Política Vs Cultura

samuel-vazquezSamuel Vázquez, escritor, músico, director escénico, promotor cultural colombiano, escribe una carta a un activista cultural indígena que apuesta por la política.

 

 

 

 

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Samuel Vázquez

 

Samuel Vázquez (Medellín, Colombia)

 

León Darío Posada, es ahora el presidente de la ASI (Asociación Social Indígena),  grupo que ha dado los avales a Sergio Fajardo para presentarse, como candidato a la Alcaldía de Medellín, a la Presidencia de la República.

 

León Darío,

En lo poco que nos pudimos conocer en el Consejo de Cultura, te recuerdo como un hombre con buenas intenciones.
Ahora te veo metido de lleno en la política. Ay… la política.
La política, que podría ser por excelencia la acción de la generosidad, la convirtieron –los mismos políticos– en la expresión del culto a la imagen, en el más eficaz medio de publicidad, en el ejercicio discriminatorio del poder. De allí su interés en el dinero para las campañas, en las vallas, en los carteles, en los avisos, en las entrevistas, en los debates televisados, en la internet. Poco les importa la trasmutación de la realidad, que se hace inaplazable. No podemos seguir apuñaleando impunemente el planeta. No podemos seguir sacrificando generación tras generación de seres humanos sin que alcancen un mínimo de dignidad en la tierra. Ya no basta transformar la realidad como proponía Marx, ahora se hace necesario y urgente transmutarla. Pero nuestros políticos, tan preocupados por la imagen, siguen brillando el espejo sin importarles la suciedad del rostro.
Los políticos pasan, la miseria queda.

 

La política es la feria de las vanidades. Como adoran el culto a la personalidad, olvidan que esta comunidad no la cambia un solo personaje, por honesto que haya sido. Como somos tan íntimamente ladrones y corruptos, hemos convertido una obligación en una virtud: La honestidad por sí sola no avala a nadie para desempeñar ningún oficio por humilde que este sea.
Hace seis años que oigo decir que “los dineros públicos son sagrados”.

 

Pero antes que el dinero público, muchísimo antes, es sagrado el ser humano, niño, adulto y anciano. Mucho antes que el dinero público, es sagrado el aire que contaminamos, es sagrada el agua que ensuciamos y privatizamos, es sagrado el árbol que talamos, es sagrada la tierra que expropiamos a los desplazados y toda la demás, es sagrado el cielo, es sagrada nuestra casa. Tú que estás con los indígenas, ¿no hay que pensar más y mejor en la Pacha-mama?
Lo menos sagrado, verdaderamente, es el dinero. Esa mierda del diablo, como la llamó alguien. Pero si vamos a hablar de dinero, tendríamos que señalar que todo dinero es público, porque el dinero privado, exclusivamente privado, al carecer de valor de uso agota su valor en su privacidad, y no recupera su valor de cambio hasta que admita hacerse público.
Nuestra realidad no la cambia un personaje por simpático, ingenuo u honesto que sea.

 

Podemos conseguir millones de votos — hay en nosotros una vocación gregaria que ya es atávica–  para que alguien ejerza un poder con sus copartidarios  para realizar algunas ideas personales, pero este bello y trágico país no le importará después de elegido. Sólo le importará el ejercicio del poder para su altar personal y la distribución caprichosa –y nada sagrada– de los dineros públicos. No veo el amor, no veo la alegría, no veo el dolor, no veo la rabia que esta comunidad necesita, que la justicia reclama, que la equidad pide, que la fraternidad exige.

 

Un abrazo,
samuel