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Auschwitz guardias femeninas

"Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos", entrevista a Luis Ferreiro

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Auschwitz guardias femeninas
Fernando Navarro García entrevista a Luis Ferreiro, director de Musealia, quien ha dirigido la Auschwitz Expo, que exhibe, a través de los objetos, la historia de la Shoah, el horror del exterminio. Los objetos reviven esa memoria que se pretendía borrar.

 

 

 

"AUSCHWITZ. NO HACE MUCHO. NO MUY LEJOS"

FERNANDO NAVARRO ENTREVISTA A LUIS FERREIRO

 

P: La Exposición itinerante "Auschwitz, no hace mucho, no muy lejos", organizada por Musealia, es un impresionante, sensible y bien documentado trabajo museístico sobre el Genocidio, pero también es una historia de la intolerancia, del antisemitismo y de los regímenes liberticidas que lo alimentan. Intuyo que también es un proyecto empresarial complejísimo. Me basta imaginar lo que supone transportar miles de piezas únicas desde el campo original de Auschwitz (en la actual Polonia) hasta España y posteriormente a los Estados Unidos para hacerme una idea del ingente trabajo que hay detrás. Musealia ya había organizado previamente algunas exposiciones de altísimo nivel, como la del Titanic, pero en Auschwitz se percibe un fondo de humanidad que la distingue de cualquier otra exposición temática que yo haya conocido. Recuerdo el silencio respetuoso del público, algo que sucedió en todas las ocasiones que la visité en Madrid cuando en 2019 iniciasteis esté gran proyecto itinerante. En la actualidad exhiben una pequeña muestra de este gran proyecto museístico en Casa Sefarad (Madrid) con su exposición "Seeing Auschwitz"

¿Qué te impulsó a afrontar el reto de "transportar" el espíritu de Auschwitz a diferentes países?

R: La idea de crear la exposición surge tras la repentina muerte de mi hermano Jesús. Apenas tenía 25 años y su muerte supuso un terrible golpe para mi familia y para la propia Musealia. Solíamos decir que éramos un monstruo con varias cabezas, y su pérdida nos hizo replantearnos muchos aspectos de nuestras vidas. Algún tiempo después, por mi cumpleaños, recibí como regalo el libro El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. Al principio tuve ciertas reticencias a comenzar su lectura, pero una noche me enfrenté a sus primeras páginas y estas me cautivaron por completo.

En ellas narra la propia experiencia de Frankl en diferentes campos de concentración, entre los que destacaba Auschwitz. Él era un prometedor psiquiatra y analiza desde ese punto de vista los diferentes estadios por lo que una persona pasa al ser deportada a un campo de concentración. Es casi un análisis forense del alma humana cuando es expuesta a las condiciones más extremas que podamos imaginar.

Y al acabar su lectura nació inmediatamente esa necesidad de hacer algo. En mi caso, el proyecto es una respuesta ante un conocimiento que, si bien existía anteriormente, se me descubrió de una manera mucho más profunda con la lectura de El hombre en busca de sentido.

P: Para sorpresa de muchos, un alto porcentaje de jóvenes y no tan jóvenes en numerosos países desconocen casi todo lo relacionado sobre el Genocidio o Shoá. Tuvieron que pasar casi 25 años desde el final de la Segunda Guerra Mundial para que empezara a divulgarse masivamente este gran horror del siglo XX, pero parece ser que empezamos el siglo XXI con una preocupante tendencia al olvido de una de las lecciones más trágicas de la historia de la humanidad. Y creo que es preocupante, porque las causas subyacentes del genocidio siguen gozando de buena salud, muy especialmente el nacionalismo, el radicalismo ideológico o religioso y la xenofobia… 

Sé que es una pregunta difícil, pero ¿cómo sintetizarías en pocas palabras lo que supuso el Genocidio? ¿Qué lecciones aprendimos?

R: La historia de la humanidad está, desgraciadamente, plagada de violencias y crímenes atroces. El Holocausto es el genocidio mejor documentado y estudiado de todos los tiempos. No hay, por ello, excusa alguna que pueda justificar su desconocimiento o, peor aún, su olvido. Ocurrió en el corazón de nuestro continente y fue llevado a cabo por una sociedad cultural y tecnológicamente avanzada como la alemana de principios del siglo XX. No hubiera sido posible sin el beneplácito de la gran mayoría de la sociedad, de manera activa o pasiva.

Quizás radique ahí la gran tragedia de esta historia. Fueron los propios vecinos de las víctimas los que se transformaron, mayoritariamente, en cómplices de sus asesinatos, por acción u omisión. La cosificación del diferente, su deshumanización, permite que hablemos hoy en día no de lo que supuso el genocidio, sino de lo que supone hoy en día, en presente: existe un vacío irremplazable en miles y miles de pueblos de toda Europa. La fisonomía de gran parte de nuestro continente, sobre todo en su vertiente oriental, es hoy completamente distinta a lo que era antes de la Shoá. La presencia del Holocausto es palpable precisamente en la ausencia de millones de personas, de su cultura, su religión, su lenguaje, sus costumbres.

Quizás una de las lecciones más importante que pudiéramos aprender es la fragilidad de nuestras democracias y lo relativamente sencillo que es para las sociedades aceptar el sufrimiento y la deshumanización del otro, de aquel que piensa, reza o ama de manera distinta. Y como estos ingredientes crean el caldo de cultivo para potenciales genocidios.

Hace falta que existan principios básicos en las sociedades que, sin ser muchos, estén profundamente arraigados en ellas. Nociones fundamentales que protejan la dignidad y el valor intrínseco de la vida humana y los derechos individuales y colectivos. De manera que, cuando se alcen voces que quieran crear enemigos con los que justificar la violencia, la mayoría de nosotros esté dispuesta a dar un paso al frente y alzarse contra las injusticias y las violaciones de los derechos humanos de cualquier miembro de nuestra sociedad.

P: "Auschwitz, no hace mucho, no muy lejos"  empezó su andadura en Madrid, con más de 600 objetos originales, 400 imágenes y 100 historias. Guardo en mi corazón algunos instantes muy emotivos durante mis visitas a la exposición, ya que, aunque desde joven me he interesado por la Shoá nunca había tenido la oportunidad de visitar Auschwitz y creo que el gran mérito de vuestro proyecto es mantener viva la memoria de las víctimas y hacerlo de forma clara – cruda a veces – pero sin caer en la tentación del "espectáculo" tan propia de nuestros tiempos. ¿Qué objetos, imágenes o historias de las muchas que exponéis te gustaría destacar como un reflejo de aquel sufrimiento colectivo?

R: No es tarea sencilla escoger entre tanto material. Detrás de cada objeto, de cada imagen, hay siempre una persona con una historia que contar y una vida que recordar. Lo más importante de un objeto no es realmente lo que vemos en él, sino lo que podemos aprender conociendo su historia.

Particularmente significativo son aquellos objetos que nos recuerdan el proceso de exterminio llevado a cabo en Auschwitz. Siempre me ha emocionado un pequeño jersey de un niño o niña de aproximadamente 4 o cinco años. No sabemos realmente mucho de su dueño, más allá de que, probablemente, se trate de un menor húngaro que fue deportado al campo en la primavera o verano de 1944. Con toda probabilidad fue conducido (quizás junto a sus familiares más directos) al corazón de uno de los crematorios de Birkenau, donde le espera la cámara de gas.

Ese fragmento textil es lo único que ha quedado sobre la faz de la tierra de esa persona, a la que ni siquiera podemos poner nombre. El Holocausto fue más allá de la aniquilación física del pueblo judío; se pretendía borrar también de la memoria colectiva su existencia.

Retornando al origen de la exposición, yo puedo recordar a mi hermano. Puedo hacerlo con fotos, con vídeos y puedo hablar de él y recordarle. Eso era algo que también se pretendía arrebatar en la Shoá. Esa capacidad de nombrar y recordar. Y por ese ese objeto, como los demás, es tan valioso. Porque nos permite certificar que existió una vez una persona, que fue vilmente asesinada y que recordarla es un deber moral que tenemos como sociedad.

P: El Genocidio es esencialmente horror, sufrimiento y muerte, pero incluso en aquel infierno industrializado hubo también espacio para la belleza, para la esperanza y para el heroísmo de algunas personas que arriesgaron sus vidas por proteger a sus hermanos perseguidos. ¿Qué historias inspiradoras te gustaría destacar? 

R: Algunos supervivientes decían que el campo, el lager, era un lugar donde, irremediablemente, se descubría naturaleza interior de cada persona. Hubo actos de auténtica generosidad, en un lugar creado y diseñado para destruir la empatía humana y enfrentar a los prisioneros entre ellos por la propia supervivencia.

Aunque son conocidas diversas historias – como la de Maximiliano Kolbe, que cedió su vida para lograr salvar la de otro recluso – personalmente me quedaría con pequeños actos de generosidad entre compañeros que nos reconcilian con la naturaleza humana y nos permiten saber que, incluso en las peores condiciones, es posible demostrar bondad.

Visitando en una ocasión la muestra junto a un superviviente, este me narraba el impacto que le producía ver los moldes de pasta de varias gafas expuestos en una vitrina. Él era miope y, al ingresar en Auschwitz, un miembro de la SS le había propinado un puñetazo y roto sus gafas. Sobrevivir sin ver bien hubiera sido un milagro, y solo lo consiguió gracias a unos pocos compañeros que consiguieron ayudarle en la actividad cotidiana del campo hasta que lograron obtener unas gafas de la sección conocida como Kanada, donde las pertenencias de las víctimas eran enviadas.

Su mirada a aquella vitrina, a aquellas gafas, consiguió transportarme hasta aquel momento. "Estoy vivo solo gracias a mis compañeros", me comentó con lágrimas en sus ojos.

P: La segunda ciudad elegida para Auschwitz Expo fue Nueva York ¿Cómo ha sido la colaboración con vuestra contraparte neoyorquina, el Museo de la Herencia Judía? ¿Dónde estáis exponiendo en la actualidad y que balance hacéis tras todos estos años y tres grandes ciudades visitadas?

R: Poder trabajar con el Museo de Herencia Judía y llevar la muestra a Nueva York ha sido un hito de suma importancia para el proyecto. En primer lugar, porque Nueva York es en cierto modo la capital del mundo. Y llevar esta historia al corazón de Manhattan, a unos pocos kilómetros de la sede central de la ONU, es en sí mismo un mensaje de incalculable valor.

Asimismo, hemos podido incorporar a la muestra durante su estancia en el museo más de 100 objetos de su propia colección. Eso ha enriquecido la exposición con historias y conexiones locales, además de objetos de increíble valor histórico.

Actualmente la muestra se encuentra en Kansas City (Misuri), en la sala de exposiciones temporales de Union Station. A pesar de que se abrió el pasado mes de junio en una situación de ciertas restricciones impuestas por la pandemia, la recepción no ha podido ser mejor y 240.000 personas han adquirido ya su entrada para poder visitarla. Trabajar con Union Station ha sido todo un placer y esperamos que puedan alcanzar los 300.000 visitantes cuando se cierre su estancia allí, que además marcará el final de la gira americana.

El balance que hacemos de estos años es que, a pesar de haber conseguido ya el primer millón de visitantes, nos queda mucho trabajo por hacer para poder continuar acercando esta historia a millones de personas en todo el mundo. Nos gustaría pensar que vivimos en un mundo donde Auschwitz fuera irrelevante, donde no fuera necesario tener que explicar lo que ocurrió allí porque la sociedad lo viera tan lejano e imposible de repetir que fuera considerada historia antigua. Pero ese no es el mundo en el que vivimos. Quizás hoy en día sea más necesario que nunca conocer no sólo lo que allí sucedió, sino sobre todo comprender cómo pudo llevar a suceder y lo que eso implica para nosotros en nuestros propios días.

Luis Ferreiro es director de Musealia
Fernando Navarro es presidente del Centro de Investigaciones sobre los Totalitarismos y Movimientos Autoritarios (CITMA)

 

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