Poemas de Hermann Bellinghausen

hermann-bellinghausenPeriodista, guionista, narrador y poeta mexicano, Bellinghausen nos ofrece una muestra de su poesía. Es también editor de Ojarasca, suplemento del diario La Jornada.

 

 

 

El Universo en el jardín y otros poemas

Hermann Bellinghausen

 

 

EL UNIVERSO EN EL JARDÍN

Cuando asomaba por la vieja ventana de madera
del pequeño estudio donde viví en la montaña
veía el Universo como lo ve un astronauta
en su nave espacial a mil por hora y tan en calma

Un hato de mundos a mis pies
un horizonte verdeazul y tibio
un rumbo oscuro y claro a la vez
a merced de soles y exoplanetas

Detrás del pinabetal brotaban temprano
las voces más diversas de las aves

Civilizaciones caídas y civilizaciones por venir
sucumbían a la irrefrenable tentación de fundar religiones
como quien pone una tienda de abarrotes

Al pie de mis ojos el territorio ardía
en colores y pantomimas del aroma
Las piedras sudaban los manantiales de los próximos ríos
islas duras a merced del lodo

En el ciruelo los asteroides
perseguían una calandria retrasada
Bajo el tupido matorral asomaba la salamanquesa
con su boca roja y ponzoñosa en punto para besar

La ventana abierta trepidaba entre el vidrio y la madera
rompiendo telarañas y ahuyentando a las grandes avispas ebrias
bajo un nuevo nido de golondrinas
y ponía a orear a las galaxias

Tú el azadón y yo la coa
me gritaba un aluxe milpero
Con la seriedad de un director de orquesta
obedecía sin chistar y me llovían semillas

Juro que un atardecer vi en Venus
una guayaba turgente y rosa
Eran frecuentes los helicópteros militares
los gansos de Canadá y la comadreja chismosa

Podía contar las agujas del ocote
en la montaña más lejana
Las cuevas de ámbar me decían ven y yo iba
como borrego a la trasquila

Una brisa fría despertaba mis nervios y al mundo podrido le nacían esporas
Los años luz no llegaban al fin de semana
Una anciana descalza depositaba en mi puerta
flores silvestres y hojas de mostaza

Mi corazón bailaba vía satélite
al latir de una sonata que entendía todas las lenguas
Cuando abría las manos y los ojos asomado de boca a la ventana
se matrimoniaban mis lágrimas sin palabras con la brisa helada

 

*

 

BAILE EN LA COCINA

Sucede enmarcada en peltre
y un molcajete que no le abolla
Los ingredientes verdes
de la raíz a la semilla
sudan el cuaresmeño
y las cuatro papas apuñaladas

Ella prende la luz de la cebolla
Pisa el mosto semidescalza
pues nunca baila o bebe o ama
sin las calcetas puestas

Hace horas que pateé las botas

La ventana en su capullo
La maceta doma albahacas
Cerca gira proletario el pápalo

A la desazón, sazonarla
A la frialdad, desmenuzarla
Y en vez de grasa, flor de calabaza

Cuestión de ardor o suerte
quebrar por las esquinas vasos
como quien sopla en coplas
secretos sin tanta cosa

A la causa sibarita le bulle antojo
al paso de cada cumbia
le saltan ramas y sopas
Lo suyo sean las salsas
Lo mío, taco o Tao

A cuatro manos sobre la mesa
amasamos, que el guiso apremia
en la candela, de comal y de olla

 

*

 

qué atisbo de hoguera fulge
en tu pasión cuadrúpeda
y aullante

qué puede ser
que puede?

tristas y desatas
el tiovivo de sensaciones
veloces y tranquilas
del animal silvestre
que llevamos dentro

regresamos mejor
a la pradera del lecho
y nos abrazamos serpientes
enredaderas de raíz sedienta
tan cerca del suelo
que no tenemos dónde más caer
cuando se nos apagan las velas

 

*

 

Quiero ser el sol bajo tu piel
caminos rojos alrededor de la cama
almohada de tu paz
dique contra las tempestades

florero maceta y surco de tu huerto
calle sin charcos ni tropiezos
luz interna de tus retinas
agua que lave la sangre

luna sin estanque que la delate
rosa exagerada de los vientos
lápida de mármol para el olvido

cristal de roca metal intacto
ópalo entre cuarzos cuando tu cuello
se deje estrangular dulce y despacio

 

*

 

LOS PAISAJES DEL DESEO

Recorrí el país buscando los paisajes del deseo
Desde los acantilados espumeando en tres costados
tenté la muerte por agua del océano desatado
En playas desiertas y ventosas hundí el miembro en la arena
dormí donde fuera y desperté gritando en llamas
una madrugada en San Blas
Ríos como de bala y cañones atronados de su propio espanto
cascadas quebradizas
rápidos de muerte y vidas revueltas y dormidas
anchos cuerpos que corren tan inmensos que parecen quietos
Desiertos de vegetación hostil y desiertos yermos
Desiertos desiertos o de agave biznaga y cacto
y una alfombra interminable de gobernadora
buscándole la boca al tanque
Las dádivas ordinarias de una ladera empinada
por el ángulo de los pinos
(me mareó la trementina)
y las nieves derretidas de dos o tres volcanes
cuya cima toqué con ambos pies y todas las manos
Lagunas azul turquesa y ríos verdeclaros en la selva
los ojos desorbitados de los monos arando a saltos
el aire imposible donde atrapar bananos que ni pintados
Hubo búhos y volátiles parvadas de garzas blancas
flamingos tapando con sus alas rosas el crepúsculo
y seres antediluvianos arrastrándose en la orilla
Hubo magueyes chorreados de su propio aguamiel tepache
y un reguero de escamoles abriéndole paso al diablo
Así como pasaron marabuntas bajo mi hamaca
volaron tucanes sobre mis barbas puestas a remojar
en el íntimo corazón de caminantes que se extraviaron
Me dio la vida para asomarme a las barrancas doradas del Cobre
y abrumarme de gatos pardos y changos condenados en la Sierra Negra
Hice el amor en lagunas vírgenes y nadé desnudo estanques subterráneos
Me sumergí en los cenotes del Caribe
y encontré tesoros que nadie podría llevarse
Avisté a las ballenas Pacífico arriba
en su ir y venir de aquí al Ártico
y ni así se me calmó el ansia de las aguas y sus criaturas gris y negras
En fin delfines orcas mantarrayas
En todas partes pude y supe
y morí tanto que no me acuerdo
Atravesé las formaciones de rocas
que apiló con tino algún dios venido del espacio
en la franja anfibia de Baja California
Rodé lava hiriente en el Paricutín
arenales de ceniza en el Ajusco
y la pendiente mal cubierta por el musgo detrás de un valle humano
Comí flores y tréboles hasta empalagarme
y hube polen y mieles y nidos de polluelos ávidos
derrumbes que me enseñaron a volar entre pajaritos
No tengo nada que olvidar
Hice el amor a todos los paisajes
Cansé brechas y rompí ramas a machetazos
Grande era el sol y la luna bien tramposa
húmedas las bóvedas de un gruta que caminé doce horas
antes de alcanzar la luz del cielo
Escuché toda la noche las aves más oscuras
y amanecí a la voz de la calandria
y el coro multicolor de los zenzontles
Con las manos venturosamente vacías
no tengo nada que olvidar ni perdonar
Nada

 

*

 

DESLINDE

brevemente diré que
no soy el que creen

no soy otro
pero tampoco ése

ni siquiera soy éste
no me pregunten por qué

disculpen si los engañé
lo hice sin querer

 

**

 

Hermann Bellinghausen (Ciudad de México, 1953), poeta, escritor y reportero de La Jornada, edita Ojarasca, suplemento del mismo diario. Sus libros de poesía son La hora y el resto (1981), Ojos de Omán (1987), De una vez (1992), Ver de memoria, Trópico de la libertad, Estos ojos y su danza, Memorial del astronauta (2014) y En canto (2017). Ha publicado cuatro series de relatos y escribe guiones cinematográficos. Su cuento El sueño de otro fue llevado a la pantalla en un cortometraje de Abril Schmucler Íñiguez (2015).