Gran Bretana. Consultado en YouTube el 7 de noviembre de 2020.

3. En particular, me gusta mucho el planteamiento de Nietzsche en El origen de la tragedia, acerca de la unidad conformada lo apolíneo y lo dionisiaco. Sólo lo menciono sin ahondar, ya que daría para una cantidad considerable de páginas. Ahora que termino Gnothi seauton. Panorama ético de ideas contemporáneas en el arte, mi mayor deseo es pintar y es ahí donde rasgo ahora mi propio velo de malla, sin hibris de por medio para evitar la némesis: en el arte, llevando a la plástica mi tema: la Antigüedad griega en el siglo V antes de Cristo, cuando de ésta civilización surge la única cultura en Occidente, como bien lo plantea Werner Jaeger en su Paideia: la griega.