9 poemas de López Degregori

Cuerpo en un tonel

Guardó a la luna en un tonel
y un poco de semen y un cabello

Y los guardó con el mar de hace un mes
esperando la disolución total
o un milagro

Vean
les dijo ayer a sus amigos
introduzcan las manos en el agua
y no crean jamás en lo que estrechen
o limítense a creer
Pero cuídense del cuerpo que ya sabrá moverse
que los ate con su único
larguísimo cabello

(De Las conversiones)

Caja romana

Me trajeron de Roma una caja vacía.
Para que encierres milagros, me dijeron, camaleones
quizá te ayuden a cambiar
porque deben ustedes saber que siempre he sido cruel
y desertor y anodino.
Pesaba.
La cerradura era de sangre. Las esquinas reforzadas
de perfecto metal.
Y no tenía fondo: paredes interminables oscurecidas de saliva,
respiración, murmullos entrecortados
pero de quién.

No la abras, me ordenaron.
Conténtate con mirar por el ojo marchito.
Ocúltala si quieres. Húndela como un sacrificio postrero
en el perdido lamentable mar.

Siempre la contemplo. Extiendo mi mano y simulo
una caricia:
entonces me precipito vencido
y espero temblando un nuevo día.
Hasta que me canse y deba partir a medianoche
continuaré guardando cajas
pero de quién.

(De Cielo forzado)

DONDE EL TREN SE LLAMA NIEVE

Llamémosla novia o nieve cuando falte al hotel: detengan en la cama las sábanas su curso, tiemble la lámpara, salte de rasguños la cortina.

Que en la calle arda un perro.

Que todas las esquinas y luces escuálidas den a un taxi escarnecido. Que el taxi viaje leguas, plazas, mentidos horizontes y llegue al fin a una estación donde aguarde solo un tren escarnecido.

Pensemos que es un tren que viaja al cielo o a la novia o a la nieve. Abordémoslo. Perdámonos en el humo, en el frío, en los escondites que colman los vagones. Apoyemos los labios en el cristal helado y besémonos:
igual que a un mal espejo,
igual que a una pasajera atada a los rieles en un túnel.

Llamémosla nieve o pasajera.

Recojámosla.

Abriguémosla. Démosle maíz en su boca celeste. Contémosle historias con héroes, lobos blancos y el más feliz de los finales.

Creamos que deben ser ciertas las historias y bajémonos con ella en la siguiente estación donde el tren se detiene un momento a respirar.

Pero no será verdad y en la estación arderá otra vez un perro y nos estará aguardando un taxi con la puerta abierta

escarnecida.
(De Lejos de todas partes)
En una anticipada despedida

Espejo que de pronto despiertas y caminas por el cuarto
abrazando por última vez a la cama, a las sillas,
al ropero
en una anticipada despedida
que algún día tendrás que devolver.
Te llevas mis negras alas de ángel
risas, sombras, murmullos, traiciones, arañazos
que fueron contigo pareciéndose a mi cara.

Mañana me comenzarás a doler.
Mañana golpearé con mis manos de fierro
el lugar que has dejado vacío en la pared
y se me hincharán los labios de repetir
que siempre fuiste un mal espejo
y ya sólo deseo que te pierdas.
Pero no será verdad.
Te quiero bien.
Huye de los ropavejeros en las calles que pueden atraparte,
no te hundas en un lago o vueles en relámpagos,
no vayas a trizarte.

Y mañana,
si tienes suerte y sobrevives,
si despiertas inexplicablemente en mi habitación
al otro lado del mundo
y si en ella no estoy porque he salido
para no regresar más
o he enfermado de carbón
o he muerto:
recuerda que siempre fuiste un mal espejo
y un mal espejo, para descansar al fin, debe entregar
lo que retuvo:
ya mi cara no será importante
quédatela seca
pero devuélveme mis alas que las voy a necesitar:
guárdalas bien dobladas en el ropero otra vez,
siéntalas en las sillas,
tiéndelas, para que me esperen dormidas, en mi cama.

(De Aquí descansa nadie)

UNA MESA EN LA ESPESURA DEL BOSQUE

La mesa está puesta para tres
como si tres fueran todas las personas
que pueden comer en una mesa
y no existieran más números ni sillas.

¿Pero qué pueden comer esas tres personas?
¿Carne ingrávida?
¿Carne sonora
para sus tres bocas dibujadas con tiza?
Ellas no hablan
solo comen
y derraman en el mantel que pasa sin fin todo su hambre.

Truenan las nueces y sacuden sus tesoros
que son ojos o dientes
tiembla la carne
y hace gritar a la madera
crece espeso el humo y cubre las paredes del aire.

La mesa está puesta para tres
como si tres fuesen las personas
que justifican una mesa.

Nada es más difícil
ni irreal
que verlas con los labios manchados y ansiosos
comiendo todo el día.
No a una persona sin remordimientos que soy yo
ni a dos que eres tú
sino a tres golpeando los cubiertos
en una gruesa música de hierro.

A ustedes, tres personas, les sirvo esta iniquidad:
vuestras bocas son un negro bosque
para perderse
una espesura de árboles decapitados.

(De Una mesa en la espesura del bosque)

 

Dos Madrastras

Esta mañana vinieron a buscarme dos Madrastras. Llamaron a la puerta con desesperación y me dijeron al unísono: No tenemos donde ir, déjanos quedarnos contigo: Podemos barrer toda la noche y zurcir tus calcetines: Sabemos cocinar platos inadmisibles de madrastras: También canturrear viejas canciones para dormir con esa voz de largos pozos de vino que brota en nuestras gargantas.

Lucían enjutas y era difícil reconocerlas en sus viejos trajes de un tiempo prohibido, pero las dejé pasar en un acto de justicia filial.

Cuando nací, Primera Madrastra, tenías 23 años. Ayer cumpliste 81 y cada día que pasa te pareces más a mí. Casi podría decirse que somos una sola cabra con las ubres colmadas de leche mezquina.

En cambio tú, Segunda Madrastra, no tienes edad. Te quedaste inmóvil en 1952. Físicamente la desproporción nos distanció y fuiste empequeñeciendo. Espiritualmente siempre me excediste y terminaste ocupando la noche inmensa en la que permanezco inmune a todos los cambios.

Ustedes, dos Madrastras, son mi error. Ustedes son mi ensalmo a la hora decisiva de la fiebre cuando no consigo dormir y me arropan con sus dedos llenos de agujas para tranquilizarme.

Lo que seré ya fui.

Y lo que fui es una nítida mañana en la que llegaron dos Madrastras para decirme: Vivamos los tres juntos una exigua vejez.

(De La espalda es frontera)

Patografias

Los poemas son bacilos que observas a través del microscopio.
Bacilos de Koch
Bacilos de Yersin
Bacilos de Hamsen.

Los poemas son patografías.

Una patografía madura cuando resta.
Por eso :
No seas testimonial
No seas conceptual
No seas Lírico
No seas Confesional.

Los poemas son vectores de patografías. Son bosques quemados en los pulmones, ríos en las circunvoluciones del cerebro.

Las patografías son corporales y emocionales, desprenden burbujas de sangre y filamentos apasionados.

Las patografías necesitan cánulas, escalpelos, pulmones de acero, tijeras de Metzen, de Cooper, de Mayo.

Las patografías son ratas blancas experimentales.

Cuando un poema es patografía se vuelve incisión en el tiempo, un plazo de vida.

Los poemas patográficos son largas vendas de amor maculado, médicos y enfermos transparentes.

Una patografía infecta. Extiende bubas, secreciones, esputo, estrellas.

Una patografía cura.

Una patografía es milagrosa, aunque sea insignificante.

Un poema patográfico va siempre más adelante que el autor. Descubre la enfermedad más genuina que atesora, esa que él mismo no conocía o no había percibido.

Las patografías quedan en suspensión y se regocijan en su enfermedad hasta volverse mis poemas.

Mis poemas cuidan sus bacilos, la música de las enfermedades.

Mis poemas nacen de una reproducción siamesa. Maduran, enferman, mueren.

Mis poemas son organismos colmados de bacilos.

Mis poemas son hermafroditas y se fecundan a sí mismos.

Mis poemas engendran hijos patográficos que serán algún día médicos y enfermos.

Mis poemas inventan al lector que los merezca.

(De A mano umbría)

 

XIV

Somos el alimento de Dios. Él nos mastica con sus mandíbulas de tierra hasta que solo quedan los huesos absortos en su duración. A veces su boca es de fuego y canta desde sus crepitaciones o de agua si la muerte nos alcanza en el mar. A veces sobrevuela con su ropaje de nubes sobre nuestros cuerpos. Dios se vuelve cuervo, rasga el aire con sus graznidos para celebrar su inteligencia. Vi cuervos en un documental: recortaban ramas filudas y las usaban como alfileres para atravesar los gusanos ocultos en las hendiduras de los árboles. Uno más grande instruía al pequeño y le ofrecía un gusano blanco que se retorcía. Pensé que el cuervo aprendiz hacía su primera comunión y sonreí como Dios cuando nos mira antes de devorarnos.

Comer y ser comidos en un ruido o en un silencio de alabanza. Tronar, desgarrar, moler, mascar, chupar. El 21 de junio de 1961 hice mi primera comunión. Recibí el cuerpo de Dios como alimento y lo guardé en la gruta de mi inconsciente. Conservo varias fotos. En una estoy tomando desayuno y mi madre está detrás. Bebo de una taza de chocolate que contrasta con la blancura de mi ropa y el lazo en la manga con un corazón bordado. La foto es en blanco y negro. Hostias y cuervos. Antes de la primera comunión hacíamos un examen de conciencia, orábamos, escuchábamos historias. Recuerdo la de San Tarcisio llevando el pan consagrado a los prisioneros cristianos que serían martirizados. Unos jóvenes romanos lo detuvieron en el camino y quisieron arrebatarle las hostias que llevaba. Él las protegía con sus manos sobre el corazón. No pudieron quitárselas y lo apedrearon hasta matarlo. Recuerdo a Santo Dominguito de Val, el niño de Zaragoza que fue detenido en las callejuelas que rodeaban la sinagoga. Los judíos le pidieron que pisara la figura de Cristo. Él se negó y fue crucificado en un madero. Usaron su sangre para cocer el pan ácimo y su cadáver decapitado fue arrojado al río Ebro. Dos pequeños santos que fueron monaguillos. Yo solo lo fui en un cuadro teatral: los doce monaguillos para recordar a San Tarcisio. Sigan acolitando alguna misa, algún rosario. Actué como vinajeras en la representación y en una vuelta debía tomar el falso vino que solo era agua. Giros, voces infantiles que anticipaban algún castrati. Doce monaguillos vestidos de rojo, como cuervos con un trastorno de color. Comer y ser comidos. Devorar aves, niños vestidos para la primera comunión que después serán adultos y ancianos en la jaula de sus recuerdos.

Y crecí. Fui desdoblando vidas muy lejos de Tarcisio y de Dominguito de Val. No comulgo, pero ahora creo en un Dios a la medida de mi extrañeza. Es la resistencia de mis huesos, de mi cráneo que será una catedral si así lo dispones.

 

XXI

¿Cuál casa es más duradera?
La horca.
¿Cuál herramienta es más perfecta?
El azadón.
¿Quién es más indigno?
El viejo que lee, que escribe, que fuma en el frío de la noche y bebe vino marchito.
¿Quién cava?
Cavo yo, cava CLD, cava el sepulturero áureo.
¿Eres un orífice?
Sí.
¿A quién sirves?
A Victoria. Soy Siervo de su casa de aire. Caballero Soy de sus huesos y sus silbos.
¿Qué música escuchas?
Al desmesurado Bach. Escribo con él unas Variaciones que rechinan. En la catedral emparedo las notas. Cuando los monjes impulsan con sus pies el aire de los tubos del órgano, adviene mi cuerpo sonoro.
¿Qué escribes?
Escribo mis variaciones que perdurarán. Escribo unos huesos de oro.
¿Quién es Victoria?
Es música quieta y moviente. Es quien no es.
¿Quién es Victoria?
Es Ofelia que atraviesa el río para hundirse en el poema de Rimbaud. La muerte por agua es más perfecta.
Ofelia es Yorick.
Cuando era niño Yorick me llevaba en sus hombros para contemplar desde las alturas la risa del mundo.
Yo es Ofelia, es Bach, es Yorick.

(De Variaciones Victoria)

 


 

López Degregori (Lima, 1952). Ha publicado trece libros de poesía entre los que se cuentan Las conversiones (1983), Cielo forzado (1988), El amor rudimentario (1990), Aquí descansa nadie (1998), Retratos de un caído resplandor (2002) Una mesa en la espesura del bosque (2010) y La espalda es frontera (2016). Sus poemarios son los capítulos de un único libro titulado Lejos de todas partes 1978 – 2018 que ha escrito a lo largo de cuarenta años y que fue publicado a finales del 2018. Campo de estacas (2014), Herida de mi herida (2015) y 99 púas (2017) son tres antologías de su obra editadas en Colombia, Chile y España respectivamente. También ha publicado A mano umbría (2019), un volumen de límites borrosos que reúne memoria, testimonios, poemas en prosa, componentes de ficción y ensayos. Su último libro es Variaciones Victoria (2022), un poema en prosa dividido en 32 fragmentos. Ha participado en numerosos encuentros y festivales de poesía. Sus poemas figuran en diversas antologías peruanas y latinoamericanas. También ha publicado numerosos ensayos.