Armando Alanís Pulido

El duranguense Gilberto Lastra escribe sobre la poesía, la privada y la pública, del autor regiomontano Alanís Pulido.

 

 

 

 

 

El ritual del susodicho (silencio)

Los poemas en los recovecos del aire

Gilberto Lastra Guerrero

 

Parecieran escritos en las puertas, en las bardas, en los espejos y en los vidrios de una casa cualquiera de Monterrey. Armando Alanís Pulido (Nuevo León)  sigue fiel al ritual del anonimato. Ése centro de la distancia, entramado a la raíz de la sensación primera, que nos hace regresar cuando damos vuelta a la esquina, a la página, cuando la última línea se esfuma y nos deja esa melodía que se entreteje con la nada y funda el recuerdo.

 

El Ritual del susodicho (Ritual do dito cujo), editado por Mantis Editores, Selo Sebastião Grifo y la Universidad Autónoma de Nuevo León, es la muestra de esa destreza que es la tristeza para el autor, que al paso de la experiencia sigue insaciable en su intento por contener y ser contenido por el tiempo, rasgando al atardecer alcanzando lo que quiere al final dejar ir: la expresión. Claro, después acariciarla, de beber de ella, de saberla lejana. De no tener más remedio que soltarla como una lágrima, como ver perderse alguien en una esquina cualquiera, irse en zigzag al fondo de un estanque blanco.

            Como un castigo injusto

            las cosas se prolongan unas en otras

            es la naturaleza en descomposición

            que me alcanza

            y en la verdad profunda no me alcanzo.

El impulso de la palabra por asomarse a la realidad, al texto, es, en el caso de Armando Alanís Pulido, el punto de encuentro con el lector, con aquel que no sabe qué buscar, y al final, cuando termina de conjugarse las significaciones, no le queda más que sonreír.

 

Un poeta del espacio, del tiempo, del ritmo de la ciudad. A veces hay materia para escribir y otras no la hay, pero sigue habiendo la prosodia del cuerpo y el pensamiento que se articulan en cada uno de los poemas. Se arriesga. Escribe cuando la palabra se ha negado, como desafiando, pero a veces gana y otras pierde. Pero aquí no hay diferencia entre ambas. Es la magia de la rutina. Reconoce sínicamente cuando a pesar de la negativa, el verso ha sido engañado y ya es un poema.

            Aquí lo visible

            es una coreografía

            que tengo muy bien ensayada.

Armando Alanís Pulido  no necesita una presentación, es un prestidigitador que no necesita la página para escribir. Los textos son tan espontáneos, que muy en lo hondo de cada uno, salen a la luz al paso de los ojos por la tinta absorbida por el papel, igualmente puede ser absorbida por un espejo, el reflejo del agua, una lágrima, el destello del alumbrado de un cerro de Monterrey.

 

            Breve, como si al terminar de escribir el poema continuara solo, para que cada persona que pasa, o lee, o siente, o piensa, Armando mira a todos los que caminan entre sus pensamientos como en una ciudad, donde la sorpresa es la tentativa número uno para ir.

 

            La crítica insiste en usarse y desusarse a favor o en contra del autor. Pero recrear a Alanís Pulido es caer en su juego, en su trampa. En la rapidez del pensamiento que se adelante, que a veces tiene que regresar y darle sentido a la expresión. Siempre está en el lugar menos adecuado, pero siempre saca el mejor provecho. Inasible. Arisco. Citadino. Acostumbrado al ir y venir. Al escapismo para sorprender cuando está detrás de uno con el verso menos pensado.

 

            El juego, la sobriedad de la palabra, la sobriedad de la amistad a la lejanía, Alanís, conjuga además con destreza las piezas de algo condenado a no ser la epifanía, y logra, como realmente pocos, darle sentido a los que solamente pasó como una paloma que busca arroz que tira un niño en una plaza; o la mujer que espera un taxi y uno sólo la puede mirar mientras pasa; la barda con un ingenioso poema que se le queda a uno como una canción.

 

            Se convierte en el texto en el “sí mismo” colectivo. Se recrea. Es el poeta en todas sus facetas, y todo, en un mismo libro. Y además, bilingüe.