Presentación
La Otra 187,
mayo de 2023

No es fácil respirar la poesía, pero es indispensable. No es fácil reconocer su significado para comprender que lo humano carece de precio, que la vida es luz en tránsito sin permanencia ni pertenencias, sin propiedad de nada y sin leyes del mercado. La poesía es una expresión de valores gratuitos que sólo encarnan la conciencia de unos instantes preciosos, de unos destellos de lucidez provenientes de lo más oscuro del ser, de lo más recóndito de la memoria, de la rebeldía ante lo inevitable y el designio, de lo impronunciable. Los literatos suelen anunciar con frecuencia la muerte de la poesía porque no tiene suficientes ventas en el mercado, porque no la entiende mucha gente, porque los novelistas la desprecian a causa de que no saben cantar y sólo atinan a contar, no el drama de la existencia sino los números de ventas.
La poesía no se vende, pero se lee, de eso estoy seguro. Quien dedica su tiempo a escribir o a intentar escribir poesía sabe de antemano que su intento nace del vientre de la derrota, que es inútil cuánto haga por vivir de la poesía como si fuera un cuerpo de placeres. Pero la poesía es un cuerpo insumiso que sabe compensar a quien lo ama. Muchos poetas los saben y otros lo han sabido. Es difícil respirar la poesía porque su aliento no es de este mudo, pero está en el juego de este mundo. Como dijera Juan Gelman, nuestro querido poeta, nacido el 3 de mayo de 1930. Aquí seguimos, no porque la poesía esté muerta, sino porque se juega el olvido.

EL JUEGO EN QUE ANDAMOS

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.