Jordi Virallonga

El 31 de agosto, a las 19 hs., se presenta en México, en la Casa del poeta Ramón López Velarde, su antología “Por si no puedes”. Un adelanto del poeta catalán.

 

 

Jordi Virallonga (Barcelona, 1955) es catedrático de Literatura Española de la Universidad de Barcelona y Presidente del Aula de Poesía de Barcelona desde su fundación, en el año 1989. Su obra poética comprende: Saberte (Laertes, 1981), Perímetro de un día (Laertes, 1986), El perfil de los pacíficos (Libertarias/Prodhufi, 1992), Crónicas de usura (Kutxa, 1996 y Plaza&Janés, 1999 – Premio Ciudad de Irún, 1996), Los poemas de Turín (Lumen, 2001), la antología Llevarte el día a casa (Ayto, de Málaga, 2000, con prólogo de José Hierro), y Todo parece indicar (Hiperión, 2003 – Premio Valencia, Alfonso el Magnánimo, 2003). En traducción al italiano ha publicado Il profilo dei pacifici/Le poesie di Torino (Edizioni dell’Orso, Torino, 1992 –Trad. de Franca Manzini) y Cronache d’Usura (Campanotto Editore, Pacían di Prato (UD), 1999 –Trad, di Gaetano Longo). Algunos de sus poemas fueron también vertidos al francés, inglés, portugués, rumano, macedonio y danés.
Ha traducido al castellano a los poetas portugueses Herberto Helder, Luis Quintais, José Jorge Letria y Luiza Neto Jorge; a los italianos Eugenio Montale y Gaetano Longo; y a los catalanes J. Verdaguer y  Salvat Papasseit, entre muchos otros.  Su antología Sol de sal (Barcelona, DVD ediciones, 2003) reúne a 20 poetas catalanes del último cuarto del siglo XX, traducidos al castellano, en edición bilingüe.
Entre sus libros de ensayo cabe destacar: José Agustín Goytisolo, vida y obra (Libertarias, Madrid, 1992) y la edición crítica de El Ángel verde de José Agustín Goytisolo (Libertarias, Madrid, 1993).                      Colabora en diversas revistas especializadas y en los periódicos españoles El país (Madrid),y La Vanguardia y Avui (Barcelona).

 

Jordi Virallonga

HIGIENE

Puedo abrir los ojos
y crear el universo,
o cerrarlos,
y plantado ante el espejo escupir sangre
sólo cada tres o cuatro meses,
no pasa cada día,
y advertir que aunque caiga pronto
vosotros  –y vosotras, perdón,  se me olvidaba-
correréis la misma suerte,
eso es, no sé si me explico,
y que no os bastará saber para estar vivos,
peor aún, ni la fe para ganar el cielo.

 

EL MIEDO PEQUEÑO

Tienes miedo de amar,
de pedir visita al urólogo,
de llorar al final de la serie, de que pierda
tu equipo de fútbol, de reír si nadie ríe,
de estar gordo, de tener un pecho pequeño
o muy grande,
de que no te inviten a las fiestas.

Tienes miedo de aburrirte, de saber, de pensar,
de fumar, de beber, de leer o no leer, de ir en moto,
de salir, de dormir mucho o dormir poco,
de vivir sin ganar un reino más alto.

No has visto nunca a los pobres
que coleccionan catálogos turísticos
y hablan de su señora que respira
pensando me gusta Barcelona,
llegar a casa, que me proteja la ley
y prevenga a mi marido.

Vives de una forma vaga mas respetas
este oficio de ser civilizada y no preguntas
por cosas de poetas y hechiceros.
Ya no quieres saber más, ahora eliges
a un tal Freud o a Dios, según convenga,
pero aún así te encuentras mal y no te basta
solamente con las copas y las cremas.

Tienes un miedo natural, tú dices como todos,
pero tu estirpe no te aleja del hombre
ni de la prostitución marital que permites
con desidia y con respeto.

No me dice nada tu miedo tan pequeño,
eres poco, ni sabes que eres casi,
una insuficiencia,
un perro que se lame el sexo
pero le importa la vergüenza.

El mundo que has visto
no es el que pintó Egon Schielle
con la polla en la mano,
eso es una grosería,
pero no que tu cuerpo sea de otro
y tu cabeza la des sin mucho esfuerzo.

Que el porvenir te traiga la nostalgia
y no se dé ninguna prisa,
que el funcionario te ampare
y que Dios exista, te deseo,
porque de no ser así
habrás echado a perder tu vida
y también la de los hijos de tus hijos,
en nombre de toda la pasividad
que ayudaste a esparcir sobre la tierra.

 

LA MUERTE NO ES LA MUERTE, ES UN MUERTO.

Salir de casa para encontrar
un camino repetido no es en vano.

No te preocupa ser quien pasa,
que el agua llegue al mar,
sino que deje de ser dulce y de ser río.

Si pensaras como Rilke la muerte,
qué inusual sería morir,

pero la muerte no es la muerte, es un muerto,
y habita en el recuerdo de algo vivo,
como un ojo en el salitre de la puerta.

 

EL AMOR CUESTA MÁS DE LO QUE VALE

El amor cuesta más de lo que vale,
a algunos mucho más y otros se alegran
de que exista ese dolor que desconocen
si con la debilidad salen ganando.

Se llaman miserables y tienen siempre
una casa al final de algún sitio,
llaman borracho a los dejados, insolventes,
debiluchos depresivos furibundos
para los que encargan libros de autoayuda,
para dejarlo todo en la custodia
de los fuertes, los pacíficos
sensibles a la tuerca y la factura.

Los algunos nada tienen que ver con los otros,
no tienen domicilio, por eso leen mucho
y escriben improperios que a veces tachan
para que no se note que aman la poesía.

Por fin tienen dos ventajas con que embisten:
conociendo el odio no odian casi a nadie,
y lo mismo que los perros, duermen poco,
aman más a quien está más triste,
no te abandonan ni aconsejan ni te avisan
y un día se mueren pronto para dar menos disgusto.

 

MIEDO DEL EJECUTIVO

Pasas horas para que quede menos tiempo,
es la desidia quien produce este cansancio
que de nada le sirve a tus amigos,
que no cuenta como excusa en el trabajo,
al médico de urgencia, y creces
con el deseo pidiendo recompensas.
Tanto esperar y cuando pasa ni te mira.

No siento dolor, es un resto acibarado
que suplo con un curtido fogueo de apatía.
Mañana echaré otra vez los dados
y llegaré a casa con los bolsillos vueltos.

No puede ser mejor la riqueza
que este puto recuerdo y esta puta nostalgia
de nada, de nada, de nada.

 

AYUDANDO A CONSTRUIR EL NUEVO MUNDO

No tiene ningún interés la costumbre,
es paciente, hay que masticarla siendo cordial:
perdone, gracias, bajo a la siguiente,
lo mismo diez veces cada día,
aunque no sientas lo que dices,
ni lo escuches,
como cuando corres los visillos
y oyes al subir las persianas
que en las tiendas habrá ropa,
platea en los teatros, noticias
con pelícanos y muertos,
que te importan más bien poco.

No te asustes más, contra ti no tiene
ninguna estrategia el olvido,
sólo estás ayudando a construir el nuevo mundo.

Tienes el corazón en la cabeza,
por eso no tienes corazón.

 

REQUIEM

Reconócelo, eres oblicuo,
has de decir pero no eliges
distancias exactas,

pierdes aunque tengas razón,
porque la verdad no existe ni se mide en línea recta,
pero pierdes,
eres como un castillo en ruinas,
la arena de una guerra en que has caído
y alguien pensará
que todos menos tú conservan en sus fiestas
la cabeza sin problema,
una pírrica arrogancia
con un flanco por el que han entrado
cuando estaba destruido,
pero no vas a pedir perdón ni a pasar cuentas
cuando vengan un día a despedirte.

Les darás la cara echado,
hablarán de ti aunque no quieran
y perdurarás cuando den tus cenizas al olivo,
porque quienes vivimos con pasión
ya alteramos el tiempo para siempre.

 

TERMINAR LAS COSAS

Todo hombre ha soñado en terminar las cosas,
pero sólo pone los infinitivos, los plurales,
deja inacabado el crucigrama,
las gafas encima de la mesa,
y se pone a descansar.

Ya no admira el dolor,
lo que hizo pudo hacerlo cualquiera,
fue como jugar a cartas, beber gratis
o pagar una ronda de cervezas.

Ahora ya no escoge,
prefiere sólo a este hombre en paz,
declina el honor del vencido
y renuncia a la nostalgia,
porque es tarde para reconciliar
quien pudo ser con otras vidas.

Es mejor callar, tampoco lo elige,
como no elige observar el expolio,
se conforma con estas dos ventanas,
la paz que da saber que de todo lo que pase
ya tan sólo lo demás tiene importancia.

 

 

LAS SOLEDADES DE JORDI VIRALLONGA
Julio José Ordovás

Son muchos los ingenuos que todavía creen que para escribir poesía es preciso abismarse en los agujeros del alma, dinamitar la sintaxis y, para mayor inri, llevar una vida lo más calamitosa posible, jalonada de excesos y aderezada con toda suerte de descalabros. Incomprensiblemente, el mito del poète maudit no sólo sobrevive sino que además goza de una estupenda salud, lo cual, bien mirado, tampoco es de extrañar, habida cuenta de que esa inmensa minoría de lectores que aún parecen sentir un cierto interés por las metáforas no buscan entre verso y verso sino un corazón hecho jirones, o un ovillo de vísceras o, al menos, un rostro desencajado.
 Tengo para mí que todo poema viene a ser, en definitiva, un fragmento del espejo del alma de quien lo ha escrito. Este muy discutible aserto uno conjeturaría que es particularmente cierto en el caso de Jordi Virallonga. Y es que a Jordi Virallonga se le adivina el flequillo rebelde o siquiera revoltoso del eterno adolescente, la mirada azul y miope del hombre que no ha conseguido desembarazarse de la sombra del niño que fue y continúa sacándoles brillo a escondidas, una noche y otra noche, a los revólveres de juguete que unos tíos suyos lejanos le regalalron el día de su Primera Comunión.
Lo primero que llama la atención de la poesía de Jordi VIrallonga es su pomposo desenfado, la aparatosa solemnidad de que se sirve confrecuencia para tratar los asuntos   -digamos- cotidianos, su calculada mezcla de vehemencia y frivolidad, como si quisiera hacernos creer que no se toma en serio el juego de hacer versos, y es más, como si pretendiera convencernos de que ni siquiera se toma en serio a sí mismo, cosa insólita, dicho sea de paso, entre los de su oficio. Y de ahí, claro, ese gusto suyo por los títulos desconcertantes, cargados de ironía y a la vez transidos de amargura o tocados por la melancolía.
La ironía es siempre una arma peligrosa para el poeta, pues puede estallarle en las manos, igual que una pistola con el cañón cegado. Jordi Virallonga, curiosamente, la emplea en defensa propia, para encubrir o disimular en la medida de lo posible el intimismo, presente en todos y cada uno de los poemas, pero muy especialmente de maera inevitable, en los de amor. No quiero con esto decir que Jordi Virallonga sea un poeta amoroso. Sin embargo, sí es verdad que ha escrito un buen puñado de poemas de amoe memorables, como los que componen “La ciudad que fuimos”, la primera de las tres series que conformas Crónicas de usura.

En lo que a tan delicada cuestión poética respecta, me temo que no hay nada tan difícil como escribir poemas de amor sin caer en la cursilería o incurrir en el efectismo vacuo. Si Jordi Virallonga o consigue es porque ha aprendido y asimilado a las mil maravillas las lecciones de Neruda, de Salinas y last but not least, de Pavese, a mi ver el poeta con quien , a todos los efectos, tiene contraída una deuda mayor.

Los poemas de Jordi Virallonga están hechos de nostalgias, de rutina, de miradas entorno, de desengaños, de poemas escritos por otros –Gil de Biedma y José Hierro, por ejemplo, son homenajeados implícita e incluso explícitamente- de sueños incumplidos y afanes vanos, de acíbar, de ternura –palabra que, por cierto, Virallonga no tiene empacho en utilizar reiteradamente, para desespero, supongo, de los que no pueden ver un corazón desnudo de cintura para arriba- y de alguna que otra tarde de domingo. Poniendo buen cuidado en no practicar ni por descuido ese exhibicionismo gratuito que para algunos es la sal de la poesía, Virallonga recorre las páginas del álbum de su vida para rescatar o más bien preservar del olvido esas “fotos ávidas de voces” de que hablara Robert Lowell. Y sin embargo, qué extraño, uno juraría que escribe siempre en presente de indicativo, como si cada poema fuera una entrada de diario.

Complicada tarea la de intentar explicarse uno a sí mismo, arrojando el tembloroso haz de luz de la poesía sobre esos rincones en los que tan sólo afloran manchas de humedad y teje su siniestra tela esa araña llamada olvido que se alimenta no de nuestros despojos, como cabría esperar, sino del suministro de felicidad que atesoramos en previsión de otros días aún peores, los días oscuros que comienzan en cuanto pasa el verano e irrumpe la lluvia, esa lluvia tenaz y sórdida que se mete en los zapatos y, como diría el propio Jordi Virallonga parodiando a Gil de Biedma, hace que uno se sienta “calado hasta los huevos”.

Porque otra de las características definitorias de la poesía de Jordi Virallonga es su alto voltaje humorístico. Podría pensarse que el humor lo utiliza como eficaz cosmético, por ver de maquillar la notable dosis de tristeza que impregna sus versos. Pero no. Al contrario. Virallonga no es un fingidor, no quiere serlo, no juega a serlo. Su causticidad es innata, no impostada. Por eso brota, o mejor dicho, estalla imprevisiblemente, para sorpresa del lector, quien no en vano llega a tener, en determinados momentos, la angustia sensación de haberse adentrado, sin siquiera sospecharlo, en un campo sembrado de minas.

Sorprendentes son, asimismo, la facilidad y la felicidad con las que Virallonga cambia de registro sin necesidad de alterar el tono, siempre entre doliente y zumbón. Porque Virallonga tiene también ínfulas de moralista, con un cierto aire francés, a lo Léautaud, y no desaprovecha la ocasión de fustigar nuestros vicios y costumbres, bien mediante retratos demoledores, o bien a base de pullas envenenadas, dirigidas contra los que se encargan de enrarecer el clima de esta sociedad nuestra. No es casual, además, que este moralismo cargado de sarcasmos le recuerde a uno a los más conspicuos practicantes de aquella corriente –tan denostada hoy como a mi juicio necesaria en aquel tiempo y en aquel país- que se dio en llamar poesía social o, como lo denomina con desaforada altisonancia Antonio Martínez Sarrión, poesía de resistencia antifascista.

Arrebatado y mordaz, desgarrado y tierno, muy moderno y muy antiguo, Virallonga es uno de esos poetas que, aunque se desdoblen en varios personajes, son siempre ellos mismos, entre otras cosas porque son dueños de una mirada, de una voz y de un mundo propios e inconfundibles. Con estos tres ases en la manga, apuesto a que Virallonga conseguirá ganarle sin problemas la partida a ese juez insobornable que es el tiempo.