Alfredo Fressia
Alfredo Fressia

La mar en medio. Alfredo Fressia

Alfredo FressiaLes ofrecemos una muestra poética de Alfredo Fressia, destacado poeta uruguayo radicado en Brasil. La presente selección contiene poemas inéditos y publicados en el libro La mar en medio (Buenos Aires y Montevideo, 2017).

 

 

 

La mar en medio
Alfredo Fressia

 

«La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado
pienso remedios en mi fantasía,
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.»

Garcilaso de la Vega

 

La mar en medio

«La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.»
                              *

Te llama la sirena de los muertos,
te queman con su lengua de aguaviva,
con sus cuerpos de anémona y corales
la mar te los devuelve cada día.

Y los vuelves a ahogar otra mañana
yéndote alejando, los pies heridos,
taparás con ahínco tus oídos
e implorarás el mástil del olvido.
                              *

El Poeta no está adentro ni afuera
y aunque escriba cuartetos alegóricos
no han cambiado gentes, costumbres, lengua,
sólo la mar en medio lo condena

a grabar en la arena el último poema.

 

E la nave va

                        Al poeta Ademir Demarchi

Éramos todos obreros
en la embarcación desvencijada, sal y tizne
entre Santos y el suburbio.
Y dos poetas, Ademir, diluidos en el silencio
ancestral como la pobreza, o esta barca
sucia de cada jornada, idéntica en el sepia
corroído, y los años, las vidas
indigentes reunidas en la travesía
donde no se habla
y otra vez no se habla.
El motor sobre el agua contaminada es la prueba
del silencio, como las manchas
de aceite en el canal, esta fina sobrevida
humana, siempre en la estiba
del presente, sin otro futuro
que el desamparo de aquellos perros, Ademir,
los que nada esperan en el muelle, y huelen
por costumbre el pasaje de estos hombres
en la nave sin promesas del suburbio.

 

La travesía de la mar en medio

Fueron cuarenta días con sus noches.
No estuve en el vientre de una ballena,
nadé en el vientre de la mar en medio,
contaminada, sucia, con sus manchas
de óleo y odio y el dolor del oprobio
humano y animal, restos de un mundo
mordido por cardúmenes enfermos.

Fueron cuarenta días y cuarenta
las noches que velé en la mar en medio.
Vi la pobreza emigrante y en tierra
un asesino constructor de cárceles,
vi el ángulo de un astro en su declive
(y a veces, sólo a veces, digo, casi
la estrella inexplicable de un alivio).

La noche era de insomnio, el día amargo.
Vi flotar durante la travesía
los esquivos testigos de mi vida,
amor y desamor familia adentro
de la infancia y afuera el desamparo,
la soledad de la tinta, el poema
de un niño en bicicleta (fue en Piriápolis).
Vi el nacer del sexo y las esperanzas
que escurrían por el adoquinado.
(El niño que saltaba entre pretiles
continuó merodeando en azoteas).

Vi la pesadilla excavando el mundo
para que el mar desagüe en aquel sótano
desmantelado tras la voladura,
en la calle Marsella, en el Reducto,
el del hueso, huero, huecos de un huérfano
de ancestros y postreros, mar en medio
para atravesar como a una ordalía.

Días y noches en la marejada,
vi el orgullo de los triunfadores
y el otro, el mudo, el de los humillados,
vi que ese orgullo vuelto en rebeldía
ardía como la medusa, ardía
hecho poesía, sal sobre la herida,
para tragar toda la mar en medio
y cruzar una vida componiendo
este diario de viaje o un poema.

 

Souvenir d’automne

Fue en Praga, allá por el otoño
del año 1980, a la hora del té en el Café Europa
y él se llamaba Hyacinthe, como los gatos
deberían llamarse. Olía a jazmín
y me decía «je l’aime encore».
Nunca te olvidé, Hyacinthe
aux yeux verts, aux cheveux noirs, y hoy
sentado frente a la playa, entre los jazmineros
del Boulevard de la Mer, al borde
del Atlántico en América del Sur, digo
«je l’aime encore» en voz alta
y me río solo mientras dos muchachos
se vuelven para mirar a un viejo que ríe sin motivos, dice
«je l’aime encore» y también huele a jazmines.

 

Ipsa senectus

                          Al mancebo de Cartagena de Indias

Cuando lo vi
me subí sobre los escombros de mi cuerpo, trepé
a la parte más alta como si subiera a un faro
y traté de iluminarlo como si mis ojos
no estuvieran condolidos, y brillaran,
repuse los bloques de granito de mis viejas
murallas, llené las partes vaciadas
con las historias de amor que no viví,
el secreto memorial de hombres que nunca me amaron
como si ahora sí pudiera abrirme a la vida
de ese hombre joven que me mira, se acerca
y va a abrazar a su amigo, el que llegaba
cuando yo encendí candiles como faros
y velé las mismas armas que guardo hace años
en la insidiosa humedad de mis almenas.

 

Sondeos

Pienso remedios en mi fantasía
…Amar a la dama del unicornio
o al mancebo de Cartagena de Indias,
el que abría su abrazo para otro.

Y fantasear con la farmacopea,
o esperar por el fin de los cuidados
ensayando cuartetos de un poema,
lleno de anhelos el papel en blanco.

Cesar la desconfianza y retornar 
a una ciudad al Sur hecha de cera,
patrio museo de mi juventud,

beber el jugo de flores del mal,
ver brotar los sonetos de la tierra
y hallar la cura en los sueños de un albur?

 

Gay porn business

Con ser más bellos que sus propios cuerpos, tanto así
que nada saben de amor y sólo se desean, con deslizar
sobre esos cuerpos húmedos, ya bellos si de hecho
la belleza fuera materia del sexo y seña unánime de los untuosos
orificios, y aun más codiciados que Ganímedes
por ser objeto del deseo de un tercer y ávido voyeur,

y con lucir siempre jóvenes y listos
para entregar su juventud del Middle West a los crueles
altares del Bondage o a los otros
cuerpos ágiles en la gimnasia de luces
reflejadas de la caverna gay, más flexibles
que el músculo inmemorial y vigilante
de Príapo implacable en las aras
del gozo, y no por el efímero placer de los mortales
sino por obediencia, como los ritos pertinaces del incesto
calculado en el Dad-Boy, vueltos ora adolescentes
ora audaces objetos del dolor o de un Rape-sex o el mero Spanking,

y con ejercer su disciplina en palacetes de utilería
o bastidores de castillos kink, a sabiendas
de que sólo cuentan los rostros del olvido, sus errantes
recodos habitados por fantasmas, esos
que precedieron a estos hombres
más bellos que sus propios cuerpos,
white, black, Russian, latino, Asian, interracial
sex, melting pot del gay porn, ellos
beben impasibles del semen de Zeus
y observan, eternos, tu ser mortal y sin poesía,
reducido al acabar a esta náusea pasajera.

 

Candilejas

Es un hombre. Está
sentado en el muelle y mira la mar
como si la mar le prometiera una respuesta
o un consuelo.
Inmóvil, ve desfilar pasajes de su vida
sobre la línea del horizonte.
Se ve a sí mismo en la ilusión de óptica,
es una de las figuras trémulas de esa linterna mágica
o gira como una sombra chinesca.

Parado junto a una roca de la playa, un segundo hombre mide
el tamaño de la ensenada que los separa.
Para este, el primer hombre también es una sombra
chinesca sobre la línea del muelle:
no distingue sus rasgos y no imagina
qué historia se desliza en las escenas
-escurridizas como peces-
que el del muelle ve en el horizonte.

Un hombre mira a otro que mira el brillo del horizonte.
Distraídos ambos por las luces de la hora
tampoco sospechan que un día serán las siluetas
de un poema fantasioso entrevisto por un poeta venido de Uruguay
una tarde límpida al fin del otoño
junto a las rocas de la playa en Santos
mirando hacia el muelle de los pescadores.

 

Terra incognita

«El tiempo es la imagen móvil de la inmóvil eternidad
Platón

¿Añoras la mar que dejaste en medio?
Las ruinas nada dicen del pasado,
las ruinas sólo hablan en futuro.

Los restos de las naves que quemaste
navegan en tus versos, son sargazos
después del porvenir y su ilusión,

fatamorgana en que se sumergía
tu recuerdo averiado, y un destino
nacía en los vestigios del poema.

Laborioso fantasma en el ocaso,
construyes los despojos (son reliquias),
cincelas el escombro y labras piedras

amarradas al pecho del suicida.
Preparaste este verso endecasílabo
para hundirte suntuoso en el pasado,

y flotas en la elipse o el azar
de una estrella que gira en el espacio,    
celeste conjetura del mañana.

 

Radioterapia

Piense en un velero, él se desliza
sobre el mar casi rosado del atardecer.
No se ve el joven marinero, sin embargo
piense en un pescador,
labra lento el paciente epitelio del mar.
Piense ahora en un tumor, casi inmóvil,
en la incierta galladura rosada
hundida a medias en la glándula
y repita que no, que no navega.

 

Alfredo Fressia nació en Montevideo, Uruguay, en 1948. Es poeta y traductor. Profesor de Literatura, fue destituido de la enseñanza por la dictadura uruguaya. Se instala entonces en São Paulo, Brasil, donde reside desde 1976. Ha ejercido la crítica literaria en medios de Uruguay, Brasil y México. Su obra poética ha sido traducida al portugués, inglés, francés, rumano, italiano, griego, turco y árabe. Recibió varias distinciones y fue jurado de Premios internacionales. Ha sido editor de la revista mexicana de poesía La Otra en su versión impresa. Dictó clases y conferencias en Marshal University, WV, Ohio State University de Columbus, Fundación para las Letras Mexicanas, varias Universidades brasileñas, entre otras instituciones. Sus poemarios más recientes son Poeta en el Edén (Montevideo/México, 2012, reeditado en 2016 en Argentina), la edición bilingüe Clandestin (Harmattan, París, 2013), Susurro Sur (Valparaíso, México, 2016), La mar en medio (Buenos Aires y Montevideo, 2017) y la antología Radici del Paradiso (Roma, 2018).