Cinco poemas:
Estela Puyuelo

SOL

Me gusta ver el sol cuando se cae
y se corta en el cuchillo de nubes
de sangre naranja
y mata al día
en ese precipitarse lento
hacia algún lugar
que enterrará también
la última luz de hoy.

Volverá mañana a rajarse,
dramático, el mismo
círculo de fuego
que revela su pantomima,
entre algodón de azúcar,
al amanecer.

CORAZÓN

He sido yo.
Lo he matado.
Estaba harta de que aquel ser espectral
me asustara al doblar la esquina
de cualquier corredor del castillo.
La verdad, cada vez me daba menos miedo
y, últimamente, hasta tenía que fingir
que me pillaba desprevenida.
Así que grité antes de que él lo hiciera.
Ahora sé que los fantasmas
tienen un corazón muy frágil.

BOSTEZO

Se abre el bostezo
como una caja de muertos.
Tan breve y rotundo.

Me tumbo a la sombra
de sus fauces sin fiera,
en su lecho sedoso
acolchado de olvido,
en matriz esponjosa
de bocanada fresca,
un tiempo que vale
una vida.

Y no me acuerdo de nada
en esos entonces fugaces
en que ya no soy.

LUZ

Entre el vivir y el soñar
un bostezo se deslumbra,
aún caliente,
manso, bobo,
como recién caído en la cuenta.

Pegados a los ojos
nadan peces de aceite, espejismos,
su danza de déjà vu,
arropados en piel brillante
de sirena.

Pestañas y pupilas
se enfrentan sin concilio
y no cejan
en su retórica parca y besuguiana
de parpadeos.
Las unas abocadas
a levantar persianas de realidad
con visos de falacia.
Las otras empecinadas
en tumbarse, en resbalarse
cinco minutos más
en su escondite de sueños.

Entre el vivir y el soñar
amanece el hambre, o la sed,
o una tos seca, la necesidad de desaguar
el engaño estancado
en las entrañas.
Un ruido, un pitido, un grito.

Y, con chispas de media tristeza,
el instinto prende
la luz de la inteligencia
y uno comprende
la exacta medida del ser.

MUERTOS

Es noviembre todavía
y el día es ya ciego y estrecho
y engulle al sol y a sus hijos
y los cubre de tierra.

En el mes de los muertos
atardece el silencio
y, en cada fosa,
en cada amargo agujero,
si se preña de luz,
una semilla tiembla.

 

Estela Puyuelo Ortiz (Huesca, 1976) es poeta, etnógrafa y profesora de Lengua castellana y literatura. Autora de los siguientes poemarios: Todos los gusanos de seda (Olifante, 2015), traducido al francés por Nathalie de Courson para Editions de la ramonda (París, 2021), y Ahora que fuimos náufragos (Olifante, 2021). Ha participado en las obras colectivas: II Certamen Umbral de la Poesía. Valladolid (editado en 2015), La mística (Olifante, 2016), Parnaso 2.0 (Gobierno de Aragón, 2016), Riglorámico (Chema Agustín, 2017), Amantes. 88 poetas aragoneses (Olifante, 2017), Antología poética del Ateneo Jaqués (Los bigotes de Potemkin, 2017), Antología décimo aniversario de la Casa de Zitas (La casa de Zitas, 2018), Las tentaciones de san Juan del río Huecha (Olifante, 2020). Sus poemas también se pueden encontrar publicados en revistas como Turia o Librújula. Es fundadora de la revista digital rondasomontano.com y escribe reseñas literarias para el periódico Heraldo de Aragón.