Tres Poemas |
Daniela Contreras González

Nacimiento

apertura hacia el nervio
se intensifica una huella y se abre una pústula
una herida sangrante con sabor
carne de vidrio y olor a pútrido transparente
triturado por una atravesada
por la puerta que se cierra hacia afuera
y se abre hacia adentro, se incendia el pórtico
y entramos a una realidad cárnica
me pierdo entre los hilos, entre hebras distantes
me interno en un tejido
pero que no es ningún texto
es una vertebra
empezada por un verbo
es un portal equidistante, se abre el camino
se abre
se cierra
ahora soy atravesada por un portal,
soy la entrada misma
pero me cierro como vulva
no llego a mi nacimiento
esta es mi muerte
no llego a mi apertura
me cierro en mi insistencia
soy una matriz destrozada que abre cerraduras
pero de la cual no existe ninguna llave

Llave

Nadie abre sino una puerta con forma de incendio
me intensifico hacia el nervio, hacia el tacto de las cosas
una llave minúscula que abre y cierra densidades, que se pierde
que se sabe
que se sabe perdiéndose, soy
soy una llave que se abre en sí misma
pero sin ningún candado
soy una apertura hacia la nada, pero soy todo
soy una huella
una herida
te quiero saber(te) rota
rota como mis hilachas des-hechas, como la carne interminable
como la carne interminable que soy
abro caminos
soy una llave
pero no de metal
sino de carne
abro piernas y cierro densidades

Límites

Hacia el camino resquebradizo me alzo erguida
me instalo en un camino sin vértebras iluminadas
me instalo en el medio del mundo como un axis mundi perdido
soy in-munda, el mundo hecha jirones
pero hacia dentro de mi nervio, de mi insistencia
soy insistente porque entro, porque termino aquí
hasta acá llego,
hasta acá camino
pero me cierro hacia los afueras
no encuentro más piernas, me faltan extremidades
así me decían
el límite
porque entre dos cosas me verticalizo
soy una línea erecta que divide
pero sobre todo que une con una irrisoria
insistencia
soy una apertura hacia el cierre
soy la línea dividida pero que
al final de todo
es nada más que
la forma perfecta del círculo

***

Daniela Contreras González es una escritora, poeta y filosofa chilena que ha sido galardonada en las categorías de poesía, microcuento y ensayo. Es de esas nuevas voces que irrumpen en la poesía de este lado del mundo. Al leer la poesía de Daniela se encuentra gran hondura en el lenguaje, y desde la temática que aborda transita entre el mundo de adentro y el mundo de afuera, el viaje a su mismo cuerpo o al cuerpo del poema. La poeta va tejiendo las palabras y del mismo modo va desenredando el ovillo para salir de su propio laberinto como en el mito de Ariadna. Algunos elementos presentes en sus versos son; la carne, las vértebras, la sangre que fluye, la vida y la muerta, unidas por un delgado hilo, ese eterno retorno, la poeta lo advierte en el lenguaje hecho verbo, casi como una revelación, desde ese mundo acuático que habitamos antes de nacer, el origen mismo, Sus poemas tienen una resonancia magnética en que se pueden ver las imágenes de lo femenino, de una matriz que es la llave, pero a la vez cerradura, entre verso y verso la autora se canta así misma como lo hiciera en el pasado el poeta estadounidense Walt Whitman.

Cada poema de esta selección tiene morfológicamente la misma estructura y el ritmo es constante, es como si fueran una misma canción divida entre partes. <Nacimiento>, <Llave> y <<Límite>> hacen parte de un todo, algo circular. En el primer poema, se hace una apertura al mundo, parirse a ella misma, desde la carne y el dolor, la apertura y el cierre, lo que marcará un comienzo en el viaje de la vida. En el segundo poema la temática se repite la idea en que tiene esa voz poética en el que el lenguaje se vuelve puerta, llave a la vez. Es decir, una llave de carne y no de metal, esa llave sin el cerrojo que descifre los misterios de la vida. En el tercer poema se encuentra ese Yo como eje del mundo, uniendo el cielo y la tierra, la verticalización del ser, y, sin embargo, cada poema de Daniela nos recuerda la conexión que hay entre los humanos y los dioses, quizá por eso sus poemas no tengan punto final, límite, y todo sea un eterno retorno al centro de uno mismo.