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En el ojo de la ballena. Pia Tafdrup

pia-tafdrupPia Tafdrup (Copenhague 1952) es una escritora danesa. Es sobre todo conocida como poeta. Es autora de unos veinte libros. En 1999 recibió el Premio de Literatura del Consejo Nórdico por su poemario
Dronningeporten. Y en el 2006 le fue otorgado el premio nórdico de la Academia sueca.

 

 

 

PIA TAFDRUP
Las ballenas de París
Seis poemas

Traducción de Daniel Sancosmed Masiá

 

LAS BALLENAS DE PARÍS

No creo que sea a París a quien cantan las ballenas de los grandes océanos,
pero la ciudad está preciosa esta mañana, cuando me despierto
tras haber soñado con ballenas juguetonas que pesan toneladas.
Por todas partes nadaban los gigantes animales,
mi única salvación en el mar agitado
era agarrarme a sus colas, que eran tan resbaladizas
que mis manos resbalaban cuando las ballenas giraban
o las movían con fuerza, lanzándome muy lejos,
pero cada vez que volvía a ellas, me volvía a agarrar
y de ese modo me mantenía con vida toda la noche…
En la pared de enfrente veo ahora que es una mañana luminosa,
el saludo de los pájaros sugiere lo mismo,
las ballenas están lejos, una mujer va de ventana en ventana,
sube las persianas y entorna las ventanas,
– esto lo incluyo en mi protocolo onírico.
El sol entra en la cocina de la mujer,
que camina reuniendo montones de ropa.
Cada día nos inventamos nuestra vida;
una combinación hasta ahora nueva de lo conocido y lo desconocido
quizá surja hoy –
depende de lo que se nos ocurra,
lo que nos ocurra, nos abraza con una mirada llena de memoria
cuando buscamos una entrada a algo
                                     que es libertad para el alma –
y no tolerará más límite que el cielo abierto.

 

SALTO

Una mosca avanza
enorme como una ballena,
la luz parpadea —
yo asciendo sin parar con el animal
entre las crestas de olas de las nubes.
Me despierto, no puedo dormir
la mitad de la noche, un nuevo milenio
ha comenzado en el fondo del alma.
La piel es cálida y tú
no paras de ascender,
hasta que el animal se sumerge de súbito
y a toda prisa vuelve a la superficie…
Me pones una bebida
de sal y espuma alta,
de principio blanco como la nieve.
Un mar de átomos indomables se abre
por vasos cónicos
de tallo alto, crecen
palabras entre la noche
hacia un primer crepúsculo en oriente,
los más tempranos colores matinales de la apoteosis.
Soy cadera y hombros,
cuello y talón,
una brizna de hielo
se derrite en tu sol,
supersónica.
En mí caes
y caes:
soy un último cielo para tu aterrizaje.

 

EL FOCO CANDENTE DE LOS OCÉANOS

«Prohibido pescar»
dice el cartel junto al océano curvo
pero yo acabo de cazar
una ballena
sin ser engullida:
las palabras la llevan ahora en la boca.
En la luz,
que es gris como ceniza humana,
pienso en la esencia de la ballena
– comprendo,
mientras la tierra recibe besos
de la lluvia que arde como el metal,
que nada de esto es lo que esperaba.
En un mundo enfermo no existe más centro
que lo que se mueve libremente…
¿Qué cazó
el ojo de la ballena?
Desde el mar primigenio me amenazó
con la alegría de un cráter,
con una sacra desvergüenza.
Para mi alivio, llena
infinitamente más que mi propia vida
el soñar con ella,
– o para agotar el poder de lo posible,
encontrarla desnuda y febril
y darme cuenta,
mientras lo milagroso arde y duele,
de que pierdo mi alma en la suya
porque ella pierde la suya en la mía.

 

SÓLO LO QUE NO HA EXISTIDO NO SE PUEDE PERDER

Está nublado y el silencio estalla:
el sueño del colibrí, el sueño de la ballena
(¿tienen un denominador común,
aparte de que ambos han visto tu alegría?)
— No me despiertes
con tu desaparición…
El colibrí está quieto en el aire
con las alas batiendo,
un temblor moldea mi cerebro.
El colibrí succiona miel
y es bautizado con el nombre de «besaflor».
Tus labios tocan mi rostro,
quizá me has confundido con una flor sucia,
o florezco en caída libre entre tus manos,
fluyo tan profundo
que me pierdo en la oscuridad
protectora de los océanos.
La sangre tiene un fuerte olor a sangre,
he visto una ballena y me elevo contigo
en el ensordecedor abrazo
de lo creado.
Entre continentes angulosos se mueven nuestras huellas candentes,
sobrevivimos en la tierra virgen del mar
entre la noche y el día y memoria condensada
bajo el cielo gris espuma.
— No me despiertes
con tu desaparición…
El sueño del colibrí, el sueño de la ballena:
¿tienen un denominador común,
aparte de que ambos, en relámpagos de espejos mágicos,
han visto nuestra alegría desperdiciarlo todo?

 

SACRIFIER

Medio dormidos respiramos al compás vueltos el uno hacia el otro,
como si respirásemos con los mismos pulmones —
pero dos cuerpos separados
son necesarios para dar forma a la inmensidad.
El descenso de los labios en un beso
hacia la sal caliente de un hombro que se mece.
La dulzura del aire de mayo
se mezcla en la sangre con el verano verde ácido.
Inhalamos lo blanco, lo puro,
exhalamos el carbón.
Las verjas vidriosas de los minerales crecen en nosotros, claras
e ingrávidas. Como un crujido mudo y duro en la montaña.
Cuento hacia atrás
                     hacia la oscura y amorfa melancolía,
hacia el torbellino de una vida
que nos da
nuestra muerte —
cuento hacia delante
hacia la luz y la precisión prismática.
Me atraviesan volando:
primero tu fuego lunar, luego tu sol matutino,
– caminos de olvido por donde
soytransportada hacia lo real
y me reciben con los brazos abiertos,
me siguen llevando
sin entender por qué ni hacia qué…
En danés se diferencia entre
«entregarse» y «sacrificarse»,
pero en francés es la misma palabra,
roja y de doble filo,
noto un aliento creciente
bajo un asalto a contraluz.
Un repentino estallido
de tu silvestre veneración
pone su firma de huellas evanescentes.

 

NO SOMOS ANIMALES DE UN DÍA (de «Las ballenas de Paris»)

En la oscuridad la luna vigila
cóncava.
Tus ojos están cerrados –
todos han visto algo,
pero ninguno lo mismo.
Lo que el rostro oculta,
                            lo observa la noche
y la puerta está abierta.
Tus ojos están cerrados –
tu cara está cerca de la mía.
Una fuerza no para de crecer
desde el momento en que nacemos,
                            – y no somos animales de un día.
Nuestros cerebros no están construidos
para manejar alas,
sino para construir lenguajes
y navegar de otra manera:
pensar es intentar
mirar de una nueva forma, clara polar
       – lo cual también quiere
decir entender las limitaciones.
Tus ojos están cerrados –
tu cuerpo es un salto adelante
en el resplandor de azafrán.
El sueño ha volcado
la piedra rosetta de tu cerebro;
muestra un escrito
que no habíamos descifrado…
Nuestro lugar es el tiempo
y leemos
como si intentásemos recordar lo
que no nos ha sucedido.
Lo que no hacemos
                            no se perdona.
Una mano agarra con fuerza,
la otra protege,
una tercera bendice.
Tus ojos están cerrados –
el alma es arrastrada
por el espacio infinito,
construido por las pausas de la música.
Tengo tu grito
                            en mi boca.

 

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Jean Portante