Tierra
No me preguntes, tierra,
por qué te llamo.
No te extrañes
si a ti me inclino,
si mi inercia
a ti me lleva.
Si sabes, tierra, que
dentro, en ti muy dentro,
nacen las flores
y viven
las madres muertas.
Mi bisabuela
Mi bisabuela se cortó las venas.
Desde entonces,
los sangrados y los cuchillos
se suceden por nuestros genes:
hemorragias, leucemias…
En mi familia,
las tristezas son los ríos
que van a dar al acero,
silencio que apaga el llanto.
Mar que todo consuela.
Efímero masculino
Recorren largas distancias,
largas charlas en los bares
para no ser distancia.
Esperan toda la noche
en busca de la más perfecta
y remota madrugada.
Corren a gran velocidad
lo noto en sus ojos, desorbitados
y en la locura de su mirada, frenética.
Ansían llegar
y no ser ellos.
Navegan en ríos de saliva,
se guían por el olfato,
buscan el perfume más intenso
que los pierda.
Quieren tocar fondo.
Se embarcan en los flujos y corrientes
más profundas.
Quieren estallar, estallar y olvidar.
Y estallan
y olvidan
y la mañana los levanta inciertos
desconcertados, extranjeros en su cuerpo.
Y se van, remotos,
más remotos aún que cuando llegaron.
Y recorren largas distancias
en los días, en las noches,
y hay tanta fuga en sus miradas
que se diría que quieren morir lejos,
muy lejos.
Pero no, no es eso,
quieren marchar,
tocar el infinito
y volver.
Y vuelven,
la elipse de su deseo los arroja de nuevo
a esta orilla,
al lado más oscuro de la noche.
Traen un extraño temblor entre sus manos
y un terror renovado en sus miradas.
No entiendo su espanto enfurecido,
cuando me miran y no se acercan.
cuando me miran y se van.
Una vez más
la inefable voracidad de la mecánica celeste
los arranca de mi lado.
Se deben a sus órbitas fijas.
El armario
Tengo el armario lleno de tristezas.
Viejas tristezas, tristezas usadas,
alguna tristeza pasada de moda
y últimas tendencias en tristeza.
Tengo un fondo de armario lleno de dolor.
Dolores alcanforados, dolores muy llevados,
pero también algún dolor de usar y tirar.
Cuando alguien me coge de la mano
le cuento que tengo
mucho frío y un poco de dolor.
Pero cuando alguien me coge de la mano
y me mira a los ojos
entonces
le cuento lo que tengo.
Escuchar
No le pude poner cara al dolor, pero sí sonido
Un caballo inmóvil que golpea el suelo
insistentemente
Un tumulto absurdo
Una flor marchita que me grita ciega
suplicando agua
Les pedí la calma, me trajeron truenos
y una lluvia tensa que golpea el vientre
sin pedir perdón
Me pedí perdón, me concedí consuelo
El consuelo amargo del que ignora todo
No le pude poner cara al dolor
pero ya
silencio
Gemelo solitario
Te buscaba como se busca
al Sol en la noche o un orden nuevo.
Te buscaba en el asombro que me dejaste.
Te encontré en lo idéntico, lo revelado.
Estabas tan cerca como mi sombra.
Eras el camino.
Qué escondes, oscuridad,
si las sombras iluminadas
se reflejan en ti.
Qué música llevas
oculta en silencio,
si entrañas sus notas calladas
que quieren sonar y van a estallar.
Será
el suave sabor de un sonido ancestral,
de un ritmo perdido.
Será
el incierto mensaje que transporta tu luz.
Latido que empuja a vivir.
Terminal
los vi marchar
caminaban enfermos
se movían entre la derrota y la duda
cargados de lejanía
se llamaban unos a otros
por los hospitales
por los pasillos de los hospitales
por los pasillos de los pasillos de la noche
Reyes Guillén (Zaragoza, 1966). Licenciada en Filología Hispánica, su obra poética está publicada en revistas y en diversas antologías, como Yin. Poetas aragonesas 1960-2010 (2010), Uni-versos para Somalia (2011), Circular a veces (2012), AntiaéreA 4 (2018) o Brioleta vol. 2 (2023). Algunos de sus poemas se han traducido al eslovaco y al árabe. Se dedica a la edición y distribución de libros, codirigiendo Pregunta Ediciones.