Escal antes y después

Evodio EscalanteSobre la familia de artistas duranguenses, Evodio Padre, Evodio Hijo, Óscar, su hijo el cineasta Amat, y su hermano el músico Arturo, nos hace esta crónica Ricardo Bonilla Esparza.

 

 

Escal antes y después

Ricardo Bonilla Esparza

-SCHERZO-

“Si Dios es sabio, es ateo…
Si es justo, es rojo…
y si es de buen gusto, es jazzista”.
Evodio Escalante Vargas

Don Evodio
Don Evodio
El Mesón de la Revuelta ya estaba listo para la tocada, como cada fin de semana. La calle de Zaragoza en el Centro Histórico recibía a los artistas locales. Octubre de 1996, las notas del Tololoache Rupestre se mezclaban con el vino y la medialuz y un público ansioso por el “free jazz”.
Traje azul, bigote pronunciado y una gracia atrayente formaban la escenografía de un Evodio Escalante Vargas, mientras hacía llorar a su “tololoache”. Poemas y hasta el Caballo Blanco, canción de José Alfredo Jiménez, entonaba con su instrumento cuasi rupestre.

Entre el público, el cineasta Juan Antonio de la Riva y el músico Pedro de la Garza saboreaban el “jam session”, y entre los músicos, instrumentos y la algarabía dio lugar al “palomazo”.
Pedro y el Condicato creaban “Sácate la barra, pinche mantenido”. Unos subían otros bajaban y el tololoache no dejaba de tocar. Algunos sorprendidos y otros extasiados por su improvisada manera de hacer jazz.
Aquel Evodio “huazamoteco”, subversivo y franco, jazzista experimental,sastre cortador de la burguesía duranguense, comerciante y escritor autodidacta, también creador en el “mexican free jazz”, antipoético y percusionista rupestre.

escalante-oscar

Esa atmósfera que Evodio emanaba en el Mesón también la transportaba a las calles, a la poesía, a su sastrería Centrópolis, a su hogar. La música, la creación, la literatura, convirtieron su morada en lugar de encuentro de artistas y creadores, incluso a José Revueltas.
En la calle De Olmos #78, de la colonia Real del Prado, con su fachada adornada con piedra volcánica, fluía el arte con Don Evodio, su esposa María de la Luz, hasta sus hijos Evodio, Oscar Alfonso, Gloria, Norma Emilia, Amor de la Luz, Laura Griselda, Arturo, Miguel, Yuri Alex y Diana Patricia.
Centrópolis. “Vístase con Escalante y desvístase con la mujer de sus sueños”, reflejaban esa creatividad obstinada de Don Evodio; aquella que también se plasmó en libros como Poema sin respeto al dollar ni al metro (1968); Variaciones sobre un mismo tema (1970); Opus rojos (1971); Opus Eros (1973); Opus Pithecanthropus; Versos bojes a mi tierra (1987); Jazz en rojo sostenido menor. Libro antipoetiso (1988); Huazamotoscora, Rezos ateos (1996), entre otros.

En el saber y no en el creer, a sus hijos heredó el amor y pasión por el arte y la cultura, esa inspiración resonante como su tololoache rupestre.

Hoy su hijo Evodio es escritor, poeta y uno de los mejores críticos literarios de México. Oscar Alfonso con el jazz experimental y la pintura trasciende en Europa, al igual Arturo en Holanda.
El antropólogo Yuri Alex; el nieto Amat como director, productor y guionista cinematográfico, ganador en 2013 del premio como Mejor Directivo del Festival de Cine de Cannes, por su película “Heli”.

Jazzista y pintor
En el Encuentro Internacional de Escritores 2014 de Durango, Evodio Escalante fue homenajeado por su trayectoria literaria. Ahí, Oscar Alfonso tocó jazz con su grupo YouDrone y al lado de su hermano galardonado.
Oscar no usa un “tololoache rupestre” pero sí un saxofón “alterado” –como él lo nombra- hecho con tubería hidráulica de cobre y objetos rudimentarios, que resalta en su andar por el patio de los arcos en el Museo Gral. Francisco Villa, tras la ejecución de su jazz experimental.
Recuerda aquella atmósfera hogareña llena de jazz, literatura y poesía; “mi papá tenía música siempre, era un fanático jazzista; de forma autodidacta hacía música para su poesía. Hoy la música es mi vida, como una gran influencia de mi papá”.
Admite que le gusta experimentar, buscar cosas nuevas, trabajar otros instrumentos en madera, como marimbas y teponaxtles.
Con su silueta reflejada entre los arcos a causa de los rayos del sol, sin embargo, no puede dejar de observar al Durango actual, tras varias décadas de ausencia. Su mirada titubeante presagia escenarios poco halagüeños.
“Esta tierra trae recuerdos, añoranzas, pero también lamentos, desgraciadamente no ha permeado esa revolución de las ideas, es muy difícil que el arte sea fuerte en una sociedad orientada a mantener un estatus de riqueza”, reclama.
“El arte es revolución, transgredir lo establecido y transformarlo, siempre abre ventanas y visiona posibilidades de mejorar y superar cualquier cosa; cura, libera frustraciones. La música es parte de esa pasión”.

Evodio Escalante en Durango
Evodio Escalante en Durango

De abogado a crítico literario 

Evodio Escalante
Evodio Escalante
Con esa revolución, Evodio aprovechó el “jam session” al lado de Óscar, tocando los teclados y el sax soprano, con una experimentación que fluía en cada una de las notas. Él también acepta esa admiración hacia la familia Escalante. Su participación demostró esa influencia literaria y artística heredada de su padre.
“Mi hermano Óscar en la pintura y en la música, y mi sobrino Amat en la cinematografía son resultado de esa atmosfera cultural que vivimos con mi papá y mi mamá, ante sus gustos por los libros, de arte, filosofía; revistas de la época, cuadros y fotos de personajes históricos en casa”.
“En casa oíamos música clásica; el gusto por el jazz viene de esas experiencias infantiles”, expresa.
Y recuerda alguna vez que Don Evodio regaló un piano a su mamá en su cumpleaños. “En ese instrumento tuve mis primeras experiencias musicales”.
Esa atmósfera produjo una pasión por la literatura, hasta cambiar su vida; de abogado, inició su búsqueda en la Ciudad de México, que lo llevó a la crítica literaria y al magisterio.
Recuerda que un Encuentro de críticos literarios en 1972, en Xalapa, Veracruz, marcó su comienzo. Conoció al escritor Carlos Monsiváis y a José Revueltas, a quien ya había dedicado un texto en su ensayo de Francisco Montoya de la Cruz.
“No sé si lo recibió, pero él sí me recibió como si me conociera de toda la vida; inmediatamente me identificó ‘ah, tú eres Evodio’, y me dio un abrazo”, afirma.
Dos años después, en la Ciudad de México Monsiváis lo invita a escribir reseñas literarias para la revista Siempre, el mejor suplemento de la época.
La literatura es toda una disciplina, como la música misma, “si tocas un instrumento y dejas 15 días de hacerlo olvidas lo que sabías; requiere una constancia, si no te oxidas, es igual con la escritura, hay que leer y escribir”.
También expresa con desánimo esa poca identificación del arte y la cultura en México, en especial esa poca lectura, que llega a ser incluso desesperante para un crítico literario, poeta y escritor.
La deseducación y carencias económicas, señala como posibles causas; “y también a un sesgo político, al gobierno le conviene que la gente no lea, y que se guíe por la televisión, que a su vez está muy controlada”.
Destaca que los tirajes de los libros son pequeños, porque hay pocos lectores, además, se van a la novela, cuento o crónica; la crítica es un sector más reducido.

Crápula
Crápula
Mientras intercambia palabras con otros escritores, no escatima esfuerzos en admitir lo complicado que resulta para un crítico literario publicar libros de poesía.
“¿Cómo puedes tú criticar a los demás y luego publicar un libro de poemas malo?; hay una mayor exigencia, el cerebro se va orientando más al trabajo intelectual y no al trabajo creativo, a eso atribuyo las pocas publicaciones de poesía”.
“Por mi ocupación académica, he dedicado más tiempo y espacio a la crítica, y escribo poco poesía, aunque he publicado varios libros de poesía”.
Su más reciente libro de poesía “Crápula”, publicado en 2013 por José Ángel Leyva, lo llena de satisfacción, como un logro más.
Su aprecio y acoso amigable de muchas personas se observa en cada lugar que llega; nadie quisiera dejar de cruzar palabras a uno de los críticos más reconocidos del país, a uno de los herederos de Don Evodio Escalante Vargas, fallecido en el 2003, a la edad de 81 años.