*
Enmudece la bruma
la tibia claridad de amanecida,
la vocación del musgo en la piel de la piedra,
el etéreo sonido que en el humus se esconde.
Inusitado y fabuloso canto,
resuelto advenimiento que nunca se descubre.
Mas aún atesoras una sola merced
de agua y aceite perdurables,
para lavar y ungir tu cuerpo;
de bondad trasnochada, un triste rictus,
y este juego inocente, inútil y sin fin
con el lenguaje.
*
todo se tornará ciego horizonte,
paso breve
y sombra perdurable,
quimérica visión, deslenguada promesa,
viático nocturno de ceniza.
Oh, tú, rosa de luz,
pura sustancia de la claridad,
haz más dulce el dolor, no tan humano,
en el ígneo limes del lenguaje.
*
El sol rompe en el valle
la música del éter
y se oyen las esquilas
de un rebaño invisible,
un súbito fulgor
más real que tú mismo.
Hace frío en la cumbre
de nieve coronada.
Y desciendes
pensando en el alivio
del teatro de sombras
y el fuego en el hogar.
Nunca sabrás
lo que perdiste arriba.
*
Esta antigua y pesada
costumbre de lo exacto
desordena las páginas
de la memoria.
Todo fue como tú lo recuerdas.
El azar es tan sólo
rigor de dioses abatidos,
y el yerro siempre oculta una verdad.
Mariano Castro, nacido en Zaragoza en 1954, es médico y poeta. Ha publicado obras como «Paraíso de fuego» y «El ojo y la ceniza«. Su poesía ha sido reconocida con premios, destacando el Premio «Santa Isabel, Reina de Portugal» en 1998. Además, ha traducido obras, incluyendo «Casa última» de Xulio L. Valcárcel. Es asesor literario de la colección de poesía «Libros de Berna» y codirector de la Casa del Poeta de Trasmoz. Ha colaborado en diversas publicaciones y sus poemas han sido traducidos al francés, inglés y búlgaro. Sus textos también figuran en varias antologías nacionales.