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Francisco Aliseda. La lengua visual

paco-alisedaEn torno a su quehacer como pintor, el artista español Aliseda nos coloca ante sus propios procesos creativos de la llamada poesía visual. Con técnicas reacias al uso de herramientas electrónicas, nos ofrece una galería de sus poemas visuales.

 

 

Francisco Aliseda. La lengua visual

Desde niño he realizado collages, primero mirando imágenes, después ordenándolas, más tarde recordándolas para combinarlas unas con otras. Lo más difícil era decidir el mejor montaje, y pegarlas. Con los años este ejercicio se convierte en hábito. Aprendí a elegir la combinación precisa en el menor tiempo posible, y disponer de las herramientas adecuadas: archivos de imágenes por secciones, tijeras y una barra de pegamento.

Desde comienzos de los años 80 del siglo pasado he venido realizando piezas individuales y libros con series de collages. Como las imágenes que recortaba dependían de cómo fueran los suplementos de la prensa, las piezas realizadas tenían la calidad de impresión de la época. El papel prensa es ligero y endeble, no fácil en su uso, pero muestra el desarrollo de la impresión a  color, buena en los años 80 del siglo pasado, y destacable en los 90, cuando comenzó la reproducción de los medios tonos.

Por entonces, aprecié la gran cantidad de prensa que se tira al contenedor de reciclaje, y con él la abundante información, escrita y de imagen, que desaparecía. Comencé a coleccionar la información icónica que me interesaba, mientras recortaba la imagen simbólica de un cambio de época: las máquinas de escribir son sustituidas por el ordenador, y las pesetas por euros; en poco tiempo, la imagen de casi todo cambiaba: cámaras fotográficas, zapatos, relojes… hasta el huevo aparecía con su código de barras impreso. Observaba como los objetos envejecían o desaparecían, pero la razón de su uso quedaba en nuestra memoria. Disponía, así, de un lenguaje de imágenes.

Comprobé, al colocar encima de la mesa de trabajo los iconos elegidos y componerlos entre sí, que la velocidad de decisión era más rápida, aunque hubo decisiones que tardaron ocho meses en decidirse. Adapte esta técnica para la construcción de «poemas visuales».

A comienzos de 1998, el médico de cabecera de mi hija observó una pigmentación más clara en su lengua, como mapitas de islas, y dijo se llamaba «lengua geográfica». Recuerdo esa expresión pues marcaba el comienzo de algo, un camino, entonces, impreciso. Por eso, cuando «monté» los primeros poemas y tuve la seguridad de lo que estaba haciendo, el título ya existía.

«Lengua geográfica» es una serie de poemas visuales que realizo entre 1998 y 2008, en Bilbao, Erandio, Santander, Escacena del Campo, la cárcel de El Dueso, en Santoña, y los vuelos en avión de Fortaleza a Säo Paulo y de Säo Paulo a Madrid. Casi todos los poemas están construidos sobre un soporte tamaño A4. Es un trabajo viajero, y como viaje es el recuerdo de un tiempo ya perdido. En las piezas no hay nostalgia, solo realidad, de estar en un lugar e ir a otro con el pasado en un camión de mudanzas. Dentro del vehículo están la mirada, el cariño, el esfuerzo, la necesidad de alimento, la autocensura, la infancia, la búsqueda de estilo y conocimiento y, a partir de 2007, el cansancio. Sólo a finales del año siguiente supe del fin de once años de trabajo, y descansé.

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     Construir poemas visuales con imágenes extraídas de la prensa, revistas y hojas volanderas, sirve para indagar el significado de la superposición de fotografías impresas. Aunque los recortes no tienen nada que ver entre sí, su choque o su roce, permite realizar obras con un soporte, tan humilde, como es el «papel prensa».
Insertar figuras o cosas de la realidad que nos rodea, en espacios y objetos diferentes, hace que cada integración amplíe el significado que nos proporciona cada uno de los «objetos». El tratar como «cosa» una imagen provoca un alejamiento de la forma en que es mostrada, haciendo posible su relación con cualquier otra, por su tamaño, tonalidad, o números de puntos de la impresión. Así, podemos asistir a cada composición como si fuera un «nuevo plato» no saboreado con anterioridad.

Degustar «Bestiario» no ha sido fácil, pues desde el principio es un libro escueto, que tiene en cuenta la realidad que nos rodea, silenciosa, que no quiere mostrarse, como si el disimulo fuese la coraza perfecta. La primera obra muestra un despertar dentro de una caja de regalo, y la segunda, el pesar que transporta una libélula en sus alas; ambas no son un comienzo sencilla para un libro que indaga en «lo que nos está pasando». Luego, vienen las miradas que vigilan, los encierros, y la dureza de las piedras; los objetos animados, la petición de auxilio, o estar dentro, estar fuera. Y la luna, siempre acompañando, la luna.

Los dados tienen el mismo número, una casa puede estar dentro de un mechero, el niño juega a salvar vidas, una cafetera prueba su musculatura, ¿Un Bacon puede ser una pintura mural en la medianera de un bloque de casas de barrio? «Estas cosas son imposibles», dice mi vecino. Le escucho, y creo que dice bien…»Lo imposible para inventar lo posible», como si fuera un exorcismo sobre la realidad que creemos vivir. Si no, ¿Cómo puede ser marioneta un taco de plástico? Casi llegando al final del recorrido suenan las palabras: sin palabras, exclusión, cuesta arriba, asidero, equilibrio, pendiente…, los ecos de una causa perdida.

«Bestiario» se realiza entre Septiembre de 2012 y Diciembre de 2016, y como libro termina preguntándose, ¿Cuál es su vehículo?, mientras un hombre descalzo, sentado, sobre dos enormes ruedas, que en realidad son dos euros, nos mira, con las manos en el regazo, tranquilo.

Francisco Aliseda.
Escacena del Campo, 13, Diciembre, 2017