La furia del mar |
Entrevista a Silvia Tomasa Rivera |
Andrés Cisnegro

Al fondo ladran los perros, abro la puerta de cristal. En el sitio la ventana abierta, los libros y periódicos en todas las esquinas, mesas o muebles. La negra ciudad es un bálsamo para enrojecer los ojos. Ajusto la máquina de grabar, está andando (recuerda), guarda caballos de mar para después colocarlos en un cuadro blanco.

Empezamos ya con la plática, engranándose. Me comenta Silvia que La Valquiria, el suplemento que editaba en Veracruz, concluyó su ciclo. Y a modo de introducción: “Yo no me repito en los temas. Es según la circunstancia en que esté viviendo. No soy de esos poetas que pareciera que está escribiendo el mismo libro. Como Cortázar que parece siempre está escribiendo el mismo libro. Son diferentes temas. Aunque el lenguaje que ocupo está ahí, presente en todos los libros”. ¿El tema varía al estilo? “Los temas pueden variar en un autor, pero no el estilo. El estilo, lo sabemos, es la marca del escritor. El estilo de Jaime Sabines, de González Rojo, de Enriqueta Ochoa, de diferentes autores que aunque escriban cosas diferentes cuando abres sabes son ellos”. ¿Pero puede inventar un autor varios estilos? “Si se bifurca uno al momento de escribir; pero no se altera tu estilo”.

¿En qué modo el estilo se agudiza o deteriora?

Hay una diferencia (entre el primer y el último libro) el estilo se va perfeccionando, como autores tenemos más recursos, y se va definiendo cada vez más. Desde que escribes tu primer libro, ya hay una marca de su voz futura. Desde que veo un primer libro sé si un poeta tiene voz propia, o se podría decir así: si tiene talento.

¿Cómo determinas tus temas? ¿Cómo los abordas?

La poesía no tiene tema. La poesía es el tema de la poesía. Aunque hay otros, el del amor es uno, el mar es otro, el del campo otro, la muerte. Claro, todos estos temas a la hora de escribir el poema forman una sola cosa. Al final el tema es tu idea y tú defiendes tu idea inicial. Yo quiero escribir ahora un libro sobre el mar, pero hay que ver qué mar, porque los poetas de todos los tiempos han visto el mar profundo, al mar que llora sus tristezas, al que le cantan; un mar a donde llevan su desasosiego. El mar va más con la poesía que con la narrativa, sin que esto tenga que ser una regla, en este oficio no hay reglas, salvo la libertad, ya lo he dicho mucho, pero la forma de tratar el tema es lo que tiene que ver con el estilo del autor. Yo tengo el libro Los caballos del mar, y no le canto a un mar bonito, a un mar pausado, al mar donde voy a llorar mis penas o amores perdidos, le canto al mar que se arroja sobre la tierra y destruye casas y ríos y mata a los hombres, a los niños, deja las cocinas sin alimento, y la gente tiene que huir; que es el mar de los ciclones en el Golfo de México, que es un mar al que yo pertenezco, que nunca lo he visto calmado; le canto al mar fuerte, al mar intenso, le canto a la violencia del mar, no a la calma del mar; el mar nunca ha estado en calma.

El mar ya aparecía en tu primer libro…

Desde ese libro, mi primer libro, le doy el mismo tratamiento al mar, ese mar que te ahoga, un mar viril, un mar caótico, le quité ese romanticismo que generalmente los poetas le dan.

¿Conoces poetas que se metan al mar?

Los poetas que conozco no se meten a mar.

¿Cuál es uno de los ejes principales de tu poesía?

No toda mi poesía gira en torno al mar, la mayor parte gira en torno al campo.

¿Cómo es vivir en el campo y cómo en la ciudad?

Ahora regreso definitivamente, y pues regreso y estoy por publicar un libro, otro libro, y paso tiempo en la ciudad, me gusta mucho esa dualidad, me encanta la Ciudad de México, y la adoro. Lo que hago es volver, darle personalidad humana a las cosas, el mar puede ser un hombre, el campo puede ser una mujer, puede ser una tierra, que se abre con sus abismo que puede haber en algunas partes del país. El campo es mi hogar, pero también la ciudad; cuando yo me vine del campo me recibió con las puertas abiertas. Y no tengo porque no querer la ciudad, ni con los hombres, que también me han tratado muy bien. Es como dos mundos. Son visiones diferentes, percepciones diferentes. Los sentimientos son los mismos, son los sentimientos del ser. A veces es la diferencia en que los manifiesto. Tú lo manifiestas de acuerdo a tu entono, tu lenguaje, tus necesidades. ¿Diferentes sentimientos? Como autora, sí. Como mujer, no. Mis sentimientos, mi pasión por la vida, por la gente es a donde quiera que voy. Sobre la ciudad, sí, escribir sobre ella requiere una intención, y en el campo, es mi forma de estar en la poesía, y la ciudad, es la intensidad total en la misma.

¿Tienes algún miedo específico? (Silencio).

¿Qué te contesto? ¿Te doy una respuesta real o una poética?

(Un minuto de silencio)

¿A qué le tengo miedo? No sé a que le tengo miedo. A vivir sin amor, quizá. Es muy curioso, porque he escrito mucho sobre el miedo, y en este momento de mi existencia no te sabría decir a qué le tengo miedo. No es que no tenga miedo, pero no sabría decir a qué. A las víboras no les temo, he escrito mucho sobre ellas, poemas que me han dejado muy satisfecha.

¿Temes a las armas?

Sí le tengo miedo a algún arma: a los balazos no les tengo miedo, a las armas blancas sí. Todo tiempo hubo balazos en torno mío, había muertos afuera de mi casa, por el problema de tierras. En las zonas ganaderas, por una u otra cosa, siempre termina habiendo balazos. Eso fue parte de mi historia. Pero cuando vine a la ciudad y vi que la gente se mataba con armas blancas, entonces sí me dio miedo. Cuando vi que alguien mató con un cuchillo se me hizo raro, porque en el campo todos matan a balazos. La gente de campo siempre está armada. Siempre tienen un rifle bajo la cama, uno colgado en la pared, en el ropero, para defenderse. Y lo usan para matar conejos, defenderse del enemigo. El campo tiene sus propias leyes. Una ley más natural… En el campo todavía hay crímenes de honor. Pero aquí en la ciudad son por necesidad.

Un fetiche, alguna cosa preciada.

Me gustan los cuarzos, me gusta el ámbar, creo en Dios. Creo que soy una mujer que nació con una protección. Alguien dijo que Dios ayudaba a los locos y a los poetas. De que te pasa, te pasa, de que te salvas, te salvas.

¿Qué es el ámbar?

Uso piedras naturales porque me hacen sentir bien. Siempre las he usado, incluso antes de que estuvieran de moda. Yo no voy con la moda. Voy con el gusto de mi corazón, voy con lo que me pide mi corazón, mi cuerpo: con lo que pide el alma.

II

¿Y qué hace que tu poesía sea golpeante?

No escribo poesía femenina, escribo poesía. Algunas veces me han dicho que escribo como hombre. Pero la voz poética puede ser fuerte y no importa si lo escribe un hombre, una mujer. En mi poesía es raro que utilice malas palabras. Y he visto quien lo hace, y luego piensan que yo también. Pero yo creo que la poesía no necesita malas palabras para tener fuerza. Tampoco puedes estar escribiendo para un concurso, para una beca. Una poesía concesionada, a quién le va a servir. La poesía debe llegar más allá de las emociones, al alma, más allá de lo que siente, tiene que atravesar a las personas.

¿Cambiarlas?

El poeta nace diferente, desde que ya trae su destino, por eso es que son tan malos los que se dicen poetas y no tienen el don. No hace falta que sepas mucho de poesía para saber cuando estás frente a un poeta. La responsabilidad del poeta es decir cosas, y es en ese momento en que puede tocar al lector, puede ser el alma. La trascendencia depende de cómo logres que la gente viva tu poesía.

¿Qué le hace falta a la humanidad?

Frentes comunes. Que el hombre sea más puro en sus principios y no aspire sólo al poder, porque el poder es transitorio. Los ideales existen y hay que luchar por ellos. Respetar a los artistas. Los poetas de México están totalmente desprotegidos, solamente algunos tenemos apoyo, respaldos, becas. Tengo ahora un proyecto para dar servicio médico a los poetas. Estoy haciendo una fundación para esto. Yo veo una humanidad tratando de sobrevivir, de trascender el aislamiento, no solamente a la crisis económica; sobrevivir al tedio, a las adicciones. Hablo de muchas cosas. La poesía es una realidad. La poesía tiene que ser humana. Incluso lo exterior que traes a tu interior, eso tiene que pasar por el filtro de cómo concibes la humanidad.

¿Cómo esperas que la gente vea a Silvia Tomasa Rivera después de la muerte?

Yo sí quiero tener una línea en la historia, como lo tiene mi paisano Díaz Mirón. Para eso escribo y no le miento nadie.

Ciudad de México, Coyoacán, 2009


Andrés Cisnegro. Camisa de once varas (BM, CDMX, 2021) es un recuento de sus primeros dieciocho libros. Recientemente fue realizada por artepoética press, en Nueva York, la edición bilingüe de Llegada del Malnacido, con traducción de Christopher Perkins. En Nicaragua apareció Zarrpastra, mapa de obra (400 elefantes, 2020), en Chile, La perra láctea (Cinosargo, 2021) y Fabla errante (Mano Falsa, 2022), en Perú. Su más reciente libro es Nivola del bien adverso (Ícaro Ediciones, 2023). Cisnegro traza rutas vivas sobre poéticas del siglo XX e investiga la poesía matérica. Gestiona cruces generacionales, debates, reediciones, talleres, laboratorios, óperas primas y otras destrucciones necesarias. Entre ellas el Atlas Inverso de Poesía y el Biombo de movimientos continentales de poesía. Ha participado en congresos nacionales e internacionales de poesía y literatura, matemáticas (UNAM) y ajedrez. Su poesía ha sido traducida al náhuatl, francés, inglés, árabe y portugués. Actualmente es operador del proyecto múltiple Cisnegro. Lectores de alto riesgo, coordinador de la revista Blanco Móvil y cátodo dístico en la revista La Piraña.