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Tríptico de Ana Ilce. Humberto Avilés Bermúdez

humberto-avilesHumberto Avilés Bermúdez, originario de Nicaragua, nos comparte su poesía, cuyo clave “no es soñar , / sino esperar el sueño”.

 

 

 

Tríptico  de Ana Ilce
Humberto Avilés Bermúdez

 

<Ana Ilce Gómez, in memoriam>

I.- ANA ILCE: mujer que pasa, quiere y puede.

Ensayo sobre la reunión de tu poesía.
       Pretextos, la editorial que la publica
Postmortem, como si la vida
      no lo hubiese permitido.

Tu nítida voz
desde el vacío
responde por la mujer
que pasa,
          sombra y noche.

Conocido tu nombre
tras oficiadas del silencio
las ceremonias.

Te nombro
desde la total edad
que tu poesía es,
la misma que
rueca de tiempo indetenible,
hila esta nada
que al fin y al cabo
resulta vivir.

Tu paso solo
es voz que
hace rodar la noche…
y,
detenida se queda
en el aire
a descifrar la vida
en clave de poesía,
médula de mujer
desde el primero
hasta el último verso.

 

II.- Militar en el amor

Hoy,
sexto día de abril,
Silvio Mayorga fundador
cumpliría ochenta y cinco años
si no lo hubiese matado
la vida que anunciaba.

Y el crepúsculo
es homenaje luminoso
a quienes como vos
y él supieron
extraer del silencio
la savia para futuros.

Cada quién  fruto de sí
para la patria que todos
somos.

La frágil edad
de una ramita de abril
en tu corazón anidada,
te hizo militar en el amor…
donde se sabe que solo
gana el atrevimiento y
de nada sirve fortaleza.

 

III.- Aguamarga y nigromante

Quien abrió la puerta
al alba y contradijo
dictados de nocturna diosa,
te hizo mujer
de sombra y soles incendiada.

Destino para cálida
penumbra de tus versos,
fósforo por tinieblas.

Porque la clave nuestra no es soñar,
sino esperar el sueño.
Hilandera del viento,
tejedora de pétalos
para una rosa calcinada
que ni siquiera fue.

Comentabas con tu madre
recién nacida en la muerte,
el frío que tanto hace
en el país de la vida.

Sobrevivís a la rosa
más pasajera del alba
puesto que conservaste para vos
el mudo tiempo
de la redondez amorosa.

Esa que no murió
cuando partiste,
y preguntar me hace
al nigromante:
¿Por qué veo tu firma
de pétalos asediada,
justo al pié
de un fragmento de
Mujeres con guitarra?

 

Memoria de un jardín

                     Utopía, la que habito.

Mediodía,
sonrisa de sombras
juguetonas de luz
para ser.

Utopía plena
de silencios por decir.

Rosa, clavel, lazo de amor,
plumaria o sacuanjoche…
orquídeas inmortales perfiladas
en luminosa ontología.

Hibiscus, pacíficos u  avispas
de por aquí,
jazminero de Castilla
renacido al frente del hogar;
minimalismo de cactus
entre corazones de Jesús
y coronas de Cristo…

 

Epifanía y mortal
sacrificio del Mesías
conjugadas,
mientras cantan los colores
encendidos al aire
de nuestra luz.

Un monje
con decidida vocación de cielo
reza verdor…
Diciembre,
esta calma existencial
traída por los años.

Amante perfil del olvido
que silencio moldeó cual  estigmas,
mientras la simpleza pulía
poética del ser.

Ver la luz primera
en Granada
designio para escribir
lo dictado a sus amantes
por la sirena, fue.
Por entonces,
el aire ignorado de runas
imaginaba posadas de sí.

Futuro fue
antesala de nuevas utopías
por andar…

Bucarias, musas mutantes
desde blanca pureza,
primaveral rosáceo intenso
hasta rojo de pasión
que no cesa.

Y el aire ya poema
transparencia luminosa
del oficio canta,

cual eco de mar
entre ramas del cedro real
fundidas con otros verdes
de arboleda,

raíces al norte
en una casa con
perpetua orientación
al Sur.

 

La tarde
insinuante, suave,
cual discreta caricia
no admite timidez,
trae baile sublime
de crotos guardianes
en puntos cardinales
de lo umbrío.

Helechos desatados
en jardineras se aman
con esterlicias y lirios
de amarilla libertada.

Un cortéz apunta
el ángulo más amado
del Sur,
como una esquina dichosa
en la geografía de
cuanto amo.

Azahar del limonero
asediado por siemprevivas
se mira en el espejo
de un ciprés.
De pronto la tarde
es un alarido de belleza
que suena en los tímpanos
de las petunias… o  en el
corazón del rosal.

Orgullosa y sensual
danza de palmeras
afinando voces para
la coral del crepúsculo.

Y las begonias,
desde ala de ángel o
dermis de tigre,
insurrectas por terciopelo verde,
transparentada esperanza…

Enrojecidas maracas
desafían la perenne altanería
de trinitarias, tercas adoradoras
de sol.

Un aguacate soberbio
estrena sus primeras flores aquí,
en este atardecer de diciembre
que se marcha en pos
del mediodía.

Mediodía y crepúsculo
desnudos de luz,
arrinconados por la noche
se amarán
para engendrar la luz
del siguiente amanecer.

 

Humberto Avilés Bermúdez nació en Granada de Nicaragua en 1953. Licenciado en Derecho por las Universidades de Salamanca y Málaga, España. Estudios de Doctorado en la especialidad de Derecho Constitucional, Universidad Complutense de Madrid, España. Primer premio en el Octavo Concurso de Poesía «Universidad de Navarra», España (1979) por el poemario «Hipótesis del amor«. Finalista en el Primer Concurso de Poesía «El Botón Charro», Salamanca, España, por el poema «Tríptico de la noche». Premio Internacional Andrés Bello 2018 al conjunto de su obra. Académico numerario de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras. Miembro Junta Directiva del Festival Internacional de Poesía de Granada. Autor de múltiples libros de poesía.