El aforismo es uno de los géneros literarios más conspicuos e indefinibles. Su brevedad contrasta con su contundencia. Tiene numerosas corrientes y tradiciones. Su historia es antigua y entre sus exponentes se encuentran Hipócrates y Lao-Tsé, La Rouchefoucauld y Nietzsche, Lichtenberg y Gracián. Su elasticidad y carácter le confieren una forma de expresión rotunda, relampagueante. El aforismo provoca la iluminación o el escalofrío. Posee familiaridad con la microficción, la poesía y la filosofía, pero no es ninguna de ellas. Podríamos definirlo como el insecto de los géneros literarios: su taxonomía depende de su intención, y todos ellos poseen una singularidad inigualable; hay algunos inofensivos, pero la mayoría son letales.
En esta breve selección se propone una serie de guiños, más que un sistema organizado.
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Todo acto de barbarie comienza por negar al otro.
Para entender algo, antes hay que entender las palabras que usamos para nombrarlo.
Desconócete a ti mismo. Cuando lo logres vuelve a empezar.
Estaremos condenados a repetirnos mientras no pensemos lo indecible y digamos lo improbable.
Jamás se dirá todo, aunque el número de palabras sea finito.
¿Quieres conocer a alguien? Pídele ayuda.
Hay ideas que son como una pedrada en la multitud: nunca sabes a quién le va a pegar, hasta que alguien vocifera.
El deseo nos hace ver a los demás como los queremos ver.
El provincianismo es pretender que las costumbres que te definen sirvan para explicar al universo entero.
Señorón es una palabra de cartón corrugado.
Justificar el mal es el modo más contundente de odiar.
Follaje es una palabra carnosa y húmeda.
Tu letra tiene los ojos saltones.
Me estoy dejando crecer la mirada.
Creo en todo lo que dices, porque sé que no es cierto.
Hay gente que malinterpreta hasta sus propias palabras.
–¿Qué signo eres? –Por lo general, de interrogación. Pero cuando te veo, de exclamación.
Tu escritura es terapéutica: cura el insomnio.
Lo único que no le disculpo a un escritor es la pereza intelectual.
La poesía incomoda a los tiranos, los bárbaros y los idiotas.
Una profetisa me dijo en la calle: “si los demás escucharan nuestros pensamientos, no habría ni sociedad”.
El día que sea misántropo me volveré predicador.
Cuando escucho “reproducción en cautiverio”, pienso en el matrimonio.
Te extraño: sueño que vienes. Te entraño: sueño que te quedas.
El amor propio es como la privatización del amor. La acumulación originaria del amor.
Las comparaciones son lamentables. Como cuando te miras en el espejo y te desconoces.
Mi crítica a la izquierda es apolínea. Mi crítica a la derecha es dionisíaca.
A veces tenemos amigos porque no estamos en condiciones de conocer su verdadera identidad.
La palabra más resbalosa para definir al mundo: yo.
Si un libro no te hace desconocer quien eras, no valía la pena leerlo. Igual con las personas.
A veces se confunde al crítico literario con vigilante de museo. Yo prefiero al profanador de tumbas.
La única gente que alucina, pero dice la verdad, son los artistas.
Prefiero la obra al autor. Hay autores indignos de su obra.
Caricia: poesía manual.
La prueba de que los consejos no valen nada es que todo mundo los regala sin que se los pidan, a diferencia de la ayuda, que es muy escatimada.
La niebla son los sueños húmedos de las montañas.
Nunca te enamores de una persona bipolar: siempre sale sobrando alguien de los tres.
Lo malo de llegar a conocerte, es que tendrás que pasar el resto de tu vida contigo mismo.
Longevidad es una palabra luenga y chiclosa.
Qué inoportuna se vuelve la gente a la que hemos dejado de querer.
Si la duda te ofende, el conocimiento ha de matarte.
Hay palabras que vuelven estúpida a la gente. Una de ellas es destino.
No se trata de caminar por el fuego y no quemarse, mucho menos huir de él. De lo que se trata es ir hacia el fuego y convertirte en él, ser el fuego.
Edgar Krauss es escritor, editor, historiador y traductor. Autor de los libros de aforismos La droga de los profetas y Clarividencia en ayunas (Cuadrivio Ediciones). Ha escrito en numerosas revistas y periódicos mexicanos y participado como autor en diversas antologías de ensayos y cuentos.