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Javier España. México, 1960

javier-espanaMuestra poética del libro La torre de las mil ventanas, ganador del Premio Nacional de Poesía San Román 2011, de la Universidad de Quintana Roo.

 

 

 

POEMAS DEL LIBRO  LA TORRE DE LAS MIL VENTANAS, GANADOR DEL PREMIO NACIONAL DE POESÍA SAN ROMÁN 2011 Y PUBLICADO EN 2015 POR LA UNIVERSIDAD DE QUINTANA ROO

 

La domadora

                    a Julio Ruelas

La cárcel es un círculo de vuelo porcino.
No hay vacilación en la mirada del simio
que enclava en otra piel su furia,
su derrota ante el redondel impenetrable.
Desde cualquier distancia,
el látigo y la piel
entretejen la castidad del árbol prohibido.
La última vuelta nunca termina,
y el sol ríe a carcajadas
posado en el sombrero canotier de la falacia.

 

París

                    a Wilfredo Lam

París no es sólo un pentagrama añejo
ni cinco notas de sol y luna copulando.
No cae el aguacero cada lunes.
Ante una taza de café puede ser la muerte,
que aguarda en la habitación barata
donde una mujer nos amó por última vez
y murmuró nuestro nombre ciegamente.
París no sólo es París.
Aquí caben todas las miradas,
hasta el viento caribeño de la infancia
que persiste en ser su propio paisaje.

 

Desnudo femenino reclinado

                    a Egon Schiele

Egon sabe que Klimt no miente,
que el dolor siempre es una furia,
una ráfaga que inunda los ríos primitivos de la piel,
que la tos de Edith se convertirá en la muerte de los tres:
del niño que aún no nace, de la mujer que abrió sus puertas,
y de él, que descubrió los escondrijos prohibidos de los parias,
aquéllos que se vacían en el rito horizontal de los cuerpos escaldados.
Mujer de medias negras
Veo la piel del mar, sargazo, vulva sabia.
La vida también es una sonrisa vertical que aguarda.

 

Amantes

                    a Fernando Castro Pacheco

Hamaca muda,
onomatopeya del gemido, de los hilos húmedos,
de nuestros cuerpos mecidos por el viento magro
que lame muslos murmurantes de marasmo.

Con el vaivén de frágiles ocasos
adormeces a Dios en medio de una tarde.

Hamaca maga,
entrecierras tu piel de párpado silente
y guardas nuestros cuerpos en la mirada de nadie,
entre las palmas del ocre más enardecido.

Con pendular goce de los tactos
adormeces a la tarde en medio de los dioses.

 

Tango en una caja

                    a Juárez Machado

El tango no se baila, piel.
No es aquelarre de brujas ni de profetas mustios.
Pero sí el vuelo inverso
a ninguna intemperie permitida,
a la patria íntima
donde el roce de los muslos es el único cuerpo
que sueña en otro cuerpo su iridiscencia.
¿Así se mojan las entrepiernas para vivir a solas?

No, en el tango no hay sudor maldito ni bendito.
Es como el mar nocturno que lame sus heridas,
como un gato con lengua sabia, ah, y dulce sal.
El tango no baila, piel,
se guarda en una caja secreta
donde arden el acordeón y la lujuria de Dios.

 

Tamazul

                    a Francisco Toledo

¿Quién sabe más de entrepiernas que tú,
venerable piedra siempre con las patas abiertas?
No tuviste que nacer en Tamazulpam para beberte todo el tiempo
que yace, muy yacido, en tu vientre sabio de lagartijas y de grillos.
Ah, sapo, inmenso devorador de vaginas primitivas,
no se detiene tu hermosa fealdad de dios broncudo
ante los tacones amenazantes y vencidos de la lujuria.

 

El aquelarre

                    a Goya

El Gran Cabrón ha convocado.
Todas han venido con sus presas famélicas y lloronas.
Ah, el festín de niños perdidos y secos como gajos.
Un nudo de pieles encendidas
se revuelca entre las horas más nocturnas,
más sedientas del poder de la vida y de la muerte.
El gran cabrón se eterniza.
No sabe hablar pero agita el deseo entre sus astas.

 

Sola

                    a Henri de Toulose-Lautrec

Sola, sin Toulouse, sin tu luz,
sin tu miedo perdido entre perfume rancio,
acostumbras el descanso de tu servicio
mirando las mismas arañas fieles
a las que Henri les dispara con saña y sin puntería.

No eres actriz, ni bailarina, ni menos burguesa,
pero igual apestas a la vida sola, sola,
como las de todos tus compinches hipócritas,
que tu pintor magullaba sobre sus cuadros reflejantes.

 

El pecado

                    a Franz Von Stuck

He convertido mi vida en una lengua.

Toda ella transita sobre tu vientre y tu pecho.
No se me acaba la devoción de saliva:
fundación del puente que me salva de mi solo cuerpo.
Como si sirviera de algo,
a veces me preguntó:
¿Cuánto de tu azul habré bebido?
¿Por qué no me harto del mar
que decanta en el abrevadero vaginal de siempre?
He convertido mi lengua en una vida.

 

Estreno de la pulquería

                    a Antonio Ruiz «El corcito»

Por fin abre «el Napoleón».
Ahora sí beberá la Madre Tierra con su boca de aserrín sediento.
¡Que bailen las banderolas de colores
y que canten los perros del barrio!
Por fin viene el pulque, bendito entre benditos,
entre compadres y gordas querencias.
Ya se nos olvidaba el acocote
y el tinacal del octli sagrado.
Otra vez a beber como hombres,
¡maricón quien se raje!

 

Sandías

                    a Rufino Tamayo

¿Cuánto de rojo cabe en dos sandías?
¿Cuatro garzas, una voz cortada por la garganta?

El cristal líquido de la sandía canta a pecho abierto.

¿Qué sonido es el rojo?
¿Qué palabra predice el fuego?

Desde el sonámbulo esmalte sonríe de crepúsculos:
pausa escarlata delirando a contraluz.

 

Las vacaciones de Hegel

                    a René Magritte

Una mano que no toma el vaso con agua.
Otra mano que no toma el paraguas.
La antítesis no duerme en el sujeto
ni en el giro del mango errabundo
que retorna al vacío
ni en el cristal avaro en seres
que observa todos los paisajes.

Hegel no está
pero regresa mañana,
es decir, hoy o ayer.

 

Javier España  (Quintana Roo, México, 1960)

Obtuvo el Premio especial de literatura «Antonio Mediz Bolio», otorgado por el Gobierno de Yucatán y el Instituto de Cultura del mismo estado por el poemario  Presencia de otra lluvia en 1987; asimismo, el Premio hispanoamericano de Poesía para niños, otorgado por la Fundación para las Letras Mexicanas por el libro La suerte cambia la vida en 2004. Obtuvo, también, el Premio Internacional de poesía «Jaime Sabines», en el 2007, con el libro Sobre la tierra de los muertos, otorgado por el CONECULTA de Chiapas; de igual forma, el Premio Nacional de cuento «Beatriz Espejo» 2010, otorgado conjuntamente por el instituto de cultura de Yucatán y el Municipio de Mérida, por la obra Prometeo de la calle 51. En el año 2011 ganó el Premio  Nacional de poesía San Román, en Campeche, con el libro La torre de las mil ventanas. Entre sus libros de poesía destacan: Tras el biombo (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1991), Travesía de fuegos perseguidos (UNAM, 1993), Tributo del  viandante (Instituto mexiquense de cultura, 1998), Azul deseo de la esfinge (Editorial Mantis, 2000), La suerte cambia la vida (Fondo de cultura económica, 2005), Sobre la tierra de los muertos (CONECULTA, Chiapas, 2007), entre otros. Ha publicado el libro de ensayos Rumores a deshora, 2011 y participado en el colectivo Los frutos de la voz, 1997.