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Juan Carlos Olivas. Premio internacional Poesía en Paralelo Cero 2017

juan-carlos-olivasOriginario de Turrialba, Costa Rica, 1986, es el poeta ganador del certamen convocado por la organización del encuentro de Poesía en Paralelo Cero. El director de dicho festival Xavier Oquendo nos hace llegar una muestra de su escritura.

 

 

Juan Carlos Olivas

Premio Internacional Poesía en Paralelo Cero 2017

(Turrialba, Costa Rica, 1986). Ha publicado los poemarios La Sed que nos Llama (Editorial Universidad Estatal a Distancia; 2009) Premio Lisímaco Chavarría Palma 2007; Bitácora de los hechos consumados (Editorial Universidad Estatal a Distancia; 2011) por el cual obtuvo el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de poesía 2011 y el Premio de la Academia Costarricense de la Lengua 2012; Mientras arden las cumbres (Editorial Universidad Nacional; 2012), libro que le valió al autor el Premio de Poesía UNA-Palabra 2011, El señor Pound (Instituto Nicaragüense de Cultura, Nicaragua; 2015, y reeditado en Costa Rica por Editorial Universidad Estatal a Distancia; 2015) acreedor del Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2013,  Los seres desterrados (Uruk Editores; 2014), Autorretrato de un hombre invisible (Antología Personal) (Editorial EquiZZero, El Salvador; 2015), El Manuscrito (Editorial Costa Rica, 2016) libro ganador del Premio Eunice Odio de Poesía 2016 y En honor del delirio (En Ángel Editor; 2017) Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2017 en Ecuador.

Selección de poesía:

Variaciones de un tema de William Blake

Pity would be no more
if we don´t make somebody poor.
William Blake

 

 

Si bien es cierto, la piedad no sería
si no hacemos a alguien miserable,
tampoco la maldad está exenta de dicha.

O ¿cómo explicar el placer
que siente el niño
ante la piedra arrojada al pájaro,
o al contemplar su plato de leche
con hormigas naufragando
hacia sus costas,
o ya de viejo
cómo poder explicar esa obsesión
de ser uno con la noche y defenderla?

El tiempo perdura
como un gusano vivo en el anzuelo,
y el pez, tarde o temprano,
navegará las ociosas aguas del hambre.

La maldad es otro tipo de inocencia;
pero cómo responde al mar
la voz del muerto,
cómo se extiende al sol
la entraña impúdica,
cómo hay belleza en lo que vale una vida
que sólo vio la luz en la miseria,
qué suaves son al tacto
las puertas de la oscuridad.

En honor del delirio

Una mujer va subiendo por mi sangre
en ese instante previo al disparo.
Muy al fondo de la página en blanco
he visto las catedrales caladas,
las huestes de la perforación
en un vaso de vino,
todas las vicisitudes que me he prohibido
y hoy desfilan para hacerme caer
en el momento justo
en que la luz deviene de la pólvora.

Atrás dejé el ruido de los naufragios,
abolí la visión de un cuerpo de cristal,
desterré al regimiento
que hacía ronda en las madrugadas
para sodomizar mi ángel,
y vi cómo en la noche
los pescadores enterraban una granada
en el centro de la luna.

Nada de esto fue gratuito
ni hizo que mermara mi fiebre.
Pasaron junto a mí los gatos de la lascivia,
sus lenguas eran dunas opresivas,
llevaban sobre sus lomos mis visiones,
la gracia que después pidió limosna
a las puertas del palacio de un emperador invisible.

Nunca más veré el día claro,
el trigo de la estepa,
nunca más sortearé
la costumbre de los mundos vacíos.

A mi diestra caerán
miles y diez miles
invocando al Dios del Caos.

El poema será el cuerpo que toque
                                      y haga mío
antes de que el disparo nos acabe,
antes de contemplar en vida
el río de mi sangre,
mancille con la voz
mis manos navegantes
y construya con mi dolor
la barca de Caronte.

 

Soledad porteña

Desde el puerto,
paso mi dedo
en un último acto
de desesperación
y encuentro mi nombre
en la lista de ahogados.

Oficialmente soy un muerto.

Me acomodo el saco
y me preparo para decir
mis últimas palabras.

Pero nadie me escucha,
todos siguen su curso
por las calles.

¿Así que esto era la soledad?
Pienso mientras me alejo con las luces
y el sonido de los barcos
en el puerto.

Doble espectro

Cuando no estás
y contigo vas halando mi piel
desde una cuerda transparente
aferrada a un anzuelo,
aparece entonces una mujer
que viste con tus ropas,
se pinta los labios de herrumbre,
acicala los gatos de la luz y los domeña.

No la conozco
y puedo jurar que la amo
aunque se parezca a ti.
Quiero llevarla a caminar sobre las aguas
de un viejo pensamiento,
encerrarla en la flaqueza de mi casa
donde habitaste también
y encendías tus extremidades
para no morir de frío en el invierno.
Quiero enseñarle un caracol
para que escuche la tortura del océano
y el grito de auxilio
de sirenas insomnes.

Pero ahora soy ese pez que halas
del abismo del mar al abismo del aire,
y la mujer que se parece a ti
me ve boquear desde la orilla,
pronuncia mi nombre,
me pide fuego y le ofrezco mis ojos,
sin dejar de parpadear exhala el humo,
se acerca,
veo su rostro en el tizne del mármol,
y en silencio
apaga su cigarrillo
contra mi corazón.