rafael-ruiz

La marcha más grande de Chile

rafael-ruizHasta que valga la pena vivir. Rafael Ruiz Moscatelli.
Desde Chile, el escritor Rafael Ruiz Moscatelli nos hace llegar su crónica de “la marcha más grande de Chile”: las protestas que estallaron ante las políticas impuestas por el Gobierno de Sebastián Piñera.

 

 

#EstoPasaEnChile.
Hasta que valga la pena vivir
Rafa Ruiz Moscatelli

El jueves 17 de Octubre y el viernes 18 los estudiantes secundarios aumentaron la masividad de la evasión del pago del pasaje del Metro de Santiago reclamando por las alzas de tarifas. A  partir del mediodía del viernes gente común en algunas estaciones imitaba y respaldaba a los estudiantes, estos, durante todo el día practicaron evasiones masivas y ocupaciones relámpagos en varias estaciones del metro. A partir de las 16 hrs  la dirección de este transporte suspendió parcialmente algunas líneas un poco más tarde suspendió el servicio y cerró las estaciones del metro capitalino. Dos millones de  Santiaguinos quedamos varados. Los pequeños evasores, con o sin darse cuenta,  iniciaban  otra etapa de la lucha política y social chilena.

¿Esto es nuevo en Chile? ¿Puede suceder en democracia o era solo una forma de resistir a la Dictadura? Estas y más preguntas irrumpieron desde el pasado. La elite política fue sorprendida de un lado al otro. Su compás cortesano la inmoviliza desde mediados de los noventa, ni por cantar habían imaginado una sublevación política desde lo popular. Este fenómenono es nuevo en Chile. La desigualdad intrínseca, acumula malestares,  ellos explotan cada cierto tiempo, en el siglo XX en 1947, 1957, 1968, con gobiernos electos y en las protestas de 1982 y 1983 durante la Dictadura. En la democracia del siglo XXI la masividad e indignación manifestada desde el 19 de Octubre hasta hoy, no sé conocían.

Sus causas detonantes son: el gobierno del Presidente Piñera es restaurador contrario a las reforma progresistas de gobiernos anteriores. Piñera no advirtió una situación económica internacional complicada y buscó asegurar las utilidades de los grandes empresarios; no modifica las AFP. Mantiene salarios bajos. Permite alzas  de tarifas de consumo masivo, luz, agua, y transporte. Intenta bajar  impuestos a las personas más ricas. Desconoce el derecho a la educación gratuita universal y de calidad,  bandera de las movilizaciones estudiantiles desde el 2010 hasta ahora. La élite neoconservadora de gobierno no tiene mayoría en el congreso, por ello da golpes de fuerza a través del ministro del interior y del de finanzas. Hasta que aparecen los pequeños evasores del metro, contraponiéndose a los grandes evasores nacionales. Su decisión y la respuesta destemplada del gobierno remeció el inconsciente colectivo de pronto se conectaron todos los abusos y los jóvenes volvieron a salir a protestar masivamente.

La otra causa es que la Concertación se deteriora  y vive un éxodo de militantes de sus partidos a nuevos partidos o a organizaciones sociales. Esto es la expresión político institucional de un proceso más profundo; los gobiernos y parlamentarios se eligen con una participación electoral decreciente. Mientras los movimientos estudiantiles son las chispas de todas las movilizaciones contra los neoconservadores. Estos y los sindicatos tienen gran autonomía política. En las manifestaciones abundan los letreros personales por sobre los colectivos. Comparados con décadas anteriores los militantes son menos significativos.

Lo anterior pesa en el conflicto en curso. Las elites dirigentes habitan un mundo propio luego de un recorrido olímpico con pocos obstáculos reales desde 1990 hasta el 2010. La comodidad los convirtió en elitistas ideológicos, elitistas con sus partidos, sus ingresos, sus amigos, sus viviendas y sus corbatas. Mientras los estudiantes en democracia son de origen más popular que cuando la dictadura cerró en parte a las Universidades. Los sociólogos de las nuevas clases medias deberían fijarse en que el aumento de la matrícula favoreció  a los estudiantes de origen popular cuya mayoría no cree que por ser universitarios ellos o sus familias, sean de clase media, ni siquiera les importa.

A partir del Viernes 19 en la tarde el gobierno llenó de policías y militares las calles y desprotegió bencineras y supermercados. No tienen memoria para el último  terremoto hicieron lo mismo. Ya era tarde la gente reclamaba ahora contra el metro y el gobierno y comenzaron los destrozos. El presidente volvió esa noche a La Moneda, él no tenía talante autoritario, por eso lo votaron sectores centristas, más sentó a un General de Ejército en la reunión y resolvieron aplicar Estado de Emergencia: dando atribuciones a  Defensa para resolver situaciones de orden político interno. Era una señal de agresividad, luego vino el toque de queda. Este es una maldición para una parte importante de la población y para cualquier ser libre. La oposición se extendió. Aumentó la violencia se quemaron vagones y partes de estaciones de metro. En varios barrios hubo saqueos del lumpen, organizados por delincuentes al servicio de acaparadores organizados.

El sábado 20 desde la mañana decenas de miles de estudiantes ocuparon la Plaza Italia, en  Valparaíso, Concepción y otras ciudades se juntaron miles de personas. Ahora se protestaba por la desigualdad y se exigía la vuelta de los militares a los cuarteles y la renuncia de varios ministros. La TV mostraba por horas las mismas imágenes, llamas de neumáticos encendidos, de cartones y maderas, llamas de un par de incendios de supermercados especialmente. No entrevistaban a los líderes del movimiento estudiantil, ni de organizaciones locales o sociales.  Aunque ellos podían explicar lo que pasaba. Tampoco mostraban dirigentes de partidos o parlamentarios en los noticieros, sabíamos tarde que tal o cual había estado en horarios infantiles o de abuelitos en la televisión.  Durante el toque de queda se puede esperar cualquier cosa, la actitud de la TV era sospechosa era como volver a la Dictadura. Los partidos distribuyeron declaraciones bastantes escuetas por las redes sociales volvieron a mostrar su eficacia para unos y para otros, dieron  lugar a todas las discusiones posibles, a variados personajes, a las fotos y videos de abusos policiales y militares, de saqueos, y de multitudes pacíficas. Gracias a ello se supo más menos que ocurría.

El Presidente proclamó el carácter constitucional de sus medidas. Puede ser. Mas no son democráticas, son autoritarias, abusivas, desgarantizadoras de derechos. La situación se agrava cuando el Presidente anuncia que el gobierno «está en guerra».Anuncia que la tarifa del Metro regresará a su último precio y desdibuja cualquier entendimiento sobre nuevas demandas.
El domingo 21 la declaración del Presidente centró las conversaciones, surgieron teorías conspirativas de izquierda contra derecha y viceversa. La del Foro de Sao Paulo y los venezolanos por la derecha la de un plan ultraderechista por la izquierda. Los estudiantes salieron masivamente, sus letreros señalaban que no estaban en guerra y actuaban sin violencia. Ese día se vio como manifestantes impedían con resultados variables a los entusiastas de las fogatas. Hecho nuevo. Reivindicativo de antiguas y pacíficas manifestaciones.

La noche del domingo 21 con el Ejército en la calle no disminuyeron los saqueos, salvo donde los vecinos se organizaron contra saqueadores y acaparadores.  
El lunes 22 el Gobierno planteó audiencias para los partidos políticos, el centro derecho y el centro político de la oposición aceptó conversar. El PS, el PC y el Frente Amplio con diversas posturas no asistirán en tanto se cuestionen los DD.HH y las peticiones sociales más estructurales. Aunque cada día  aumenta el número de detenidos, más de 2400, de heridos, más de 500, y de muertos más de 18,  5 de ellos por agentes del estado, las plazas y lugares simbólicos volvieron a llenarse de jóvenes. El presidente  volvió a lamentarse por no haber entendido oportunamente las demandas sociales. Ofertó congelar precio del agua, mejorar  pensiones mínimas, sueldo mínimo, y aumentar los impuestos a las personas y no a las empresas, y disminuir las dietas parlamentarias y ministeriales.

A la desobediencia civil se sumó la movilización de los trabajadores intelectuales y manuales, el miércoles 23 se realizó una gran marcha en Santiago y crecieron las manifestaciones en casi todas las ciudades la CUT y otros sindicatos paralizaron el país. La Plaza Italia y la Alameda se desbordaron de gente. Un raro copamiento de un Hotel pequeño para usar los muebles en una barricada a cuarenta metros de un contingente policial ocupo las pantallas de la TV minimizando el impacto de una de las mayores movilizaciones realizadas en Chile. Participaron tranquilamente  varias  barras de los clubes de futbol chilenos. El Ministro del Interior fue convocado al Congreso no se hizo cargo de ninguno de los atropellos cometidos con sus iniciativas represivas. Los parlamentarios sesionan y van consiguiendo avanzar en proyectos estancados gracias a  la gente en la calle. Sin embargo no logran articular  un discurso que oriente a la población sobre los desenlaces.

Mañana Viernes 25 a las 17 hrs desde  los lugares simbólicos de cada ciudad  se realizarán nuevas manifestaciones, si no media una catástrofe, serán masivas. Aunque  aumente el número de víctimas, de heridos y detenidos. Aunque se  avance en el parlamento, aunque el lumpen haya saqueado comercios y los acaparadores reciban parte del saqueo. El gobierno es débil y no tiene fondo político, a lo único que se puede aferrar es la fuerza, mas ahora hay otra fuerza, es muy dinámica, no es estática, sabe que puede cambiar la situación haciéndola más favorable para la gente su fuerza no es solo el número es su juventud y decisión «Hasta que valga la pena vivir» se ve en la calle y en  videos sobre lo que ocurre en la calle.
Chile solo podrá cambiar.