Armando Salgado. Azogue Suite

armando-salgadoOriginario de Michoacán, México, 1985, Armando Salgado comparte una muestra poética de su libro Azogue suite.

 

 

 

 Del libro AZOGUE SUITE
(ICA, 2013)

ARMANDO SALGADO

Azufre. Es espesor de la tierra en la acidez del
vitriolo. Cunde en las carnes que hierven bajo los
tábanos; crece en las uñas más allá de
la
muerte.
Hay azufre en el interior del relámpago.

Antonio Gamoneda

 

– I –

MANICOMIO: ZYGIMUNT

[…] con el idealismo alemán, la metáfora
del núcleo de la subjetividad es la noche,
la “Noche del Mundo” […]

Slavoj Žižek

 

Sé que fumas para sentir en tus pulmones un instante de escape. En las raíces de tus árboles —debajo del pecho— edificas los laberintos de la respiración. En tu oído sintonizas pájaros que no preguntan por la frontera del vuelo ni por los límites del amanecer. Ellos niegan que exista alguna extensión territorial para las alas. Poseen un lenguaje que habita los nidos y las corrientes turbulentas de la vida. No tienen una patria fija porque no conocen otro terruño más que la casa propia: el viento. No inquieren ni asesinan por una identidad desechable. Abren la voz de la tierra y en ella siembran no zapatos, pero sí un rollo incandescente con el mapa que revela este calabozo. Los pájaros son salvavidas para el pensamiento. Quien se ahoga jaló del gatillo antes de verlos llegar.

¿Dices que es cosa de leer a Stephanie Meyer? El sistema educativo de México es diferente al polaco. Lo sabes. Por ello te justificas con libros que nunca leerás. Aquí no les mentamos la madre a los judíos, ni sentimos aberración por los negros, ni nos matamos a la salida de la cárcel —teóricamente—. ¿Qué dices?, no lo creo, nadie juzgará que un sociólogo increpe contra el Estado —por las ideas metapositivistas que éste edifica en cada ladrillo de oro—. Te juzgarán loco, neomarxista, otro intelectual. No más. Dirán tu nombre con dificultad. Nunca leerán los libros que has escrito. Quizá te buscarán en el Google. Sabrán que no tienes país, ni Facebook; que eres judío y que has leído a Borges. No recordarán quién eres al escuchar tu voz. Sabes que la introspección está en peligro de extinción y sólo echarán de menos esa costumbre de escudriñar sus teléfonos —negando sentirse solos— para saber si alguien los necesita o para sentirse queridos con este amor que dura lo mismo que un instantáneo mensaje de texto.

Los grandes sabios de las nuevas organizaciones sociales regresan a los antiguos textos para repetirlos al pie de la letra. La sociedad pregunta por los políticos y no por los poetas. Algunos poetas quieren regresar al tiempo de los sonetos. Otros critican la intromisión de cuestiones políticas en los renglones. Prefieren la literatura light y excluyente. Están los amantes de Franz Kafka, Charles Bukowski o en su defecto de Paulo Coelho o Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Desean imitar un mundo no feliz como el de Aldous Huxley. Talleres literarios vienen y van. Personas no literarias apenas leen y nunca regresan a otro libro. Poblaciones sin bibliotecas públicas y personas que no saben leer, ni escribir. Frente al río Cupatitzio abro no mi saco, ni mi portafolio porque no los tengo: abro los ojos. Trato de entender por qué escribo un libro sobre ti pues nunca me leerás. (Soy parte de la estadística. Aunque el autor niegue que no escriba para alguien, la verdad está en ser leído, y también, traducido a otros idiomas).

¿Y si somos nosotros los que justificamos con los reclamos el hecho de que otros modifiquen esta luz a su conveniencia? ¿Si esta insatisfacción es alimento para simular el orden del tiempo y su mutabilidad? ¿Si somos instrumentos qué importa la crítica si no pertenece a nosotros, ni los libros, ni la sombra o las influencias literarias que pudiésemos tener? ¿Entonces para qué las palomas si sólo sirven para borrar el arroz o para qué las monedas si no pueden suprimir el hambre de una parvada? ¿Para qué la impaciencia, si gratificar tus deseos es un juego del consumo y las jerarquías? Si nosotros creemos que no lograremos nada, para qué escribir, Zygmunt, si la vista ya se marchitó con el azogue.  

Es hora de tirar este invierno por la ventana. Creo en los rayos del alba donde crías y musgo graznan y enverdecen. Sé que parte del olvido  —añeja como las sombras más rancias— prefiere descansar detrás de un ropero viejo. Te veo recorrer la casa. Podas del librero los textos sin palabras, al árbol del patio le quemas los pájaros rotos, quemas con cenizas los rastros de la muerte que a diario bebe café en la cocina. A partir de hoy la casa cantará, y el árbol y los trastos y los cuadernos y el corazón. Todo se llenará de peces amarillos y por todas partes nacerá agua con sabor a esperanza. Aunque todo esto te resulte complicado,  sembraríamos estas semillas en los terrenos de la duda: podría suceder. Entiendo, la maleza de tu incredulidad y el ruido de la distancia no te permiten creer. Olvidemos las utopías y los posibles manantiales. ¿Ves los cables de luz en la casa siguiente? Escucha al menos esas golondrinas.

Sembré un papalote, una brújula y un poco de viento en una maceta. Comprendo tu curiosidad, Bauman. Literalmente lo hice, no es broma ni brujería. Antes de dormir saldré al solar de la casa, contemplaré la noche, buscaré luna llena. Al despertar sentiré su cuerpo junto al mío, será un instante de calor bajo las sábanas. Volveré a la eternidad y su recuerdo. No estoy loco. Locura es confirmar los vacíos de la muerte. Vivimos en un plano de energías donde escribir es tejer con azufre las reminiscencias de una vida pasada. Necesito del té que sabes preparar, llevo despierto nueve días, no he visto estrellas y ya confundo luna con sol.

En estos días no pienso ir al mar. Las playas vírgenes. Se escucha el silencio en la arena sin el bullicio de los turistas. Prefiero el calor del trópico que pensar en el frío de Siberia o en algún iceberg. En el camino podrías visitar Ostula y de regreso el campamento en Cherán. Si te encontraras con Antonio Gamoneda podrías entregarle esta carta, hace tiempo que no sé de él. Pero esta orilla azul puede contener el eco de nuestros antepasados y la raíz del Pacífico. Bauman. La inspiración yace en el fondo del mar. Por tal razón hay quienes no logran dirigir un pueblo.

Por fin descansarás. Publicarás otros libros. Vayamos a la panadería,  bueno es respirar el aroma del pan recién hecho e ignorar las partículas de cloro que la harina tiene. Destapa las botellas de vino, probando a sorbos el horizonte nos beberemos la tarde. No tardan en abrir. Olvidemos el hedor de las coladeras. Acerca el cielo, una pizca de sereno nos caerá bien. Abre una lata de atún, su conservador petrificará este momento. ¿Recuerdas a tus padres?, siempre han dado lo mejor. Compraban el pan más sabroso. Bauman, ¿podrías preparar kulebiak de salmón para la cena? Cierto, mejor un trago de lúpulo y una hogaza de pan. ¿Has probado la corteza del insomnio? Vámonos querido amigo, hoy no abrirán este horno. Otra noche probarás el pan de los muertos.

No pretendo ser un modernista en pleno siglo veintiuno. Ni aparentar el dominio de los modelos académicos ni la literatura de moda. Sé que la impaciencia arremete contra las épocas y habita el pensamiento. Lo que en otros tiempos duraba un siglo hoy dura un instante. Las nuevas enfermedades te vuelven efímero. Por eso tengo las manos firmes sobre el teclado de la computadora, me aferro a él como si fuera la única tabla que me libra del naufragio. Soy el que está frente a la pantalla y no el reflejo de quien está adentro del mismo reflejo. Podrán etiquetarnos con libros, premios, ciertas becas, en algunos talleres. Pero lo importante, Bauman, es reconocernos libres de todo convenio. Citar autores que en verdad valgan la pena. Lo demás será sembrarnos libros en la mente, crecerán con el pasar de los años, y quizá los podremos escribir.

Parafrasear fantasmas tiene un dejo de locura. Estoy encerrado en un manicomio. Te escribo esta carta que sólo puede leerse bajo la sombra de un gato o bajo la luz de tu lámpara maldita. Dicen que no es verdad, que no te conozco, que todo es un invento. No encontré tu número telefónico en mi agenda, sólo una vieja dirección. Mi única esperanza es salir de este cuarto, escabullirme entre los pasillos, evadir al guardia, llegar a la calle e ir a la oficina de correos. Esperaré tu respuesta. Quizá la intercepten para demostrar que no existes. Es raro, no sé por qué me encuentro en esta oficina postal. Tampoco recuerdo mi nombre.

 

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Armando Salgado

Armando Salgado (Uruapan, Michoacán, 1985). Egresado de la Normal Rural Vasco de Quiroga de Tiripetío, Michoacán. Maestro en Educación Básica por la Universidad Pedagógica Nacional. Candidato a Doctor por parte del Instituto McLaren de Pedagogía Crítica. Autor de los libros: Fiebrerías (Diablura Ediciones, 2014), Estancia de ánimas (FETA, 2013; Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal, 2013. Elegido por la revista Siempre! y el periódico La Razón como uno de los mejores libros del año publicados en México), Azogue Suite (ICA, 2013; Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos, 2012, poesía), Corvus Suvroc (Mantis Editores/H. Ayuntamiento de Hermosillo, 2012; Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal, 2011) Liturgias (Secretaría de Cultura de Michoacán, 2011; Premio Michoacán de Ópera Prima de Poesía, 2011), y Variaciones de una vida rota (SECUM, 2011; Premio Michoacán Ópera Prima de Narrativa, 2011). Entre otros galardones ha recibido el Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela, 2014; el segundo premio en poesía en el concurso 45 de la revista Punto de Partida de la UNAM, y el Premio Michoacán al Mérito Juvenil en la categoría de Expresión Artística. Ha colaborado en revistas como: Tierra Baldía, Parteaguas, Punto de Partida, Tierra Adentro, Botella del náufrago, Vozquemadura, Inchátiro, Salvo el crepúsculo entre otras yen los suplementos Laberinto del periódico Milenio, La Jornada Semanal, La gualdra de La Jornada Zacatecas y Letras para llevar de la Universidad Michoacana. Participó en el III Fórum Universal de las Culturas, en Valparaíso, Chile, y en la Casa Museo de la Fundación Pablo Neruda, en Isla Negra, en 2010. Carlos Olivares Baró dijo de su obra que es una: Voz discordante de afrentas arriesgadas que hay que tomar en cuenta a la hora de resumir los nuevos rumbos de la poesía mexicana. Miembro de la Sociedad de Escritores Michoacanos. Actualmente se dedica a la docencia en Morelia, Michoacán.