Los invitamos a encontrarnos con la multiplicidad de poéticas del padre abordadas por estas catorce voces contemporáneas, provenientes desde distintos territorios de Colombia. Escribir sobre el padre como personaje lírico no es nuevo, se ha hecho desde hace mucho tiempo no sólo desde la poesía sino también desde otros géneros. Los poemas de Jorge Manrique (España), Maruja Vieira (Colombia), Jaime Sabines (México), Sylvia Plath (U.S.A), Gonzalo Rojas (Chile), Hugo Mujica (Argentina), entre otros, referidos al padre desde distintas dimensiones, me han acompañado cuando la ausencia de mi propio padre arde dentro de mí, y quizá desde allí mi interés sobre esta temática dentro de lo poético del padre como herida, porque muere, desaparece o abandona, del padre que pesa con todo su amor en la memoria. Así que los invito acercarse a esta selección de poemas y a los hijos que los escriben para hacernos compañía en nuestra propia relación con el padre e identificar como resuenan dentro de cada uno de nosotros.
Martha Cecilia Ortiz Quijano
JOHANNA BARRAZA TAFUR (BARRANQUILLA)
El árbol de níspero
junto al que murió mi padre
ha sido cortado.
Mi vecina vino a traerme
sus últimos frutos y una bala
que encontró en su tronco.
Teníamos dos cosas en común,
haber sostenido su cuerpo
mientras sangraba
y mantenernos en pie
sin importar los disparos.
JUAN CARLOS ACEVEDO RAMOS (MANIZALES)
Radiografía de la ausencia
Cuánto más grandes los hombres
más solos se quedan.
– De una canción popular
Viejo en tu ausencia el bueno de Dios se ha vuelto amigo. En los bares donde no entras a beber, la silla que debes ocupar se llena con tu vacío; al que ofrezco una cerveza que no bebe nunca. Entonces pido un cigarrillo que dejo encendido hasta que por completo se lo fuma tu fantasma.
Ahora que recorro restaurantes, avenidas y duermo mal en hoteles de todas las ciudades, ahora que cualquier mujer de esquina me ofrece algo más que su sexo tibio y sus senos de candil, ahora que el corazón está hecho añicos necesito de tu mano y tus palabras.
Papá, en las noches de embriaguez me hace falta tu voz ordenándome dormir. Dime quién sabe de tu pasión por el fútbol y por las novelas de vaqueros. A quién hace vibrar tu historia del carbonerito. Quién conoce tu secreto sobre el vuelo del albatros.
Hoy que la vida vuelve a sonreír quiero saber qué neblinas respiras. Cuáles gotas de sudor mojan tu sombra. Dónde apagas el último cigarrillo. Quiero saber si todavía hueles la lluvia.
Es duro crecer sin ti, sin tu silbido en las mañanas cuando la cuchilla atraviesa tu rostro y el ruido de tus zapatos me despierta. Aquí las calles de mayo siguen solas, nadie cura mis heridas de juegos perdidos, nadie remienda mis ojos al final de un amor. Camino solo, papá, y la noche me seduce de nuevo.
Mañana te habré olvidado otra vez.
LUCÍA PATIÑO (CALI)
Papá sabe de cuerpos fraccionados
Papá sabe de cuerpos fraccionados
porque nació en los cincuenta
de la violencia bipartidista
de niño vio llegar a su pueblo
en lomo de mula
pedazos de campesinos liberales
Tenía decidido no ser padre
para que nadie pudiera hacer carnicerías
en el cuerpo de sus hijos
Papá conoce la crudeza de la guerra
pero no estaba preparado
para la crudeza de mi cuerpo abierto
CAMILO RESTREPO MONSALVE (MEDELLÍN)
Interior. Cantina – Penumbra
Al entrar
encontramos a Papá
llorando
doblado sobre la barra
musitaba una plegaria
en lenguas de fuego
—nubes etílicas
opacaban su rostro—
Hermano y yo
lo tomamos por los brazos
e intentamos levantarlo
fue inútil
su cuerpo de gran roble
yacía derrumbado
y la llama
ya lo carcomía
desde adentro
Una tea inmensa
como un lucero
se había empozado
dentro de su pecho
LUZ HELENA CORDERO (BUCARAMANGA)
Santo y seña
Mi padre,
severo y absorto,
cuando estalla la ternura
solo encuentra una expresión
que se le sale por los ojos,
como quien toma el barro
y sopla para crear a Dios:
¡Qué belleza!
Con estas palabras forja
el asombro y la fuerza,
el sortilegio y el gozo de la vida.
Vuelvo a ese santo y seña
para redimir de las cenizas
la sustancia de mi padre.
FELIPE GARCÍA QUINTERO (BOLÍVAR)
Frente al espejo he visto crecer a mi padre.
Aunque no abre el nudo de mis ojos ni el hierro
de su sombra rompe el velo del día, puedo decir
que lo he sentido mudarse en mi rostro.
Desde aquí, lo he visto crecer bajo los huesos
de mi cara.
Tomarse la casa.
ALEJANDRA LERMA (CALI)
Comenzaste a crecer cuando te vi en la morgue
Sé que las uñas crecen en la muerte.
Antonio Gamoneda
Comenzaste a crecer cuando te vi en la morgue
la sábana llegaba a tus rodillas
y pensé que nunca volverías a bailar
se acabaron los pasodobles, la salsa de Richie,
las orquestas cubanas
las uñas y el cabello de tus vecinos seguirían in crescendo
pero imaginé que en ti se extendería el fémur
y te volverías solo piernas
una extensión enorme de corrientes óseas
debajo de las tumbas
como esas enredaderas que la gente llama maleza
mamá está segura de que al otro lado pasan cosas
Parece que las almas no van a discotecas
por eso cuando bailo te siento en mis rodillas
mis huesos vienen de tus huesos
te llevo por las noches a las fiestas
para que no te aburra la eternidad.
VICTOR RIVERA (POPAYÁN)
Ituango
Es un buen día para ver a mi padre,
su espalda cargada de peces,
la red entre las manos, tejiendo
la transparencia de sus tratos con el agua.
Pero dónde está mi padre,
¿No es esa su cabeza,
un punto brillante, aguas abajo,
ardiendo con el sol del Bajo Cauca?
Me pregunto desde cuando soy hijo de pez mutilado,
de un manojo de algas subsumidas,
hijo de una forma rota y circular
como las boyas adheridas a los ríos de nadie.
¿Me equivoco? ¿No es esa su cabeza boqueando
en lucha con un remolino de piedras y esclusas?
Él, nadador en las horas más azules de la tierra,
¿Tan pronto se va al encuentro con el mar?
Creo ver sur garganta más abierta y seca
que el barro que se parte en los veranos,
más boquerón y zanja que las trampas
en que los caballos se rompen las patas.
Desde cuando tanta elocuencia
en un hombre de río y silencio,
desde cuando tanta intemperie
de palabras dichas a la nada.
Barco de papel humilde,
dime que no quieres olvidar mi nombre
escrito en los bordes amarillos de tu vida,
que no quieres ser un fantasma
incapaz de señalar la cara de tus perpetradores,
a gritos, a dentelladas,
dime la razón de tu cuerpo bajando con los barcos,
tu cuerpo sin las manos de mi madre
para decirte esteras de sombra y palma,
tú que apenas ayer olías la noche
adivinando el giro del cardumen,
¿Dónde estás ahora?
¿Quién te arrancó de tu sitio
como arrancar un cedro de tajo,
como dejar sin olor la vida?
¿En dónde está la luz que te llevaba
a la selva virgen y la montaña?
Le recuerdo a gritos que eso de dejarse ir con la corriente no es lo suyo,
que qué hace allí boqueando junto a los peces que él dominaba,
tirado por el suelo de su propio reino.
¿Tan pronto se va al encuentro con el mar?
Un momento, no tan rápido,
quiero arrojarme,
con él quiero arrojarme.
ANGÉLICA MARÍA SIERRA (SINCELEJO)
Pájaros
A Julio Agatón Sierra Domínguez, mi padre
Padre es una bandada de pájaros
o puedo decir un aviario libre un aviario libre
Sobre su cabeza un alcaraván zancudo espanta los espíritus de la muerte
(su propia muerte)
y un ruiseñor hace nido en la concavidad de su boca
mientras duerme
el rey de los cantores ensaya su silencio
Padre es un hombre libre
antes de tener sombra
sus pájaros habitaban el cielo
picoteando las nubes
abriendo el orificio de la lluvia
En sus ojos de fuego – un cardenal rojo
en sus valientes manos – un colibrí
en sus pies de errante sabio – gorriones
todos con sus alas y sus picos tejiendo el bosque
No soy como padre
en mí los pájaros se saben cautivos
en una porción de nada
elegante aviario de vidrio y metal
Entiendo que quizá intento retenerlo
EDUARDO BECHARA (BOGOTÁ)
Las prisas de la ruina
Diciendo esto, hizo
una señal a los marineros; y
prontos levaron anclas, soltaron
amarras y se movieron hasta el
Este.
Khalil Gibran
El ulular de la sirena
choca contra los muros
y retoma a mis oídos.
De nuevo con las prisas
de la ruina, tú y yo, papá.
El enfermero regula
el oxígeno,
y la pantalla muestra
tu pulso acelerado.
Vamos por las calles
cortando el viento,
diciéndole a todos
que la vida
es un pañuelo usado
mientras un barco se aleja.
CAROLINA RUALES (CALI)
El abismo de tu llanto
Duelo inconcluso
pasado roto
escrito con todos los llantos.
Es el tuyo
arrojado al vacío de este instante.
Antonio
es tiempo de revelar
la geometría de este precipicio
que formó tu ausencia en mi silencio.
¿Por qué no me elegiste?
Sólo la verdad traerá sosiego.
La hora del sueño inducido regresa
tu voz se apaga
me deja dormir.
Arroja algo hecho
de las virutas de tu aliento
una palabra tuya
bastaría para sanarme.
¿Dónde te escondes?
Trae tu mano obrera
mima con ellas mi cabello lacio
se parece al de la niña traviesa
que no eras capaz de reprender.
¿Será esta memoria mi forma de abrazarte?
Busco tus pasos mientras logro perdonarme.
Algún día partiré al encuentro de tu sombra
y será la memoria
consuelo de los que quedan
artilugio invocado de nuestra presencia.
LEONEL PLAZAS (CARTAGENA DEL CHAIRÁ)
Tierra perdida
Mi padre vende bizcochos
en la calle.
Zarca es su mirada
porque es hijo de mi madre,
de sus uñas nacía la tierra
de sus manos el destino.
Hacía las mañanas de café
y las trochas de leyenda,
criaba puercos
y gallinas para sus nietos.
La vida florecía en su boca,
en sus jardines
la zanahoria y la cebolla,
en los ojos de mi madre claveles
y amapolas.
La muerte le esperaba de noche,
dejaba las ventanas abiertas.
Los días nacían de las manos de mi padre.
Ahora vende bizcochos en la calle,
tiene el corazón cocido los riñones rotos,
la visión cansada sus pies incansables,
y silente va diciéndome:
Hijo, es el destino
la tierra perdida.
FLOR BÁRCENAS (MONTERÍA)
Muerte al hijo
Sueño que ardo en la boca de dos perros enviados por mi padre
todos los perros han sido enviados al mundo por mi carne
reconozco en sus miradas el deseo de arrojarse a mí.
Sueño que mi padre me persigu
porque mi vida le pertenece.
Despierto
mi hermana dice con insistencia
que vivo en la boca de mi padre
que pregunta por mis quehaceres
que le interesa mi rutina.
Yo me pregunto entonces:
¿En qué parte del poema empiezo a separar mi sueño de su boca?
¿En qué vida mi padre me disparó en la boca para ocultarse de mí?
ANDRÉS ARANGO (CALI)
Papá siempre quiso un hijo con manos pesadas
para que remover la tierra fuera un oficio menos solitario
y enseñarle que los hombres cargan todo lo que se van a comer
Un hijo que domesticara el viento dando puñetazos al aire
sometiera las bestias con el crujir de sus dedos
usara con precisión médica el martillo y la segueta
que tocara la guitarra y golpeara la mesa en reuniones familiares
Un hijo con manos firmes para hacer cortes definitivos
para contener el aleteo agónico de un ave
que se desangra colgada de los pies
Un hijo que reconociera la importancia del sacrificio
y encendiera la voz como una hoguera
Un hijo que no tuviera mis manos
que evitan empuñarse y aterrizan como palomas
sobre la mejilla de otro hombre
Mis manos
que tejen redes invisibles con paciencia arácnida
y atraviesan los laberintos de la noche manchadas de tinta
Papá siempre quiso un hijo que no tuviera mis manos
que soportan el peso del mundo
garabateado en una hoja de papel.
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