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Vincenzo Guarracino

Vincenzo Guarracino. Leopardi en el cine

guarracino-vincenzoProfesor, poeta y traductor italiano Vincenzo Guarracino nos lleva de la mano a una de sus pasiones y erudiciones, Giacomo Leopardi, a quien ahora enfoca desde la pantalla grande.

 

 

 

LEOPARDI EN EL CINE

VINCENZO GUARRACINO

 

A pesar de su carácter solitario («Eremita de los Apeninos», en su propia definición de sí mismo), Giacomo Leopardi vive en el imaginario de todos, además de por lo fascinante de su pensamiento y su vida, en ciertos versos de vertiginosa profundidad (Arcano è tutto / fuor che il nostro dolor»), en ciertas patéticas invocaciones («Silvia, rimembri ancora…?»), en ciertas desconsoladas conclusiones («Perì l’inganno estremo, / ch’eterno io mi credei. Perì…»). Pero, quizá, sobre todo por su poesía  El Infinito: «apertura musical de una nueva era», según De Sanctis, o «canto raptado» por una exigencia espiritual, a decir de un poeta como Davide Maria Turoldo.
Es justamente en torno a este idilio donde se han concentrado reflexiones e interpretaciones empeñadas en resolver el «enigma» Leopardi, con lenguajes y perspectivas muy diversas; tres entre ellas: la música ligera (una cancioncita de 1968 de Jonny Dorelli  titulada L’immensità), la publicidad  (con un verso «e il naufragar m’è dolce in questo mare» utilizado en clave promocional) y por último el cine.
Dejando de lado la adaptación a la pantalla y el teatro de las Operette Morali (entre ellas elDialogo di un venditore di almanacchi e di un passeggiere, de Ermanno Olmi en 1954) y un título, Vaghe stelle dell’Orsa, de Luchino Visconti en 1965, extraído del comienzo del canto Le ricordanze, la fortuna de Leopardi en el cine parte precisamente de aquí, de la película Idillio de Nelo Risi, seguido de Pisa donne e Leopardi, dirigido por Roberto Merlino, y por el reciente Il giovane favoloso de Mario Martone. Junto a estos, merece una mención la palícula Marco Tullio Giordana, I Cento Passi del 2000.  

Reparemos por tanto en Idillio, dirigido en 1980  por Nelo Risi, ya autor  de otros largometrajes como Una stagione all’inferno, 1971, centrado en la historia del poeta «maldito» Arthur Rimbaud con Paul Verlaine, y La storia della colonna infame, 1972, che trasfería a la pantalla el relato de Alessandro Manzoni dedicado a la peste milanesa de 1630, el mismo escenario de su obra Promessi Sposi.

En un tratamiento filológico y a la vez poético, Idillio visita de nuevo la figura del poeta de Recanati, interpretado por Mattia Sbragia, con una mirada muy  particular, asignando un papel central al momento inspirador del canto, con atención, más que a una trama de hechos, a las atmósferas sugeridas por los lugares (el Palazzo de los Condes Leopardi, la Colina), rarefactos y simbólicos, metafísicos y alusivos, en una suerte de instante eterno, de perenne presente.

Fruto de un auténtico «poeta del cine» como Nero Risi,  Idillio es apreciable sobre todo por el hecho de sugerir a quien mira la pantalla una suerte de identificación entre el sujeto de la película y el autor de la misma, atravesado en su poesía por ecos leopardianos, con versos esplícitamente dedicados al poeta de Recanati, como: «La vida / es la corriente que como pasa se reduce / hasta extinguirse en la nada».
Un juego de espejos, por tanto, entre la reflexión personal y la realización fílmica, en la que la vida es captada en su incesante acaecer, con una constante conciencia de la nada en la que lo existente está fatalmente destinado a «naufragar».

En ese cruce la imagen vive en una luz entre efímera y vital, ilusoria y sin embargo esencial, emergiendo de la oscuridad y a ella regresando, como un sutil espectro que danza sobre aquella nada.

Pisa, donne e Leopardi de Roberto Merlino, del 2011, es «un pequeño milagro toscano», según la definición del crítico Matteo Veronesi, nacido de una idea de Paola Pisani Paganelli  en la que han participado más de 150 personas entre técnicos, actores y extras que presenta un Leopardi atento y curioso, dispuesto a dejarse empapar por las novedades, desmontándose, así, la  imagen de hombre reducido a una condición de hosquedad y misoginia. Un Leopardi distinto, por tanto, del de la tradición; uno, que a pesar de antiguas frustraciones, en su estancia en Pisa, allá por la primavera de 1828, se deja contagiar por una carga sentimental nunca antes experimentada que se traduce en el milagro del canto A Silvia, y esto gracias a un ambiente rico y férvido de ideas y presencias, sobre todo femeninas (recuérdese entre ellas la de Teresa Lucignani, belleza huidiza, fresca y espontánea pero a la vez desdeñosa,  «ridente e fuggitiva», precisamente de la que se insinúa algún influjo en la ideación de la protagonista del canto).

Il giovane favoloso de Mario Martone, finalmente, nace del intento declarado de rescatar a Leopardi de la imagen conocida de poeta infeliz y melancólico, con el resultado de hacer de él una suerte de «Kurt Cobain de la época», un icono de transgresión y rebeldía. Interpretado en la película por un soberbio Elio Germano, Giacomo es delineado así como «un rebelde», un  hombre nacido, sólo por casualidad, a finales del settecento, de pensamiento inquieto y no adaptado a su tiempo, capaz, como de hecho lo es, de ver mucho más hacia adelante; uno que habla a aquellos que sienten la urgencia de romper las jaulas (familia, política, sociedad, cultura), a las que todos más o menos se ven obligados a sucumbir a costa de volver la vida si no lo hacen, tanto a sí mismos como a los otros, muy incómoda. Una interpretación ésta, ya en su tiempo con autoridad, avanzada por el filósofo alemán Walter Benjamin (1928), que había definido a Leopardi «ángel de espada desenvainada» y a su obra «arte de prudencia para rebeldes». Iterpretación no nueva, por tanto, pero que aquí adquiere relieve gracias al medio técnico que hace revivir a los ojos del espectador la figura del poeta, asignando un rol central a su palabra, a través de la cual, se delinea el recorrido de la vida con sus elecciones y sus límites.

Finalmente una mención  a la presencia del poeta  y de El Infinito  en la película de  Marco Tullio Giordana, I Cento Passi, del 2000, dedicado a la figura de Peppino Impastato, asesinado el 9 mayo de 1978 por sus denuncias contra Cosa Nostra. En la película la citación del Idilio en boca de un jovencísimo Peppino, interpretado por Lorenzo Randazzo, adquiere un relieve extraordinario por el contexto y por la tonalidad que da el personaje: símbolo de la distancia entre los valores encarnados por el heroíco protagonista y el mundo de las intrigas y de la pura búsqueda de beneficio de la «famiglia mafiosa»; los versos son recitados al término de un banquete ante un público distraído e incapaz de captar cualquier espesor o mensaje.

Traducción al español de Cristina Coriasso con revisión de Ana Mª Pinedo.