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Presentación La Otra 145, mayo 2019

Mi amigo Evelio y el Festival Internacional de Poesía de Bogotá
José Ángel Leyva
evelio-leyvaJusto en el arranque de este mes de mayo, 2019, coincidente con la Feria Internacional del Libro de Bogotá, mi amigo Evelio Rosero recibe en el marco del Festival Internacional de Poesía de Bogotá un reconocimiento por su trayectoria en las letras.

 

 

Un reconocimiento de poetas a un narrador, algo extraordinario, sin duda. Evelio es, quizás, de los escasísimos novelistas y cuentistas de gran éxito, uno de los lectores más fervientes de poesía y practicantes, tal vez sin la misma trascendencia, de la escritura de poemas. Pero la poesía está allí, palpitando entre las líneas de su prosa, acusando esa economía, magia, sortilegio, belleza, misterio, eficacia del lenguaje. Hay que decir que el Festival de Poesía de Bogotá como el Festival Internacional de Medellín nacieron en tiempos de desaliento y de guerra, de la acción de esos ejércitos que tan bien revela la novela homónima de Evelio (Los Ejércitos) –un referente ineludible de la literatura colombiana y latinoamericana–. Ambos festivales se han mantenido contra viento y marea, contra sus propias inercias, pero nunca habrá nada mejor en tiempos de crueldad y de barbarie, de acoso del fascismo que acciones culturales para darles la palabra a los poetas, a los artistas, a los pensantes.
   Aquí mi texto, que me fue solicitado por Rafael del Castillo Matamoros, para ser parte de ese homenaje a un autor que nos hermana en las letras y en la vida.

 

Evelio Rosero, cantar y contar
José Ángel Leyva

Una mañana bogotana, fría y lluviosa, a una hora desierta en la cafetería del hotel, mientras hojeaba un libro y apuraba un café tinto con almojábanas, irrumpió un hombre de mirada melancólica y sonrisa amable. «¿Tu también escribes poesía?», me soltó a bocajarro. Se notaba el trasnoche en su apariencia. Vino a sentarse a mi mesa y comenzó una conversación que me parece no ha cesado desde entonces. Sería el año 2002-03. Me confesó su amor por la poesía y su estrecha amistad con los organizadores del Festival Internacional de Poesía de Bogotá, al cual yo asistía y he asistido de manera reiterada. Como una culpa me confesó, soy narrador, pero la poesía es mi brújula. Le obsequié mi libro Duranguraños y un par de semanas después arribaron a mi casa, en México, tres novelas suyas. Supe, en ese no tan breve encuentro –se prolongó sin exagerar en unas tres horas de conversación–, que se llamaba Evelio José Rosero Diago. Así firmaba además sus libros. Me atreví a cuestionar su nombre completo y aún tengo fresco mi argumento en la memoria. «Evelio Rosero es nombre de personaje rulfeano, parece que hubiese emergido de uno de sus relatos.» Con el paso del tiempo y encuentros sucesivos, en mi país y en el suyo, que cada vez siento más entrañable, advertí que Evelio posee la aparente timidez y fragilidad de Rulfo, la parsimonia y esa curiosa manera de interrogar con la mirada. Numerosos críticos sostienen que Pedro Páramo es uno de los más grandes poemas en prosa que se han escrito en español. En Evelio descubrí, para mi placer, que su discurso narrativo está urdido con hebras de gran poesía.

Evelio  Rosero
Evelio Rosero
Devoré esos tres títulos y encontré que Juliana los mira es un joya de la narrativa colombiana, un ejemplo magistral de la novela breve. Juliana nos cuenta, desde su niñez, el modus operandi de un país y una sociedad, ¿una civilización? que han hecho de la muerte una forma de vida. Los almuerzos y Plutón fueron devorados con la misma avidez. Vino En el lejero, sus cuentos, su libro de poemas. Finalmente recibí Los Ejércitos, una obra que lo coloca en la cima de la narrativa latinoamericana. Ya no la firmaba Evelio José, sino sólo Evelio Rosero. En esta novela, que es una radiografía de la violencia en Colombia, donde los únicos que pagan los platos rotos son las víctimas inocentes, los de abajo, como dijera Mariano Azuela, en una disputa por el poder, con más o menos argumentos a favor o en contra, que seguramente no habrá de permear a las masas para arrancarlas de su incondicionalidad hacia uno y otro bando y transformarlas en ciudadanía crítica, dialogante. Un obra mayor, cuya apuesta no sólo se sustenta en    la trama y el drama, sino en el lenguaje, en la búsqueda de una belleza discursiva en medio del horror y la barbarie.

Evelio es un trabajador de la escritura, no hace concesiones, es un escritor literario de cuerpo entero, un narrador pura sangre. Huye de los reflectores y de las relaciones públicas, no está dispuesto a perder el tiempo en columnas periodísticas o en entrevistas, en actos mediáticos, toda su tensión autoral está concentrada en rebasar su propios umbrales. La carroza de Bolívar es una incursión iconoclasta en torno a una de las figuras más sacramentadas por el pensamiento y las políticas latinoamericanistas. Nada desdeñable esta obra que pone en tela de juicio los valores intrínsecos del héroe, del prócer intocable; hunde en el carnaval una parte sublime de la historia. Algo semejante sucede en Plegaria por un papa envenenado, donde confronta el idealismo de un sacerdote convertido en Pontífice y de una institución corrompida, de una mafia eclesiástica que mata para defender sus intereses, de una fe asesina que lleva muchos siglos desangrando a Dios.

Toño Ciruelo es la obra narrativa más reciente que llegó a las puertas de mi casa. Tras su lectura me ganó el desconcierto. No supe emitir un juicio. Hoy, cuando redacto esta breves líneas para celebrar el homenaje que le rinde el Festival Internacional de Poesía de Bogotá, donde tuve la fortuna de encontrarlo e iniciar una conversación literaria, una amistad fundada en la lectura, puedo decir que es sin duda la más experimental y la más ambiciosa de las que haya escrito nuestro autor. Hay en ella una descarga ficcional y emotiva cercana al arrebato lírico, un impulso de romper cerrojos y cadenas, de echar abajo muros y quebrar baldosas para conducirnos hasta las proximidades del mal. Toño Ciruelo es, quizás, una metáfora de lo siniestro, un fenómeno de la naturaleza parasitaria que demanda sangre, dolor, sufrimiento para poder sobrevivir y reproducirse. Una vez más, lo discursivo juega un papel determinante en el relato.

Son contados los narradores que leen poesía con la certeza de que ésta habrá de alimentar su prosa, Evelio es uno de ellos… y un poeta que sabe contar la realidad, la historia, la imaginación. Lamento no estar en la ceremonia de ese encuentro de poetas donde nos conocimos, pero estoy allí, porque un lector fiel viaja siempre al lugar de las palabras, al surtidor de la escritura, deseoso de verse sorprendido por la siguiente obra literaria. Viaja pues mi abrazo y reconocimiento a Evelio Rosero, ese poeta colombiano extraído de una atmósfera rulfeana.

21 de abril de 2019, Coyocán, Ciudad de México.