Una gota siempre llega a su destino:
Marta Favila

Me ha sido difícil llegar sana y salva a este texto, lo difícil ha sido tener en las manos desde hace meses un libro tan parejo en su hechura, en otros libros suelo encontrarme con poemas que destacan, algunos aplastan a sus compañeros, los sacan de la jugada. En Materia del origen de Sofía Rodríguez Fernández esto no ocurre.

Esta es una poesía que anda como gato, silenciosa, discreta, que ni siquiera cuenta con mayúsculas (excepto en los cintillos al pie de página que conducen al mismo camino, en otro estilo). Una poesía desconcertante por ser poesía, me explico: acostumbrados estamos a la violencia verbal, como acostumbrados estamos a ver películas de acción, ver y escuchar noticias terribles, así que es sorprendente leer la paz, la conciencia de eso mismo que menciono, pero desde la serenidad. En este libro de poemas nos vamos a encontrar con la abstracción hecha poesía, con un ensimismamiento no egoísta, sino necesario para la reflexión, para sacar de adentro algo que no se puede pintar, sino sólo decir.

Cabe destacar que esta poesía inconfundiblemente es de una mujer, pero cómo explicar que esto no es en ningún sentido desdeñoso, es sólo que esa dulzura sólo puede decirla una mujer. Al ir avanzando en la lectura de Materia del origen, por sus cinco apartados, que van desde Oscuridad, pasando por Laberinto, Trazar lo necesario, El viaje de la materia, hasta llegar a El origen; el libro va creciendo, ya les conté que no cuenta con signos de puntuación, la autora se vale de blancos, es decir de silencios, para que cada verso tenga un lugar privilegiando en cada página y que eso nos dé la oportunidad de respirar profundamente, en algunos casos de palabra a palabra, provocando que estos versos calen hondo en nuestro pensamiento y en nuestros sentimientos.

Al leer estos poemas parece que estoy viendo esos colores diluidos de las acuarelas de Sofía, claro que ahí está el asunto, es como si las palabras se diluyeran en el ser, en el estar, en el transcurrir del tiempo.

También imaginé uno de esos buqués de flores de seda, de clores tenues, esos azules desleídos, esos rosas gastados por el tiempo, quizá un ramo que una novia sostiene entre sus manos en una fotografía sepia, da esa sensación de origen y destino, esa fotografía es el origen de una nueva vida de alguien y a la vez marca un destino.

Conozco a Sofía hace ya varios años y no sé si esté bien que lo mencione, pero estos versos son como ella, de una existencia sutil. Evoca las palabras desde el saberlas a fondo, es decir, sin aspavientos, sin ese grito autoritario de quien no sabe que no es necesario gritar para que los demás se den cuenta de su existir, de una inteligencia excepcional, ella sabe de lo que habla. Cito:

la primera palabra fue
                                        un grito
que es un poema

la primera palabra fue un sollozo
                                        en un grito
que es un poema

la primera palabra              arrulla
con el arrullo de un poema

la primera palabra                canta
            en el cuerpo
porque cada cuerpo que canta
           es un poema

la primera palabra
nos recuerda
            lo que somos
porque el poema
                        siempre pronuncia
la primera palabra (p. 66)

 

El libro comienza en la oscuridad, hay un silencio más amplio que el de la oscuridad que nos es familiar, imaginemos el silencio del universo, si fuera un hecho lo que nos cuentan las religiones antes de la creación del mundo ¿cuáles serían los sonidos de esa nada?, a mí me atemoriza tal vacío, pero creo, finalmente, que todo ser nace de la oscuridad y del silencio, ese silencio que envuelve a una semilla cuando se abre bajo tierra y con dificultad su brote trasciende la oscuridad para alcanzar la luz; hay una invención de la palabra porque cada palabra dicha por un poeta es una invención, nuestra autora inventa el mundo, lo crea nuevamente en cada palabra regenerada hasta alcanzar la luz.

No creo que se deba decir tanto de un libro que debiera más bien leerse, porque aquí hay algo nuevo, algo original, algo discreto, algo inmutable, algo cantante, algo maduro; no hay una rendija en estos poemas redondos, ágiles, serenos.
Vinieron muchas imágenes de animales a mi cabeza durante la lectura, no sé por qué de animales, quizá porque no me abandonó jamás la idea del origen, de lo orgánico, de campo abierto y quizá también porque esta poesía se parezca a las gacelas en su fina existencia, en la ligereza de su andar, en su velocidad que de imperceptible es casi una imagen fija. Cito:

oscilo
                               entre lo que aún no sucede
y el tiempo que vendrá después
recorrer estaciones
                               en caída de sombra
ser                         el sueño que somos
     cansa mucho
y es que eso de estar viva          agota
hay que marcar bien las cuatro esquinas
planchar el mantel cuando la mancha
                                                         aun siga fresca
guardar fruta en el armario
                                   –aquella que ha cambiado
de forma contundente sus colores–
regar             los floreros
                               por ver si florecen algún día
cuando el espejo
–que pusimos en remojo–
                                    multiplique por fin el agua

los carnosos párpados se desploman
a través del tul gastado              en los visillos
                                                        busca
sigue buscando
                                           la muerte siempre llega (p.109)

 

Sofía Rodríguez Fernández,

Materia del origen,

Primero Sueño Editora,

Guadalajara, 2023, 138 pp.


Martha Favila, Durango, Durango, 1962. Escritora, poeta, editora y promotora cultural mexicana. Radica en la ciudad de Querétaro desde la infancia. Es coordinadora de talleres literarios de poesía y ha sido editora de libros y de publicaciones periódicas especializadas en arte y literatura. Fue becaria en poesía del Centro Queretano de Escritores 1987; del Programa Jóvenes Creadores 1990 y del Programa Creadores con Trayectoria 1999 del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes feca Querétaro. Ha publicado: Después de la lluvia (1988), Imágenes para coleccionar (1999), Estancias (2000), La frente de las cosas (2007), Poesía reunida 1988-2008 (2009), Marca de agua (2017), Como pan sobre la mesa (2022), Darse cuenta (2023).