Cinco poemas:
Claudia Emilia P. G.

Migraña

¿Seré yo la misma sombra que se refleja en el suelo?

La realidad provoca vértigo.

¿Mis manos son mías?
¿Lo es mi cuerpo?

Siento que habito un lugar que desconozco,
no hay raíces.

La furia del cansancio tiene secuelas.

Mi piel herida de hastío se comunica con los fantasmas que viven en mis sienes.

Amanece de nuevo, yo rechazo las drogas que me hacen dormir por las noches.

La enfermedad de la vigilia me enseña su propia cura.

Obturador

Al bajar la velocidad del tiempo, entra la luz,
todo se detiene.
Aparecen imágenes,
ninguna es nítida.

No estoy ahí, son los otros,
los veo, ellos me miran.

Ahora no estoy sola.

Desde que no está

Pongo más atención a lo que sucede a mi alrededor,
al cielo, a los pájaros, a los árboles, a las sombras.

En todos lados lo encuentro.

Oigo su voz.

Es luz de atardecer.

Cicatriz

“Yo creo que me va a quedar cicatriz”

Eso pensaba ayer mientras sentía sangre escurriendo por mi cara.

¿Cuántas veces he rasguñado mi piel en un ataque de ansiedad?

¿Cuántas cicatrices tengo?

Cuando alguien me pone atención y mira mis manos, siempre miento,
pero la verdad es que yo he creado mis propias cicatrices,
bueno… casi todas.

Calma

Una niña en mi sangre quiere hablarme de la calma, se concentra en que mis latidos no sean disonantes.

“Estarás bien” me dice, mientras frota mi vientre adolorido.

Yo sigo caminando, mientras más avanzo, menos la escucho, más fuerte es la ceguera y el humo en mis pulmones.

Estoy cansada, no conozco a nadie.

Los pájaros comienzan a rodearme, me quito los audífonos, suspiro…

¿Es esto la calma?

 

Claudia Emilia P. G. Escritora, poeta y fotógrafa nacida en Ciudad de México, (1993), fundamenta su obra en la exploración y experimentación con las artes visuales y letras. Nos envía cuatro poemas, que al leerlos sentimos que nos encontramos ante una revelación, ante una palabra llena de imágenes que aluden al dolor, dolor en el cuerpo femenino, ese que recorren estos versos a lo largo y ancho de cada poema, pero, también deja entrever como un claroscuro, la angustia de la enfermedad o la ansiedad que trae el insomnio cada noche. Con ella recordamos a escritoras que han abordado estas poéticas y cuyas palabras filosas han atravesado el tiempo; Chantal Maillard (Bélgica/España), Piedad Bonnett (Colombia) y Elizabeth Bishop (U.S.A), sólo por mencionar a algunas.
La poesía de Claudia Emilia tiene esa fuerza que conmueve en cada interrogante, en cada certeza, en grieta o herida, en cada verso, donde trae a esa “niña” que habita aún en nuestra sangre y en nuestros huesos. La poeta parece entablar una conversación con ella misma o su propio fantasma, dolor encarnado donde las palabras se van anudando a su cuerpo, a la piel, quizá con heridas de antaño y sin raíces. La pérdida y la ausencia hacen arribos en algunas líneas de ese Yo femenino que está presente en todos los poemas de esta selección, con un carácter intimista donde luces y sombras se entremezclan en el poema, más allá de los fármacos y la enfermedad.
La autora, va a llevando al lector a entrar en una sintonía donde cada imagen duele, y sobre todo inquieta por la fragilidad del cuerpo y lo efímero de la vida que revela la poeta en la palabra. Es un llamado a la resiliencia frente a todas esas cosas que llevan el cuerpo al límite, intentando sustraer ráfagas de belleza que encierra el sufrimiento. Intuimos que nos encontramos ante una poeta que ha hecho de su palabra ese lugar seguro donde descansar de los azares que trae la vida y su historia clínica. Le auguramos éxitos si sigue enhebrando las palabras con esa precisión de relojera.