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Jorge Castro Vega. Uruguay, 1963

jorge-castroUna muestra poética de este montevideano, abogado y magistrado, de su libro El mismo río, que está por aparecer.

 

 

 

JORGE CASTRO VEGA (Montevideo, 1963), abogado, crítico literario y teatral, publicó: Primera línea (1982), Poesía de sitio (1985), Poesía involuntaria (1987), Poesía certificada (1989), Poesía arbitraria- Antología personal (1989), Con motivo de Ana (1991), Un poco de sol  (1993) y Cosas que pasan (1997).  En 1998 ingresó al Poder Judicial como magistrado; nada ha publicado desde entonces. Actualmente se desempeña como juez en Montevideo y anuncia un nuevo libro,  El mismo río, al que pertenecen los presentes textos.-

 

BLANCO

La cuerda no,
ni el arco. La mano
acaso. Seguro
el aire, su música inaudible
hilando la eterna textura del instante.

Como si apareciera
una vasija con agua en el desierto más duro
y bastara con pronunciarla palabra
para que la sed claudicara.

Tiene mucho de milagro
el viaje de una flecha.

 

EJERCICIO DE  ALQUIMISTA

Cuando  se niega,
es un águila aguijoneada por su ayuno.
Te adivina.
            Te muerde.
                        Te escarba.
Justo  cuando faltaron
las palabras  esas que saben escribirte.

Entonces, cierra los ojos,
huele estas manzanas.

Respíralas: piedra
enterrada; árbol
que descansa en su semilla.

 

VISIÓN DEL DESIERTO

Una piedra lisa y negra
en la que un dios pequeño dice
con el dedo: estrellas
extinguidas hace millones de años
que saben el futuro, pero sobre el pasado
dudan y, a veces, mienten.

Encima de esa palabra, el agua
blanda, blanda, transcurriendo
como un pez.

 

VICTORIA DEL PEZ

Ni el paladar partido  por un gancho
irregular de fierro, ni el filo experto
intimando en sus entrañas. No
siente nada.

Salvo el ojo.

Una aguja de luz en el iris
se le clavó como
arena sucia.

Las hormigas como locas andaban
con el futuro a cuestas
de cuarenta días y una luna.

 

PESADILLA DE BUCANERO

No es el viento el que golpea
las persianas como un desbocado caballo
de carreras
que se da una y otra vez contra
los postes. Es el  tintineo  borracho
de la llamita del farol colgado de un tirante
con su vestido rajado,  con la mirada
en celo cuando acaricia sombra
y el beso sinuoso y circular
de su navaja como una ofensa añeja
que no ha sido perdonada. No es la luz.
Es algo  parecido, más espeso, menos  real.

Algo que leemos en las vísceras
del pescado abierto y nos ayuda  a creer
que la lluvia es una cosa del pasado.

 

AVISO

1.

Antes de que la pintaran de azul, de un azul
amarillito y redondo como
el miedo  en Shakespeare,
la luna se estaqueó en el alfiler
del campanario de una iglesia submarina.
-sandía feliz
con su hipodérmica rota.

 

2.

Hay episodios
que pueden transcurrir -y transcurren-
solamente en los pocillos del pasado.

Hasta nueva lluvia, la mayor
cautela.

Un silencio en falso
cerraría  las heridas del mar
con el dolor adentro.

 

EN EL MISMO RÍO

 El fuego es pobre
cuando se trata de complicidades 
con la noche.

No hay ceniza entre las cosas
que nombro. Hebras raídas,
telar incoloro de lo que no
empecé a decir
y aquello que de escribir nunca termino.

Es tan redonda la infancia          
que no cabe en palabra ninguna.              

Apenas  la caricia
de una vela  
reflejada en el estanque: un verbo
desterrado de su idioma, caligrafía
nuestra
de gatitos ciegos.

 

MISERERE

Era tal y tan precoz
mi conciencia sobre el punto
que podría decirse que aprendí a leer
a los solos efectos de escribir
mi biografía.

Lo supe desde siempre, desde
antes  incluso de saberlo.  Una vida llena
de palabras perennes y redondas, una vida entera
me esperaba con sus 33 velitas, para ser
contada con crueldad barroca.
Y poner un  punto
o dos
o esos
suspensivos.

Iba a ser
extraordinariamente  interesante.
Como la de todos.

Pues bien
ahora que todo ha sido consumado
permíteme olvidar, Señor. Déjame ser
ese amputado
que siente el dolor del pie que ya no tiene.

 

FOGATA

Mientras arde
          el leño recuerda
todas las cruces que fue                                       
cuando era niño.

El fuego lo escucha.
Lo escucha y  baila
          lamiéndose a sí mismo
como  un madero más.