Blanca Luz Pulido. Pájaros firmes en la cabeza

blanca-luz-pulidoDe esta poeta mexicana escribe su compatriota Antonio Deltoro colocando su poesía entre la realidad y el deseo, con la firme convicción de quien tiene puestos los pies sobre la tierra.

 

 

Blanca Luz Pulido. Pájaros firmes en la cabeza

Antonio Deltoro

Blanca Luz Pulido
Blanca Luz Pulido
Blanca Luz Pulido tiene un temperamento, al mismo tiempo, firme y sutil, que sabe lo que desea y sabe que lo que desea es difícil y aéreo: escucha pájaros en la cabeza, pero le gustaría volar con su cerebro, humano, no con el cerebro de un pájaro: huye del suelo de la necesidad, de las leyes de la física, de la biología y de la economía, pero nunca de la gramática y de las buenas maneras.

"Siempre tan cerca de las sombras, / y siempre aquí, / atados a la tierra // Ellas son leves. / El aire es el camino de sus pasos."… "Acaso mi libertad tan sólo sea / imaginar el aire / corriendo suavemente entre sus alas" escribe Blanca Luz Pulido sobre la relación tan particular que la une a las aves. Incluso sus versos, algo que necesita como sustrato una materia (papel, arcilla, lengua) están escritos como en el aire: "Las aves trazan su azul caligrafía, / y atrapan en su vuelo / el pensamiento que en sus alas pierdo". Hay poca materialidad en la poesía de Blanca Luz, si atendemos al origen sólido de esa palabra (madera) y mucho aire y transparencia. A veces parece que, de tan fina y educada, su poesía quisiera, como la paloma de Kant, un elemento aún más delgado que el aire para su vuelo. Pero no ignora que si desea volar es porque es nativa del suelo y ambiciona, no la naturaleza de un pájaro, sino la de un ave sensitiva e inteligente.

Entre la realidad y el deseo, entre la tierra y el cielo, Cerca, lejos se inclina por el deseo, el cielo y lo lejano.  Blanca Luz Pulido en un poema en prosa dedicado a los observadores de pájaros  separa a estos apasionados de los cantos y el vuelo de la ornitología y de su sustrato científico, y los hace parientes de  los pájaros (curiosamente, en una poesía tan aérea y delicada, no hay ángeles; hay pájaros, pero pájaros angélicos, desprovistos de garras y picos carniceros). Cito un fragmento de este poema "Los que se detienen a mirar los pájaros":
"Gambusinos de la vida y de sus alas, los que entregan sus días en este viaje parecen ceñidos a la tierra pero no lo están completamente: si miras bien, verás en su circunferencia un aire leve y ausente, en su mirada un contagio azul y en sus brazos la suave pelusa de intangibles alas."

Luis Cernuda, un poeta cuyo espíritu vuela sobre las páginas de este libro (ver el poema titulado "Lector de sombra") , era llamado por su susceptibilidad "El licenciado Vidriera", nuestra poeta es sensible pero no susceptible, sin embargo se siente vidrio: elige entre la sustancia y la esencia, la esencia; entre los mamíferos y los pájaros, los pájaros; entre la compañía y la soledad, la soledad; entre la visión y el olfato, la visión; entre participar y contemplar, contemplar detrás de unos lentes o de una vidriera:

"Frágil"
El tiempo que destilo
-gotas de aire,
trasparencia estéril-
me envuelve
en su prisión de vidrio,
en el muro de cristal que me rodea.

A través de él observo
(a cada paso más cerca de romperlo)
el movimiento de mis horas:
sin peso
sin dirección
y sin memoria.

Cada instante el cristal
adelgaza su espesor
y hasta la más pequeña semilla
de sorda realidad puede romperlo.

Yo soy esa pared, cercada
por una lluvia secreta…

            Pero Blanca Luz Pulido no es frágil, sino firme, digna y lejana: aunque se adivina mucho dolor detrás de su poesía, no se manifiesta directamente en sus versos, puede ser que sea porque parte del sufrimiento y lo convierte en pájaro, puede ser también por una cuestión estética y de autodominio. Tal es su delicadeza, quizás poco pendiente del prójimo y muy pendiente de su alma,  pero abierta a la belleza del mundo, sobre todo a la belleza del mundo del aire y de las ramas, que de la visión de algo tan aparentemente pequeño como un ruiseñor puede extraer mucha energía:

Cierro los ojos
guardo en ellos las alas,
las horas trashumantes y grávidas
del trópico, para robar
-en una tarde cualquiera
del futuro altiplano que me espera-
las tres notas
que una y otra vez repetía
el ruiseñor, cobre y miel discreta,
en el trapecio sin red de la mañana.

Si la poesía, como quería Huidobro, es la palabra auroral, cercana al fuente y al origen, tiene razón la autora de la presente recopilación en estar tan próxima a esas criaturas aladas que anticipan con sus cantos la luz pues "Su algarabía anuncia que podemos ascender del limo del sueño nocturno hacia el sueño de la vigilia, a otra página de luz del calendario".

En un poema del libro el ladrido "cómplice del insomnio" de un perro,  interrumpe el sueño aéreo de Blanca Luz Pulido; en cambio, en muchos otros, los cantos de los pájaros que despiertan al alba la llevan a un paraíso mayor que ira enturbiando el resto del día. La dialéctica habitualmente fuerte y tensa entre el suelo y el cielo, el perro y el pájaro, entre lo arraigado y lo aéreo, es abordada con la habitual delicadeza por nuestra poeta en un poema cuyos primeros versos dicen: "Y son días / tan leves como el tacto de la pluma" para terminar hablando de las raíces de esos días de esta forma tan poco subterránea: "… días de espacio / que se funden arriba con el cielo / mientras adentro, / en el presente absoluto que iluminan, / atreven ya raíces, / tejen ríos / navegan puentes / de aire y de raíces / tendidos por el vuelo de las aves."Incluso las raíces son etéreas en esta poesía, incluso los puentes son puentes fluidos.

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Antonio Deltoro
En la última sección del libro hay poemas más circunscritos al mundo ciudadano, más atados al suelo y más sólidos, cuando "el mundo se inclina más a la materia y menos a la imagen", como dice uno de los últimos poemas, pero  jamás pierden su rica gama de sombras y silencios.
En un poema titulado "Vísceras" que promete bajar hasta los humores corporales y las funciones anatómicas, no hay un ruido ni violencia; toma con pulcritud y precisión el tema: no se desparrama y ensucia. Y sin embargo, esta poesía  es compleja: su complejidad se compone de una variedad de sustancias intangibles (sombras, sueños, ideas) y de una agudo y concreto sentido de observación y de dibujo, dispuesto en dosis mínimas y suficientes para lograr la forma y evitar, como lo hace un recipiente de cristal, la dispersión.

Hay una riqueza que sólo los miopes conocen: si se quitan los lentes ven en todas partes maravillosas manchas de colores, si después se los ponen, miran lo mismo con nitidez y con dibujo: pueden ir de una visión a la otra cuantas veces quieran. En un concierto, pueden ver, mientras oyen la música, una araña dorada en la orquesta o  un conjunto de instrumentos separados. Este ir y venir es una de las riquezas que este libro practica:" Con el tiempo / he aprendido a mezclar / lo ajeno y lo continuo, / lo propio y lo distante. / Me acostumbré a renunciar a lo preciso, / a nivelar centímetros y hectáreas,  a la felicidad extraña / del poco ver y mucho adivinar", dice el poema que da nombre a esta antología personal en donde nos encontramos con una poeta que toma de la tradición lo acordado a su gusto, mientras recorre un camino propio, en forma decidida y muy libre.