Muere Snodgrass, vive Snodgrass

Les participo con profunda tristeza que W.D. Snodgrass, Premio Pulizer de poesía 1960, perteneciente al movimiento conocido como poesía confesional, queridísimo y admirado poeta, está en la etapa terminal de un cáncer pulmonar, mientras recibe atención especializada en su casa en Nueva York. Lo acompaña su esposa Kathy, muy querida amiga nuestra, de quien recibí el escrito siguiente y que quiero compartir con ustedes,

un saludo afectuoso para todos,
Dana Gelinas

El pasado martes 13 por la mañana, acompañado por su esposa y su hija, murió W.D. Snodgrass en su casa de Madison County, Nueva York, después de una batalla de cuatro meses contra un cáncer pulmonar. Snodgrass nació en Wilkinsburg, Pennsylvania, en 1926. Su libro La aguja del corazón (publicado en México por la editorial Aldus), que recibió el Pulitzer en 1960, ha sido una gran influencia para poetas posteriores. Dentro de la historia de la literatura, la obra de Snodgrass, al lado de la de Anne Sexton, Robert Lowell y Sylvia Plath, es ubicada dentro de la llamada «poesía confesional», término que el autor no aceptaba, según sus propias palabras, «porque el término confesional posee una connotación intrínseca de culpabilidad». En su poesía —con títulos como Pasada la experiencia, Seis canciones de trovador y El búnker del Führer—, Snodgrass con frecuencia tomó como punto de partida un conflicto personal, un suceso histórico, o un simple hecho de la vida cotidiana, y a partir de ello asociaba recuerdos y hacía un seguimiento riguroso del comportamiento de su propio interior: sus métodos de investigación se aplican sobre todo al alma humana, que parece mantener un cierto comportamiento políticamente correcto, mientras que debajo de cada vestidura luchan por salir a flote las pasiones humanas.

W.D. Snodgrass

Pegado de:   Milenio

 

 

Snodgrass

» Contiendas y nenúfares

se aquietan en las pesadas aguas;

una treintena de ranas

saltan a cada paso que das;

el vientre de un pez resplandece

confundido entre los podridos troncos.

Allá cerca de las rocas grisáceas

ratas almizcleras se sumergen y giran.

Saliendo de su contorno de limo

una negra babosa de agua se arrastra

invertida sobre la superficie

hacia aquel alimento que ha de elegir.

Tú alzas los ojos; mientras caminas

el sol se estremece y cae preso

en el cerco de cañas de los árboles,

entre sus tallos muertos.

¿Hurgas en el barro, viejo corazón,

qué estás haciendo aquí? »

Pegado de:  palabraenelarroyo.blogspot.com

 

 

Búhos

Detente; los grandes búhos cornados

están llamando desde los límites del bosque; escucha.

Aquí, el oscuro macho, bajo

y bramante, estremece al valle entero.

Allá, la hembra, alta y clara, resolviéndose

restaura el silencio.

Los helados bosques penetran

en su respiración, lenta, acechante, y ahora la de ambos

se acopla, cercana a la armonía.

Éstas son las peores noches del año,

el hielo cristaliza las ramas más altas,

la nieve vieja yace en lo profundo del suelo,

y hay nieve en los nidos que los halcones de cola roja

se adueñaron.

Nada atraviesa la costra del suelo.

Ninguna ardilla, ningún conejo o huella de roedor.

Ningún cuervo tiene crías que robar.

En estas noches el aire de acero retumba

como rejas de prisión, vacío y negro

como el interior de tu pecho.

Ahora los grandes búhos ganan

el aire, los llamados del macho ganan

en profundidad y resonancia, toman

un áspero nido, toman a su pareja

y, extendiendo las largas alas, emprenden

el vuelo, sin dejarse guiar y apartados, su voz se entrecruza

para calibrar la ciega sinapsis

sobre las blancas y muertas llanuras;

el muerto, negro boscaje, donde ellos inician

sondeos sobre lo que no corre prisa, sondeándose

el uno al otro, y cada uno a sí mismo.

De If birds build with your hair
Traducción y nota de Dana Gelinas