Cuatro poemas:
Audomaro Hidalgo

OSCURA MAREA

Propicia voces, echa abajo puertas,
su labor es circular pero no cíclica,
agazapada como una felina dispuesta al zarpazo,
apostada en su errante trono de sombra,
bella que no duerme y no desea ningún príncipe,
mi sangre tiene la tibieza de una hembra en celo,
sabe parir pendencias, bruscas máscaras de locura,
estallidos fulgurantes en las cantinas.

Mi sangre busca espejos sepultados,
explora recintos sumergidos, en su vagar sonámbulo
despierta criaturas, escucha bramidos, siente hálitos,
a solas contra la puerta imposible del día
abre canales interiores, pocas veces veo su cara;
es una embarcación que llega o parte,
hacia regiones donde nunca he estado me lleva,
me llama con su respiración de anfibia,
me atrae con su misterioso imán salvaje.

Loba en las noches de mi carne, gata de oscuros malabares,
perra que huella y lame mis orillas,
víbora caliente que me envuelve y me obsede,
medusa lúbrica que en mí respira,
pájara que chilla y canta entre espesuras,
cierva en los alrededores del placer y el espanto,
sus belfos y su hocico sombríos me arrebatan.

Bajo la luna mi sangre cae por las gradas del sueño,
diosa destronada en busca de sus fragmentos,
dadora de la llave de fuego,
emisaria del canto, roja madrina de visiones,
hambrienta pordiosera dejada del día;
es la hoguera en la penumbra del templo,
la ceremonia inadvertida a la que asisto cada día.
¡Qué hermoso hablar en lenguas es mi sangre!

Me interroga, me ausculta,
es ella quien dicta lo que desconozco,
hechicera que me conduce al otro lado,
allá donde no soy sino lo que ella me descubre,
lo olvidado, mi rostro verdadero, mi palabra enterrada,
sepultada catedral de los instintos,
marea circular que aparta diques, desborda estuarios,
golpea con voz indescifrable mis costas día y noche.

NOCTUMBRE DE TAMBORES

Tambores, tambores, tambores,
tambores de los astros, percusiones
de las mareas y de las galaxias
contra los muros, contra los edificios;
tambores de partida y de llegada,
tambores y taladros, marros y martillos,
golpes parejos de tambores
como un solo dictamen;
senderos del silencio, rutas de viaje;
tambores anunciando la aventura,
tambores que escuché en Ambato,
repetidos en Samaipata;
tambores en el cruce de caminos,
en el centro sin centro,
procesión de tambores, palmas abiertas
en la cintura de la noche,
en las nalgas rosadas del deseo,
en el cuero, en el cuero de la muerte;
tambores de la lluvia,
tambores de los pájaros,
tumulto de tambores del océano,
el gran tambor del mar,
marea de sonidos y de golpes,
galope de tambores en el sueño,
hordas de percusiones,
danza de las columnas y las piedras;
los primeros orines del alba,
el agrio olor de las tlapalerías,
tambores desvelados de la sangre,
el oscuro tambor del corazón,
sol envuelto en tinieblas,
casa del fuego, granada de las llamas;
racimo de tambores que palpitan
igual que las estrellas;
tambores del pantano,
áspera orgia de los sapos y de las ranas;
diminutos tambores tus pezones,
tambores en la plaza de tu vientre,
lengua caliente, herida al infinito,
tallo erguido del clítoris,
abierta rosa descarnada,
ascuas de un mar oculto,
botón de fuego que no quema,
estremecimiento nocturno,
temblor tectónico de la carne;
tambores, tambores, tambores,
desatados tambores de la noche:
las circulares reses del insomnio
en las norias vacías de mi frente,
cruzan por las corrientes de mis ojos,
orillan pensamientos anegados;
manadas de tambores en el pecho,
tambores en parvadas fugitivos
al fondo de las venas, al fondo de tus sueños;
tambores que se ayuntan
untados por la leche de la luna,
marea circular que trae,
certera y dolorosa,
las joyas de la sangre del comienzo;
tambores de las plantas;
tambores sepultados de las minas,
remolino de tumbas y tambores,
el río de tambores de los muertos,
río torpe, callado,
remolino de imágenes de la infancia,
puzle que no se volverá a juntar;
tambores sin cabeza
clavados en las picas del deseo,
guillotina en la nuca del lenguaje,
hermoso y deslumbrante filo de la noche,
estacas de palabras y de sílabas,
percusiones que nos convocan
como barcos piratas que saquean
el errante tesoro de la vida;
los tambores maduros de la música,
el árbol solitario de la carne
colgado de la cresta de las llamas,
en medio de la noche
sembrada de tambores
como labios lascivos,
como frutos de jade
en fuga apenas extiendo las manos;
inciensos, danzas, bailes,
rotación de los astros,
ceremonia del fuego,
auspicios de la lluvia,
caracoles del tiempo ciegos;
tambores de semillas y de voces;
tambores en los sótanos, en las cavas tambores,
tambores arrojados de este lado
que golpean, que están tocando hoy hace mil años,
en Otumba, tambores en Otumba;
tambores, tambores, tambores;
rotos tambores de los grillos,
tambores roncos de los gallos,
oídos para los tambores del cosmos
y de la sangre;
oídos en la noche, en tu cuerpo oídos.

 

Los designios de la intemperie, 2023

 

 

 

FIGURILLA MEXICANA

Te ofrezco las mazorcas solares de mi mano izquierda. Siembra los granos o muélelos como sesos de gorrión o dientes. Bajo la luna, mis mazorcas son una almohada de brasas donde puedes reclinar tu sueño. Pero no esperes de mí días de guardar, porque yo pertenezco a la intemperie. Mis collares y ajorcas no brillan, son talismanes para convocar las corrientes nocturnas, o apaciguarlas. Como las sonajas y cascabeles del viento en el follaje, como la cascada que rompe sus huesos de espuma contra las rocas, como los chillidos del ave que estrían la noche, así se escuchan, así suenan mis alhajas sin resplandor. Mi linaje es una genealogía de raíces. Estoy desnuda de nombres. Nací hace mil años pero soy más joven que tú. Mi mano derecha conoce la humedad anterior al tiempo. Con ella podría cubrir mi sexo, arrasado y limpio como un pastizal después del incendio. Mi sexo fue abierto por la más fina hoja de obsidiana hallada en las montañas. Introduce tus dedos en mi riachuelo de sangre, moja tu ser con la substancia de mi ser. Los cristales rotos que flotan en mi sangre también son tuyos. Ven a mi patria de sombra, ven a mis aguas boreales, húndete, sin remos piérdete. Vuelve a caer a la tierra de mis entrañas vacías, de donde naciste y adonde todos habrán de volver. Mira tu vértigo multiplicado en mis espejos más profundos. Yo te ofrezco las imágenes más remotas de ti, el don de vislumbrarlas un instante y acaso poder nombrarlas para que recobres tus cuerpos que arden como mazorcas en mi patria sin límites. Como una ostra aislada y expuesta, en mi centro palpita tu núcleo salvaje.

 

DISTANCIA

No, no es hora de volver. No es momento de retroceder y tomar impulso. ¿Dónde habría de caer? No he ganado nada, tampoco he perdido algo. Todo me ha dejado y yo he soltado todo. Los títulos, los grados, el diploma, los diplomados, el certificado, el pasaporte, el comprobante, el ticket, el cheque, el choque, el seguro médico, los impuestos, las medidas y las consignas, el acta de nacimiento, el acta de renacimiento, el carnet de las vacunas, los citatorios, las firmas, las fórmulas, los formularios, las declaraciones, las audiencias, el número de turno, no dicen lo que soy. Orino en medio de las salas de espera, delante de los que esperan, los que hacen filas, los aspirantes, los suspirantes, los suplicantes, los suplentes, los claudicantes, cómodos en su zona de rencor disimulado. No hay marcha atrás ni hacia adelante. No hay «vuelvo mañana» o «ya regresé». En el camino de tan cerca a tan lejos un peine de clavos raspó mi ser hasta arrancarme las escamas. No hay retorno ni carril de alta velocidad. Quité el pie del acelerador, pero no avanzo en punto neutro, por inercia. Terminaron los tiempos de decir «ayer no tuve tiempo» o «lo hago mañana». Se acabó el tiempo de las apuestas ciegas, de jugar a las carreras. Me despido del que fui, aún no soy el que seré. Nunca soy sino conjunción de forma y disolución de la forma. Pierdo y creo el tiempo, el mío, el saco de tiempo de mi talla. Me demoro. Me siento a tomar un poco de sol blanco en invierno. Tengo hambre de vida y mucha muerte por delante. Estoy plantado en este instante, en este cuarto, a la deriva de mi cuerpo, a orillas de mi pensamiento, echados junto a mí. Estoy de pie, limando una sílaba que pueble de palabras como labios incandescentes la noche muda, el minuto mudo, la lengua atravesada por un cuchillo, el lenguaje de cubrebocas que murmuran, cuchichean, susurran, intrigan, el lenguaje en voz baja, enmascarado, embozado, encapuchado, irreconocible, intraducible, apenas audible. No me acerco pero tampoco me alejo. No hay punto de partida ni de llegada. Ser la vista y los oídos y los sueños del arquero. Ser la flecha y el arco, la vibración de la cuerda y su resonancia interior, el blanco siempre nómada. ¡Ser una existencia, tener un rostro!

Sajadura, 2022


Audomaro Hidalgo (Villahermosa, 1983). Estudió literatura hispanoamericana en la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe, Argentina. Vive en Francia.