Muestra de Minificción:
México | Colombia

UNA FORMA DECANTADA
DE CONTAR Y DE CANTAR

Juan Manuel Roca

El relato breve tiene un algo, un mucho de tiro al blanco: apunta a un centro que demanda ojo y pulso del arquero. Imaginen alguien con una manzana en la cabeza y en la mira de alguna suerte de Guillermo Tell, de alguien que sabe poner el ojo en el cerrojo del lenguaje y la flecha en la fruta prohibida que nos hace sentir desnudos frente a los muchos atavíos de la palabra.
Entonces vemos aparecer un dinosaurio que no sabíamos que estaba allí. Se podría tratar de ver sombras chinescas y sucesos del tamaño de una novela sin hojarasca en un relato que puede fundar una selva en un jardín. Algo de niño movedizo tiene el relato breve. Uno de los mayores exponentes de este género en Colombia, el narrador Felipe Orozco, lo dice elusivamente:
«-Es difícil disparar contra un niño.
-Por qué? ¿Tiene hijos?
-No es por eso. Es que se mueven mucho».
Como lo recala Paul Valery en sus textos anarquistas, «el rico es un hombre a quien todos los pobres dan un céntimo». Podríamos decir que el opulento en palabras cree, tristemente que a mayor número de ellas es más rica su escritura. Pero la imaginación no depende privativamente de un leguaje opulento.
He aquí, así me lo parece, una muestra en grajeas, de pócimas homeopáticas.

 

 

 

La vasta brevedad
José Ángel Leyva

La revista El cuento, dirigida por Edmundo Valadés, marcó un antes y un después en la cuentística mexicana y de América Latina. Mempo Giardinelli se llevaría a Argentina esa iniciativa editorial que fungía como escuela y taller de creación literaria, con el nombre de Puro cuento. Al parecer no corrió con la misma suerte ni obtuvo las subvenciones que en esa época solían tener las iniciativas culturales en un país donde se imponía una dictadura partidaria, definida como Vargas Llosa como dictablanda, que no era otra cosa que el régimen de la corrupción, que se niega a desarraigarse, socialmente hablando.
Publicar en El cuento era un reconocimiento de cierta habilidad narrativa o un ejemplo de contundencia literaria en la que se conjugaba la velocidad, la eficacia discursiva, la imaginación, la originalidad, la concisión y el efecto sorpresa. La vieja fórmula pugilística de que el cuento, a diferencia de la novela, se gana por knock out y no por decisión como la primera. La revista El cuento solía aprovechar pequeños espacios para sembrar por aquí y por allá microficciones o minificciones, que según los teóricos de la brevedad narrativa deberían de cumplir con la preceptiva del cuento y contener los módulos básicos: Introducción, desarrollo, nudo y desenlace en el orden que fuera, como ocurría con “El Dinosario”, de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Valadés solía mencionar a sus talleristas –entre los que me conté– los nombres de Marco Antonio Campos y de Agustín Monsreal, quienes escribían y reflexionaban acerca de la minificción, microficcion o simplemente del cuento corto o relatos breves. Bajo el magisterio de la revista El Cuento emergieron numerosos y grandes narradores del cuento corto y la mini ficción o la narrativa breve. Una revista hermana fue Ekuóreo, de Cali, Colombia, que se ha interesado desde 1980 en la investigación y el flujo de la minificción. En el 2014 apareció en Colombia, con el sello de la Biblioteca Libanense de Cultura, la edición de Dos veces breve. Minificción de México y Colombia, con la selección de Bibiana Bernal y Felipe Orozco. Este último a su vez un minificcionista notable. Es una muestra de la fuerte tradición entre ambos países que comparten una larga historia de violencias inauditas que dejan una estela de cientos de miles de víctimas, y una literatura compartida, así como una especie de fascinación mutua entre el verdor colombiano y la resequedad luminosa de México. Sirva esta muestra de algunos escritores y escritoras mexicanos que permitan asomarnos a esta vasta imaginación donde abreva la brevedad.