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Eduardo Mosches

Voz al blanco en tiempos de pandemia

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Eduardo Mosches
Fernando Corona nos recuerda que la revista Blanco Móvil cumple 36 años de existencia y 150 números impresos. Nos habla de los contenidos del número más reciente titulado Pandemias sociales, para ir con los tiempos que corren. Larga vida a Blanco Móvil y a su director, Eduardo Mosches.

 

 

 

Voz al blanco en tiempos de pandemia

FERNANDO CORONA

 

A treinta y seis años y ciento cincuenta números –el que hoy nos congrega es doble, desde luego (149-150), pero llega ya a la cuenta sesquicentenaria– de la revista Blanco móvil, antes de entrar en la materia pandémica que le sirve de marco de abordaje, es oportuno hacer un ligero preámbulo para celebrar, al tiempo que repasar, este cometido transformado en medio de expresión y divulgación literario e intelectual que es esta publicación periódica. Como toda revista, en su poco más de tercio de siglo, ha pasado ya de las fases de resistencia y supervivencia a las de persistencia y apuntalamiento, para convertirse, al igual que su portavoz y guía, Eduardo Mosches, en publicación proverbial, legendaria ya sin lugar a dudas.

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La distinción y la singularidad de Blanco móvil se deben también a haber pasado por las últimas épocas tecnológicas y seguir bogando todavía por unas aguas que sin duda seguirán transformando el equipo editorial e informático de este medio. Habiendo nacido en 1985, hay que considerar que la revista recibió inicialmente mecanografiados, seguramente lidió con el fax y se fue adentrando en el mundo computacional inicial para ir recorriendo luego los vericuetos del internet que hace no mucho nos arrojó al mundo de las redes sociales. Y aquí estamos ya, con una revista que felizmente no ha renunciado a la versión impresa y desde luego cuenta con presencia virtual.

Pero su notoriedad es también la de ser un sitio, un blanco constantemente movedizo, donde han desfilado nombres de primer orden en nuestro mundo literario e intelectual. Por citar solamente los que me vienen a la mente al vuelo y que sin duda han tenido que ver con mi camino, están y han estado un Óscar de la Borbolla, una Beatriz Escalante, un José María Espinasa, un Eduardo Milán, un Bernardo Ruiz, un Guillermo Samperio, una Esther Seligson, un Juan Antonio Rosado, un Christopher Domínguez, un Samuel Gordon, un Raúl Renán, una Nair Anaya Ferreira, un Juan Bañuelos, un Eduardo Langagne, un Lauro Zavala y un largo etcétera que ha recorrido las literaturas de países especialmente hispanoamericanos, pero arrojándose también a naciones como Angola, Israel, Australia y Suiza, así como temáticas literarias como la novela policíaca, las voces indígenas, la ciencia ficción y las letras chicana y de la Ciudad de México.

Justamente inició en el mes de agosto de hace treinta y seis años, y desde entonces incansablemente ha difundido escritores contemporáneos de México y el mundo, sin dejar de dar presencia a obras de pintores y fotógrafos, y distinguiéndose en la obtención de premios como el de apoyo a la edición de revistas independientes del Instituto Nacional de Bellas Artes, el del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, así como el de la convocatoria Edmundo Valadés. Ya se puede imaginar el público que ser invitado a comentar esta revista, en un número tan significativo como el del arribo al 150, es en sí una distinción a la que no podía resistirme y, antes bien, a la cual a como diera lugar hubiera querido inmiscuirme. Gracias por ello a Eduardo Mosches y a Andrés Cisneros de la Cruz.

Dicho entonces lo anterior para situarnos en este blanco que en sí y en suma significa un sitio de constante movilidad y evolución, de generación de crítica y de revelación de actos de creación, me adentro a la temática de "Pandemias Sociales" con la que se enmarca este número clave y conmemorativo, en un contexto que también ha marcado a la colectividad del mundo de una forma que por muchos decenios sin duda resonará como un antes y un después en nuestras maneras de convivir, coexistir y cohabitar los espacios y los entornos.

Lo primero que me viene a la mente es contextualizar la presencia de este material presentado bajo la égida del contexto de pandemia. En medio de un mundo que, especialmente en los medios editorial e intelectual, se distingue por la aceleración y la consecuente precipitación ante acontecimientos que se quieren y se perciben como necesarios e inminentes para aparecer primero que nadie y pretender dar la nota y la referencia, este número de Blanco móvil hace presencia cuando ya el tiempo, con los seres y sus circunstancias, ha cavilado lo suficiente.
Precisamente el primer texto de este número 149-150 de la revista, escrito de manera introductoria por Mosches, se titula "Los primeros pasos", a casi año y medio de iniciado el confinamiento oficial en México, definiendo de inicio la sensación pandémica como «pesadas nubes gris oscuras que envuelven, con tinieblas de angustia y pavor, a hombres y mujeres» y enmarcándola no solamente en el virus, sino en los desastres como gran negocio y los contextos mortuorios de mujeres y de activistas ecológicos que no cesan, antes bien, aumentan. Por ello es que Eduardo no puede sino cerrar su intervención meramente preambular, pero notoria y sonora, con el llamado a «salvar la vida en nuestra sociedad» como «un proyecto común indispensable» en el llamado a que «seamos comunidad».

Al preámbulo le sigue la presentación de Eli Bartra, que se inscribe oportunamente dentro de un nada promisorio presagio por una pandemia empezada en 2020 y que no se sabe cuándo terminará, para adentrarse en dos aspectos esenciales en la materia: las decisiones del Estado y la libertad individual, sin dejar de atender los pendientes del derecho a la educación y de la violencia hacia las mujeres. Logra ver, en todo este crítico contexto, que «frente al desamor (o al amor), la desgracia, el infortunio, la muerte, el miedo… se vierten toda clase de pensares, de relatos, de emociones incluso encontradas».

El lector encontrará después ya toda la fila de materiales literarios que han llegado al equipo editorial y que siguen ya en la tarea de dar presencia y divulgación a la tarea escritural de los autores incluidos. Así, el texto de Rodrigo Rey Rosa ("Llámala Naam"), que de forma testimonial nos sitúa en el Istmo de Tehuantepec tras una estancia en Irak, para tratar un tema capital enmarcado en las políticas migratorias, las minorías étnicas y la xenofobia. Alma Mancilla, por su parte, se arroja críticamente en nueve momentos al tópico de las mujeres violentadas, subtitulando su inserción con el lema de "brujas de ayer". A su vez, Elena Poniatowska Amor nos brinda el relato "Las Pachechas", contextualizado en un ámbito sórdido de chemos y cuartos de azotea.

Ya por llegar a la mitad del número de la revista, Rosa Beltrán reflexiona sobre la "Supervivencia del más apto", llevándonos de la mano, primero que nada, con un epígrafe de Charles Darwin y tomando voz masculina para tratar la viudez y sus dilemas. Francesca Gargallo Celentani, en su participación narrativa ("Como quien se percata de una hormiguita"), nos hace inmiscuirnos en la sensación precisa de «quien se percata que una hormiguita le sube por la pantorrilla y de repente la pierde de vista», para tratar aspectos complejos de la relación carnal y social de sus personajes, que rematan «como hormiguitas que se esparcen y vuelven cuando la miel se derrama sobre el mantel».

En el texto de Sandra Ivette González Ruiz, "Escribir contra la muerte. Poesía de mujeres en dictadura", asistimos a una revisión que nos lleva a los años setenta y los francos terrorismos de estado, haciéndonos repasar con crudeza al tiempo que paladear fragmentos poéticos del momento. Por su parte, en el relato "El triángulo", de Gustavo Ogarrio, cierto personaje atraviesa la puerta de un nuevo colegio tras haber sido expulsado de un anterior para llevarnos después por una trama de miradas, gestos y señas que se inserta, de nuevo, en la violencia. Y violencia también hay en el relato siguiente, un fragmento de "Borrada de Dublín", de Eve Gil, donde una escena del crimen es abandonada y donde palabras en caracteres chinos envuelven en suspenso al lector. Otro relato posterior, de Javier Mosquera Saravia, nos sitúa en un marco familiar donde un tío visita un hogar y causa cierta tensión inicial que irá creciendo. Por su parte, en "Ángel y bestia", de Isabel Hernández, una obrera polaca envuelta en una trama que la hace ver como una duquesa de dinastía zarista nos brinda un recuento de hechos entre lo biográfico y lo novelesco.

Prosigue la revista con el relato de Ana V. Clavel, titulado "Un corazón fuerte", que es el fragmento de la novela Breve tratado del corazón, publicada por Alfaguara en 2019 y que presenta un personaje desmembrado que se hace reconocer como Coyolxauhqui-reloaded o Mujer de Hojalata-descuajada… En su relato "Esperanzas rotas", Aura Sabina presenta un contexto dialogado en una cocina que es el espacio alterno de unos XV años antes de ir a la iglesia. Por su parte, Roberto Brandini, ya en la recta final, presenta una muchacha de nombre Candela en el relato "Una clara noche de justicia", en una trama de robo de un vehículo que terminará por causar impaciencia ante una tarea final en un contexto criminal… Finalmente, en el texto "Marcha atrás", de Macarena Muñoz Ramos, unas manecillas de reloj de bolsillo caminan en sentido contrario y las puertas de un ascensor se abren, sin presentir que la narración irá adentrando al lector a un homicidio donde el tiempo había dado marcha en reversa en medio de un beso ardoroso y angelical.

Este número, pues, 149-150 de Blanco móvil hace constar en sus primeras páginas la requerida reflexión que, a un año y medio de iniciada la pandemia, sigue haciendo sentir su peso y continuará remarcando que estos tiempos aciagos y complejos no han pasado con todo y vacunaciones, antes bien parece que han abierto apenas un contexto preliminar y podrían ser algo así como los primeros rechinidos de una puerta vieja que se abre lentamente. Posteriormente, abre el abanico de relatos entre lo ficcional y lo testimonial, como haciendo hincapié en que, en un mundo y unos tiempos envueltos en más confinamientos, en más voces levantadas, en mayores dificultades y reclamos, en paradojas existenciales y comunitarias, crear y leer, generar conciencia y referir al tiempo que denunciar, son tareas que seguirán exigiendo más y más a las plumas –y, por ende, a los espacios de presencia editorial, tan necesarios–.

Enhorabuena por Blanco móvil. Que vengan más treinta y seis años, así como más sesquicentenarios de números publicados. Que los nombres en la lista de colaboradores y dictaminadores prosigan dando constancia de un medio seguro de hacer historia y abrir los escenarios para todos los estilos y gustos. Que las páginas no se cansen en todo ámbito tecnológico, ya movible, ya transformado, para hacer que no desista un nombre misión como Blanco móvil, una tenacidad como la de Eduardo Mosches y un equipo fiel y constante como el de la revista que hoy, en este aniversario, se pone en nuestras manos y ante nuestros ojos. Larga vida, larga tinta y larga edición a Blanco móvil

Leído en la Biblioteca  de la Alameda del Sur, agosto 16 de 2021