de nos viene esta veta de materia gastada,
esta espiral de cansancio siempre en acecho.
Roberto Juarroz
El poeta argentino Roberto Juarroz nació en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, Coronel Dorrego el 05 de octubre de 1925. Murió en Temperley el 31 de marzo de 1995.
Era poeta y bibliotecario, profesor en la carrera de Bibliotecología de la Universidad de Buenos Aires. Tuvo una infancia de pueblo, potrero y libros escogidos al azar.
“Comencé mis lecturas muy temprano. Me atrajeron cada vez más y dediqué buena parte de mi vida a eso. Mientras tanto se fue configurando como lenguaje predilecto, o elector (tal vez me eligió a mí), la poesía”, dice en un reportaje publicado en la revista Poesía más poesía.
Fue director, junto con Dieter Kasparek y Mario Morales, de la revista Poesía=Poesía, una fórmula casi matemática para publicar la obra propia y la de grandes poetas de América y de Europa, algunos de ellos traducidos por Juarroz.
Podría decirse que es autor de una única obra publicada en 14 volúmenes y que simplemente se llama Poesía vertical. El primer volumen es de 1958 y el último de 1997 (Decimocuarta Poesía vertical, editado póstumamente) y así como sus libros tienen un mismo nombre, sus poemas no tienen títulos sino números.
“Cada poema es único y variante repetida de lo que el poeta ha venido diciendo a través de su vida. Se escribe el mismo poema una y otra vez, pero cada poema es inevitablemente nuevo también”, nos dice Laura Cerrato en el Prólogo a la Decimocuarta Poesía Vertical. (1997:9)
En este sentido se puede decir que Poesía Vertical no se repite, es siempre una nueva búsqueda estética y una especie de cinta de Moebius que permite variantes de una experiencia humana que hace de la poesía (de la literatura en general) un centro vital.
En general breves, los poemas están pensados como fragmentos, como partes de un futuro desarrollo y se escriben en lo que el mismo poeta llamó “instantes de epifanía”. En términos clásicos alguien hablaría de “inspiración” aunque el acento nunca está puesto en el momento de la creación, sino en el trabajo sobre la expresión misma. Por ello las palabras “fragmento”, “parcelas”, “recortes”, “entrecortes” aparecen reiteradamente en sus poemas: “Por lo menos puntuaremos el abismo/con una respiración de luz entrecortada,/una línea de puntos suspensivos/paralela a cenizas invisibles./Nada podría ser más asombroso/que observar y registrar ese espectáculo…” (Poema 4. P.V.II)
En una carta que Cortázar le enviara, le dice: “Hacía mucho que no leía poemas que me extenuaran y me exaltaran como los suyos, y se lo digo así, al galope y sin releer, porque al final uno se pone tonto y le dan miedo tantas palabras sonoras. Pero siento que usted me creerá, y que ya somos amigos…” (1993:129)
Cortázar expresa dos cosas que se experimentan al leer a Juarroz: la dificultad de su interpretación y el miedo a decir cualquier tontería si uno se pone a reflexionar sobre su obra.
A mí me parece, y espero que esto no sea una tontería, que su idea de verticalidad tiene que ver con el lugar desde donde se mira y al mismo tiempo, el lugar a donde se cae: lo alto y el abismo son polos de la misma condición humana. Porque la verticalidad y la palabra para decir la caída, nos han hecho los humanos que somos.
La verticalidad como postura humana ha marcado la distancia con el mundo natural, así como la invención del lenguaje, la interpretación de los signos, la capacidad para darle significado al mundo, de imaginarlo y de escribirlo ya sea como mito, como religión, como historia o filosofía, como arte y particularmente como poesía.
La palabra permitió transformar el caos primero en orden y los dioses fueron poseedores de esta palabra primera: “Ha llegado el tiempo del amanecer- se dice en el Popol Vuh- que aparezcan los que nos han de sustentar y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que aparezca el, hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra” (Parte 3, Cap. 1).
Una humanidad que no se sintió vasalla sino todopoderosa, pero como lo dirá Juarroz en su poesía, dioses caídos, sufrientes y despectivos. El ser humano como “un deforme animal triste/que ha adivinado la sonrisa” (poema 41. P.V.I)
“Cada palabra carga con una larguísima historia” le escuche decir a Noé Jitrik. Y esa historia extensa, que definió nuestros procesos cognitivos, nuestra conciencia y nuestro dominio de un lenguaje único, aparece investido metafóricamente en la idea de verticalidad de la poesía de Juarroz, en su idea de que ha otra forma de mirar (y de escribir) que tiene que ver con ello: “Pero hay aún otra mirada,/que mira si no mira/y no mira si mira,/gastada en el revés de las cosas del hombre/ y en el derecho de sus amores, una mirada vertical hacia sí misma,/que salta a veces como una pelota de trapo/ y descubre en la falsa hipótesis de su caída/un pedazo del pan del infinito” (poema 109. P.V.VI)
Como debe haber sucedido con los primeros seres humanos y las formas iniciales del lenguaje, el poeta es quien da nombre a los objetos, juega con estos nombres, los transforma, los recrea ya hasta los niega, asumiéndolos en posibles relaciones entre las palabras, las imágenes, las metáforas, los juegos rítmicos y fonéticos que cada poema exhibe dentro de todas las posibilidades del decir, como quien hace equilibrio sobre una línea de escritura: “Entre pedazos de palabras/y caricias en ruinas,/encontré algunas formas que volvían de la muerte” (poema27. P.V.I)
El poema adquiere entonces una condición aérea, casi panorámica, que mira el mundo desde arriba y al mismo tiempo, es partícipe de su propio declive: “Hay que caer y no se puede elegir dónde./Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,/cierta pausa del golpe,/cierta esquina del brazo/que podemos torcer mientras caemos”. (poema17. P.V.I)
Y esa caída puede resultar un grito o un sollozo, entre algunos gestos entrañables, como el texto escrito a la muerte de su madre que transcribimos abajo. Por ello esta poesía honda, sin desbordamientos, con pocos artificios, remite a lugares, formas del lenguaje, humanidades que pudieron ser más luminosas, restos de un mundo donde, sin embargo, lo emocional, lo sensible, lo conmovedor, el encuentro con los otros aún persiste, si es posible sostener aunque sea, una sola bandera: “Hemos hallado un puente que nos desanda,/un puente para desmandarnos/ y volver a lo que nunca fuimos,/a tu mirada sin ti,/a mi suela clavada en un agua/que no permita hundirse,/a esa mano que sirvió de bandera/cuando cayeron todas las banderas…” (poema22. P.V.IV)
Algunos poemas de Roberto Juarroz
14
He encontrado el lugar justo donde se ponen las manos
a la vez mayor y menor que ellas mismas.
He encontrado el lugar
donde las manos son todo lo que son
y también algo más.
Pero allí no he encontrado
algo que estaba seguro de encontrar:
otras manos esperando las mías”
(PV. I)
**
2.
Un salto desde las propias manos,
invirtiéndose uno mismo en su propio tobogán,
inventándolo como un pájaro muerto inventaría el aire
si volviese a su vuelo.
No esperar el trote ciego de la caída.
Crearla como si fuera un horizonte
o quizás pasto crédulo de un animal invisible,
sabiendo que abajo es cualquier parte,
hasta el antiguo sitio donde un hombre sin nadie,
hasta sin él,
inventó el amor.
Un salto hacia las propias manos.
(PV II)
***
77
Buscaré lo perdido
para volver a perderlo
en el trámite oculto
De las nuevas cosechas.
Para que en cada grano
estén todas las germinaciones,
todos los brotes
y todos los fracasos,
todos los movimientos olvidados.
Para que el eco de la tierra
regrese a la tierra,
para que el eco del hombre
vuelva al hombre
como una palabra que no quiere partir.
Porque esta flor y su secreto
no puedan abrirse más que aquí.
(P.V. VII)
****
96
Versión simple del mundo:
El lugar que encontramos.
Versión más ajustada:
el lugar que dejamos.
Versión perfeccionada:
el lugar para buscar otro mundo.
Versión casi definitiva:
el lugar de una ausencia.
Y otra más todavía:
el lugar que nos prueba
que ser no es un lugar.
Y la última versión:
el mundo es el lugar para aprender
que ser no necesita lugar.
(14 P.V)
******
Ahora tan sólo,
en este pobre rostro en que te caes,
he visto el rostro de la niña que fuiste
y te he sentido varias veces mi madre.
Me he sentido el hijo de tus juegos,
del mundo que creabas y esperabas
como un tibio regalo de cumpleaños.
Y también de los sueños que nunca confesaste
para que nadie más sufriera por ellos.
Me he sentido el hijo de tus primeros gestos de mujer,
esos que también hubieras querido ocultar y hasta ocultarte,
para abreviar en el mundo la irrealidad del asombro.
Me he sentido el hijo
de los movimientos que me preparaban
como a un antepasado de la muerte,
dibujo obsesionado por la inserción de sus escamas.
Y te he sentido luego la circunferencia de mi trébol pasmado,
el ángulo del compás que se abría,
el mapa de mis fiebres confundidas con viajes,
la caracola de mis ecos de hombre.
Y te he sentido aún más,
te he sentido llegar a ser dos veces mi madre
para que yo pudiera dejar de sentirte
y saltar hacia tu dios o hacia mis manos,
que tal vez no sean mías ni de nadie.
Y ahora, al remontar mi salto,
para saltar de nuevo
o quizá para aprender a andarlo paso a paso,
te reencuentro o te encuentro mi madre,
aunque ya lo seas sólo tuya.
He demorado mucho,
he demorado todas las mujeres
y también todos los hombres,
he demorado el tiempo interminablemente largo
de la vida interminablemente breve,
para llegar a ser varias veces tu hijo.
(Inédito)
Bibliografía consultada;
1. Obra de Roberto Juarroz
(1993) Poesía vertical. 1958/1982. Buenos Aires: EMECE
(1993) Poesía vertical.1983/1993. Buenos Aires: EMECE
(1997) Decimocuarta Poesía Vertical. Fragmentos verticales. Buenos Aires: EMECE
2. Crítica
Cerrato, L. (1979) Prólogo a la Decimocuarta Poesía Vertical. Buenos Aires: EMECE
Cortázar, J. ;(1993) “Carta a Roberto Juarroz” En Tercera poesía vertical. 1995.
Trujillo, H. y otras, s/f Poesía más poesía. Roberto Juarroz. Editorial Poetas despiertos: Buenos Aires.

Silvia Barei (Córdoba, Argentina). Es profesora universitaria y escritora. Ha publicado numerosos libros teóricos de su especialidad- Teorías de la literatura y la cultura-, entre los cuales merece destacarse su ensayo titulado Reversos de la palabra. Poesía y vida cotidiana. Sus libros de poemas publicados son : Que no quiebre el conjuro la palabra, De humana condición, Cuerpos de agua -traducido al italiano y al ruso-, Mujeres, artes y oficios (Con María Teresa Andruetto), La casa en el desierto, Animal ciego, Nosotras, Sangre acompasada, Carmen, Fauna (con Nelson Specchia y Rosalba Campra) y el último de 1924, Aqua.
Sus poemas figuran en diversas antologías, revistas y compilaciones nacionales e internacionales y participa activamente en encuentros, festivales y mesas de poesía. Pertenece al grupo literario y Comité Editorial de la revista Palabras de poeta.
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