La cocina de mi abuela
La cocina de mi abuela tiene corazón,
cuando entro ahí,
miro hacia arriba admirando
la armonía de la longeva paja,
la robustez con que sostiene las historias;
La cocina de mi abuela tiene trastos viejos,
tinajas de barro, cucharas de palo,
vasijas de totumo, calderos tiznados,
posee el campo semántico de la vida dura,
pero dulce y segura de mi niñez;
La cocina de mi abuela tiene un fogón de leña
donde se cuece,
donde se fríe la más rica vianda;
Mi famélico tiempo acaba
cuando engullo ávida
lo que trae a casa con sus manos gastadas;
La cocina de mi abuela es mi lugar favorito,
ahí escucho sus anécdotas,
y atiendo sus respuestas sabias,
ella resuelve mis inquietudes, mis fisgoneos;
La cocina de mi abuela tiene sabor humilde,
sabor a pueblo, a pelo encanecido,
a pies empolvados, a sudor propio,
a arrugas perfiladas con los trazos de la subsistencia;
En la cocina de mi abuela
camino con los pies descalzos,
imprimiendo en cada pisada,
las figuras que formo con el arenal,
modelando mil caminos en él;
En la cocina de mi abuela fui feliz,
allí trasegué,
allí derramé mis emociones,
allí esculpí con el buril de los apegos,
las memorias indelebles que me dejó su vida.
Catatumbo
La fiel esperanza se esconde tras los cerros enmontados,
huye como ánima que busca el purgatorio,
se viste de luto y vaga por las noches
rastreando escondrijos,
rincones donde pueda llorar amargamente
por los corazones raídos de terror;
Se tapa el rostro con los pocos dedos que le quedan,
¡Explosión de quejidos!
Su sangre se funde con lágrimas,
plañidera se abraza así misma;
Está preñada de hombres, mujeres y niños,
ha vomitado memorias doradas, anhelos blancos,
progresos verdes, llenos de cultivos y ganados,
petróleo, carbón y uranio;
Ha parido en los avatares,
en los estallidos de la selva fértil
que ahora pisan los gigantes de un solo ojo,
los que han urdido en su matriz;
Agotada, enmarañada,
examina entonces a su pueblo amorfo y lisiado…
Pero la esperanza jamás sucumbe, aunque padezca.
Préstame tu mano ahora
Préstame tu mano ahora,
y serás el pintor de mi destino,
enseñorearás con los colores del alma,
el amor que quiero contigo;
Préstame tu mano ahora,
y abre mis ojos para que pueda verte,
¡revélate, caballo de troya!
artilugio bendito que saboreó la victoria;
Préstame tu mano ahora,
y con tus trémulos dedos,
apaga el fuego lento
que consume mis adentros;
Préstame tu mano ahora,
y peina mi indomable pelo,
aúna con habilidad
el lazo abrasador que domina mi deseo;
Préstame tu mano ahora,
y con ella, apaga el voraz fuego
que consume mis labios,
ciérralos con tu llama muda,
tienen sed de la boca tuya;
Préstame tu mano ahora,
y llega a los círculos abultados,
a la figura sustancial,
al pico exacto,
de la cima de mi aureola;
Préstame tu mano ahora,
coloniza el territorio estrecho,
con mano diestra y segura
la tierra llana y cálida de mi cintura;
Préstame tu mano ahora,
desciende al campo oculto,
al sitio ardiente y minado,
anhelante cueva, libre de soldados;
Préstame tu mano ahora,
recorre los caminos bifurcados,
alargados y parejos,
que dominan los trayectos escarpados;
Préstame tu mano ahora,
termina la misión que te imponga,
¡prisionero mío!, no tiembles así,
esclavo de mis lisonjas.
Préstame tu mano ahora
y esculpamos en un solo molde,
un cuerpo bruñido,
donde no irrumpa ninguno,
donde zambulla este amor enardecido.
Diana Margarita Castaño Arellano esta poeta y cuentista colombiana nos envía cinco poemas, tres del complicado tema amoroso y otros dos titulados La cocina de mi abuela y Catatumbo . Estos dos último fueron los que más llamó nuestra atención porque pone la mirada en otro lugar que el acostumbrado, sin querer decir que escribir sobre el amor en estos tiempos esté mal. En el primero encontramos que es un poema que en principio puede ser nostálgico. Escrito al fuego lento de la melancolía y los recuerdos, la pasión y la intensidad se cuecen aparte. Aquí el amor está en las ollas y en la lumbre del fogón, en el piso de arena donde recorre y deja el trazo de sus huellas. En esa cocina de la infancia surgió el alimento, nos atrevemos a decir, que nutre la poesía de esta poeta colombiana originaria de Barranquilla. Un poema que se hace visible y deja oler y saborear todas sus palabras sencillas. La cocina, sin lugar a duda, es donde la intimidad del hogar se comparte como se comparte el pan y la palabra. Un poema bien sazonado para llevarlo a la boca y decirlo en voz alta.
En el otro poema titulado Catatumbo encontramos que es un poema monostrófico, desde su estructura, hecho de un solo tajo, eso hace que su lectura sea vertiginosa donde el ritmo lo van marcando los versos con imágenes fuertes, nos atrevemos a inferir que es un poema de índole de crítica social, donde la explotación minera en la región del Catatumbo ubicada en la parte norte de Colombia es una problemática, donde por años sus habitantes han estado sumidos en una violencia sistematica, un poema testimonial siendo la autora portadora también de un mensaje esperanzador pese a la sangre derramada de sus compatriotas. No en vano se dice que los poetas son la memoria del mundo y Margarita lo sabe y lo sabe muy bien cuando lo advierte en cada verso de este poema con una carga simbólica a la guerra y de manera sutil a la destrucción de la naturaleza.
Antes de terminar no queremos hacerlo sin antes mencionar sus otros tres poemas donde también se encuentra esa fuerza vitamínica de sus palabras sobre todo en el poema titulado Préstame tu mano ahora el cual publicamos también en esta elección, donde la caricia se desliza desde donde comienza la solicitud hasta terminar con todas las connotaciones posibles de este verbo. La frase que da título al poema sirve de anáfora con la cual comienza cada estrofa. Quizá, lo único objetable es que puede hacerse un poco extenso. Es posible hacerlo más directo, si se hiciera una selección de las mejores estrofas donde son más contundentes los versos como en la sexta, séptima, y octava que pueden servir de ejemplo de lo que intentamos decir, para hacerlo más fuerte.