 “El decadentismo mexicano, que inicia con Gutiérrez Nájera y se continúa con Nervo y López Velarde, alcanza su expresión más acabada con la poesía de Xavier Villaurrutia.” Afirma el poeta y crítico mexicano acerca de dicho miembro del Grupo Los Contemporáneos.
“El decadentismo mexicano, que inicia con Gutiérrez Nájera y se continúa con Nervo y López Velarde, alcanza su expresión más acabada con la poesía de Xavier Villaurrutia.” Afirma el poeta y crítico mexicano acerca de dicho miembro del Grupo Los Contemporáneos.
XAVIER VILLAURRUTIA, DECADENTE
Evodio Escalante
El decadentismo mexicano, que inicia con Gutiérrez Nájera y se continúa con Nervo  y López Velarde, alcanza su expresión más acabada con la poesía de Xavier  Villaurrutia. Una visión a menudo torturada del encuentro sexual, el onirismo  obsesivo, las atmósferas exclusivamente nocturnas y la recaída en la muerte, fin  final que secretamente se anhela pues “morir es despertar”, le otorgan a la  reconcentrada poesía de Villaurrutia, y sobre todo a sus espléndidos  “nocturnos” de Nostalgia de la muerte un lugar distintivo dentro de la historia de nuestra poesía. Producto  exacerbado del movimiento simbolista, el decadentismo promueve una búsqueda de  experiencias extremas con las que quiere escapar del tedio y del aburrimiento  de la vida mecánica de la gran ciudad, a la vez que persigue mórbidas vías de  escape hacia las regiones del sueño y de la noche habitadas por endriagos y  absolutas quimeras. El fallecido Manuel Ulacia nos hizo ver que la presencia de  la muerte debe asociarse en Villaurrutia con esa culminación extática de la  sexualidad que los franceses llaman la  petite mort. 
          Otra  forma del exceso podría estar relacionada con el uso de drogas. Hace tiempo me  llamó la atención encontrar en Reflejos (1926),  el primer libro de poemas de Villaurrutia, una juguetona referencia a la coca.  En los años veinte, como se sabe, esta sustancia podía ser adquirida incluso  sin necesidad de receta médica en las farmacias de la ciudad de México. Las  singulares palpitaciones del corazón y el estado de exasperada vigilia provocada  por la ingesta de esta droga dan el tono para el poema “La noche”, que se  inicia con este par de versos: “¡Qué tic-tac en tu pecho / alarga la noche sin  sueño!” La noche no sólo se torna mucho más larga y vibrante, sino que puede  ser (imaginariamente) la postrera. Cito a la letra: “Callemos en la noche  última; / aguardemos sin despedida: / este polvo blanco / –de luna ¡claro!– /  nos vuelve románticos.” Nótese el guiño al lector entendido…
          Al releer los poemas de madurez de  Villaurrutia, contenidos sobre todo en Nostalgia  de la muerte (1946),me doy  cuenta que la afición a esta droga no fue sólo un episodio de juventud.  Diversas referencias al “polvo” y a la “nieve”, motes con que se identifica la  cocaína, se desperdigan en los textos. En “Nocturno eterno”, por ejemplo, el  poeta sostiene que la vida “se desnuda para saltar al lecho / y ahogarse en el  alcohol o quemarse en la nieve.” Es cierto que aquí puede adivinarse la  existencia de un juego literario de tipo barroquizante que el libro mismo  anticipa con un epígrafe ad-hoc tomado  de Michael Drayton (1563-1631): Burned in  a sea of ice, and drowned amidst a fire. Empero, la inequívoca alusión al  “ahogado en alcohol” otorga el verdadero contexto del verso, de una enorme  eficacia, por lo demás, pues el personaje siente que se quema en la nieve.
          La  idea de que la ingesta del “polvo blanco” puede propiciar el frenesí sexual surge  en otro de los poemas. La estrofa final del texto titulado “Cuando la tarde”  expresa de otra manera lo que ya se precisaba en el poema juvenil de Reflejos: “”Cuando la noche de humo, de  polvo y de ceniza / envuelve a la ciudad, los hombres quedan / suspensos un  instante, / porque ha nacido en ellos, con la noche, el deseo.”
          Otro de los nocturnos, “Cementerio en la  nieve”, parece modificar el registro erótico para establecer ahora una singular  ecuación entre la nieve y el tema de la muerte, tan caro a Villaurrutia. El  gusto por la droga se habría convertido así en otra forma de la presencia de la  muerte. Es lo que insinúan los versos con que arranca el poema: “A nada puede  compararse un cementerio en la nieve. / ¿Qué nombre dar a la blancura sobre lo  blanco?”
          Se  diría que las dos estrofas finales del texto transmiten delicadas alusiones a los  efectos de la droga, lo que incluye una cierta anestesia corporal generalizada y  un “estar trabado”, esto es, una imposibilidad de articular palabra:
Si algo tiene de un cuerpo insensible y dormido,
de la caída de un silencio sobre otro
y de la blanca persistencia del olvido,
¡a nada puede compararse un cementerio en la nieve!Pues la nieve es sobre todo silenciosa,
más silenciosa aún sobre las losas exangües:
labios que ya no pueden decir una palabra.
Acerca de la inesperada muerte de Villaurrutia acaecida el 25 de diciembre de 1950 cuando no llegaba aún a los cincuenta de edad se ha especulado con la idea del suicidio. Otros mencionan un ataque cardiaco. Si hay una relación entre literatura y vida, quizás podría hablarse también de una sobredosis.
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