Krystyna Rodowska. Perderse en el Otro

Entrevistada por Ladislao Aguado, la poeta, traductora y ensayista polaca abre su palabra para afirmar que la poesía, el erotismo y la traducción son actos conducidos por el deseo de ser en el otro.

 

Entrevista con Krystyna Rodowska
La poesía, como el erotismo y la traducción, perderse en el otro
Ladislao Aguado

Krystyna Rodowska es poeta, ensayista, traductora del español y del francés al polaco. Es autora de varias antologías fundamentales en su país, entre éstas la de poetas franceses y de poetas latinoamericanos. Nació en la ciudad polaca de Lwów que pasó a manos de Ucrania tras la caída del realismo socialista. Ha publicado seis libros de poemas,  entre otros Na dole płomień, w dole płomień, 1996 (Abajo fuego, arriba fuego) –Premio de la Fundación de la Cultura en Polonia– , Bliżej nagości, 2OO2 (Hacia la desnudez). Sus poemas han sido traducidos al francés, español, checo, eslovaco, sueco, lituano, letón, rumano y macedonio, y publicados en revistas literarias de estos países. Realizó varios viajes de estudio en México, Francia, España, y participó en los festivales internacionales de poesía en Europa, América Latina y Canadá (Quebec). Es miembro de la Asociación de Escritores Polacos y de PEN-club.

Un poema suyo conocido dice: «La ciudad donde nací/ya no existe». ¿Hablamos de su infancia?

Hablo no solo de mi infancia. Hablo de mis raíces, de la ciudad, donde nací, Lwów, una ciudad multiétnica, multicultural, donde durante siglos convivieron polacos, ucranianos (que todavía no tenían consciencia de ser “ ucranianos”), judíos, armenios, austriacos y griegos, pues Lwów, durante los largos años de la pérdida de independencia de Polonia, perteneció al imperio austro-húngaro. Fue un importante centro de  cultura y de ciencias polacas. Los acuerdos de Yalta, después de la segunda guerra Mundial, entregaron Lwów a manos de los rusos; cuando se derrumbó la Unión Soviética , surgió el estado ucraniano. Lwów  –polaco desde la Edad Media temprana, pero objeto de luchas intransigentes entre los ucranianos y los polacos en 1918, al término de la Primera Guerra Mundial– pasó a ser de Ucrania. Para la generación de mis padres, del gran poeta Zbigniew Herbert, también nacido allá, la perdida de Lwow –ciudad casi mítica, con un folclore urbano propio, con un sentido de humor irrepetible,  característico de sus habitantes– fue una trauma de enormes proporciones. La mayoría de sus habitantes polacos –víctimas del gran éxodo, expulsados de sus tierras del Este, han pasado a las llamadas “ Tierras del Oeste” , a las regiones de Wroscław (se pronuncia más o menos Wroswaf), Szczecin, Gdansk, vaciadas de su población alemana, forzada a abandonar sus casas y sus bienes. Así la gran Historia ha determinado mi infancia, marcándola  con la consciencia de un desarraigo, de la orfandad. Mi poema “El Exilio” (en polaco no lleva este título, forma parte de un poemario El Gran Viaje) evoca con nostalgia todas estas cosas.

¿Cuándo escribe su primer poema?
  Como casi todos los niños, escribía poemas, pero hoy no vale la pena recordarlos: fueron malos, imitaban los modelos de la poesía romántica, una retórica totalmente anacrónica. Me gustaba leer cuentos fantásticos y novelas históricas. Era una niña solitaria (hasta la edad de 10 años fui hija única) y este fue para mí un mundo verdadero.

¿En qué momento descubre que la poesía la va a acompañar para siempre?
  Esta revelación, la tuve bastante tarde, fue después de interrumpir mis estudios de música y de terminar los de la filología francesa en la Universidad de Varsovia. Pero mi despertar poético no tuvo mucho que ver ni con las aspiraciones profesionales, ni con ambiciones personales. Simplemente, la poesía se me reveló de repente, en un momento muy dramático de mi vida, como una salvación, una vida auténtica, de búsqueda de valores espirituales y artísticos, como el único contrapunto posible a lo efímero y superficial de la existencia cotidiana.  Ese radicalismo y exaltación juveniles hoy me parecen ingenuos y patéticos, pero en aquella época así sucedió, ayudándome a tomar la palabra como poeta…

¿Cómo surge un poema?
  Jamás de una manera planeada. En mi caso, siempre sucede bajo un fuerte impulso emocional, que de repente estimula mi imaginación, y lo que es más importante, mi voluntad de encarnar en palabras lo que está buscando imperiosamente una forma de expresión. Varias veces me vienen a la mente unas ideas deslumbrantes, pero mientras no sienta la voluntad imperiosa de apuntarlas y trabajar, soy capaz de dejarlas desvanecerse. El momento en que brota un poema o surge un  poema ya completo, es siempre espontáneo, pero yo suelo también “torturar” los primeros apuntes o dejarlos inacabados por años enteros, hasta que venga un momento adecuado para que encuentren su forma definitiva.

¿Cuándo publicó su primer libro?
  En 1968. Antes había publicado varias veces en la prensa literaria. Fue un gran poeta y descubridor de jóvenes talentos, Stanisław Grochowiak, que al ver en mí una promesa, observando mi evolución bastante rápida  en esta época, presento mi proyecto de libro en la prestigiada  editorial Czytelnik (El Lector). Su nombre mismo funcionó como la mejor recomendación posible y el libro salió en pocos meses, en la época en que los jóvenes tenían que esperar la publicación dos, tres añoos, a veces más.

¿Cuáles son sus principales influencias?
El poeta que me había impresionado mucho en mi juventud, ya no tan temprana, puesto que empecé a escribir seriamente poesía después de terminar mis estudios, fue el poeta español, Emilio Prados. Encontré sus libros de poesía en la biblioteca de la embajada mexicana, donde trabajé durante dos años como traductora. Fueron  los poemas de amor, o más bien los poemas eróticos, que me revelaron su dimensión mística. No había encontrado en la poesía polaca contemporánea esta fusión, insólita para mí. La lectura de Emilio Prados me ha enseñado que la experiencia erótica, el acto mismo de hacer el amor, podría ser tratado no solo como la expresión del sentimiento de amar, sino como una manera muy importante de acercarse al misterio de ser y a la pulsión de la muerte, tan presente en el deseo de desaparecer en el otro. Poco tiempo después, descubrí al inmenso poeta polaco Boleslaw Leśmian, que dentro del idioma polaco supo crear un lenguaje suyo propio, capaz de abarcar todos los matices del anhelo de transcendencia y de sensualidad. Leśmian es una mina inagotable, un poeta y un lenguaje siempre por redescubrir; no me extraña que todo el tiempo abunden los libros, los ensayos, que tratan de captar o descubrir su misterio. El me abrió el camino a conocer después y a asimilar las conquistas de otro poeta, el principal representante de la vanguardia de los años 30, Julian Przyboś, cuyas ideas sobre la poesía y su práctica de poetizar se acercaban mucho a las de Vicente Huidobro, lo que he descubierto mucho después. Przyboś ha influenciado a varios poetas de mi generación, pero actualmente  está bastante olvidado; no obstante regresa de una manera indirecta con el auge de la corriente lingüística, cultivada por unos o unas  poetas jóvenes. Me han fascinado sucesivamente poetas polacos tales como Grochowiak, Tymoteusz Karpowicz, Miron Białoszewski –poetas exigentes y bastante herméticos, con los que aprendí mucho, profundizando varios secretos  del quehacer poético. Sin embargo, nunca he sido “fiel” a un solo maestro, defendiendo siempre el  derecho a mis propias búsquedas  y dejándome llevar por la intuición.

¿Cómo es su método de trabajo?
No tengo un método de trabajo poético fijo o establecido para todas las situaciones. Además, hay periodos en que no siento necesidad de escribir poemas; hago otra cosa, escribo un ensayo o un artículo sobre un escritor o un poeta que me hace descubrir otros mundos, o que me hace descubrir los aspectos de mí misma, hasta ahora insospechados Pero en el fondo sé que es solo la poesía que me hace vivir plenamente, transcender mis limites y limitaciones. Tras  periodos de silencio poético, a veces largos, basta un impulso, una lectura del libro o la contemplación de un cuadro, para que vuelvan a despertar las energías creadoras. Los poetas son seres que tienen que “hablar” con otros poetas. Pero sin tener un método fijo de trabajo, una vez que la primera versión del poema está escrita, siempre la dejo madurar, a veces me olvido de ella, si siento que le falta algo y vuelvo a leerla mucho después, con los ojos de otra persona. Y entonces viene suavemente la solución del problema, torturado antes sin éxito…La experiencia de varios años me ha enseñado que vale la pena confiarse a esas corrientes subterráneas e invisibles, que en un momento dado surgen a la superficie…

¿Cómo llega a la traducción?
    Mi interés por la traducción me llegó casi al mismo tiempo que mi vocación de poeta. Todavía durante mis estudios de letras francesas continué el taller de traducción, dirigido por una maestra con mucha personalidad. Fue un taller facultativo, pero la traducción desde el principio tuvo para mí una fuerza de atracción enorme. El primer texto poético (puesto que me interesaba ante todo traducir poesía),  que tuve que traducir, para entenderlo mejor, fueron los Himnos al único dios, que a su vez habían sido traducidos del náhuatl al castellano. Con una angustia singular al no poder tocar lo que  había detrás de estas palabras en castellano. Paradójicamente, al no alcanzar el objeto de mi deseo, la verdad escondida en las estructuras del lenguaje original (el náhuatl),  inaccesible para mí,  no hizo sino aumentar el encanto. Años después supe que el autor del texto original, en náhuatl, fue el rey-poeta y filósofo de Texcoco Netzahualcoyotl. Esa fue mi iniciación en la traducción de poesía. Llegaron muchas más: Octavio Paz y Proust, Borges y Ponge, Baquero y Genet. En cuanto a la lenguas, son dos las que entraron a mi intimidad: el francés y el español.

¿Alguna vez le interesó la política?
    No hay manera de huir de la política. Hemos vivido y seguimos viviendo en un mundo, determinado por las opciones ideológicas e intereses geopolíticos. Personalmente no me interesa hacer política, puesto que uno cae irremediablemente en una forma de dependencia del poder. Hay momentos en la historia personal y colectiva en que un poeta decide comprometerse con una causa, incluso se vuelve militante. En general, la militancia nunca sirve para enriquecer la poesía, pero hay excepciones, que no hacen sino confirmar la regla. Lo mismo puede observarse en el caso de la poesía religiosa, que es también una poesía de compromiso. Curiosamente, en Polonia se han dado los casos de poetas religiosos realmente muy buenos como poetas tout court.  La “especialidad de la casa” son tres o cuatro nombres, refiriéndome a la poesía contemporánea. En cambio, desde la perspectiva actual, no se puede hablar de los valores artísticos de la poesía de protesta, escrita y publicada clandestinamente durante el periodo del “estado de toque” en los primeros años 80; le faltaba tomar la  distancia necesaria frente a lo que estaba pasando entonces. Yo misma he escrito un poema titulado “La primavera 1982”, refiriéndome a una manifestación callejera de Solidaridad contra las fuerzas armadas de la milicia. Yo también participaba en Solidaridad, pero afortunadamente he recurrido a un lenguaje  que logró, creo, metaforizar la situación y los detalles muy concretos. En fin, fue más bien una excepción, puesto que nunca aspiré a escribir poesía política. En cambio, con el transcurso del tiempo, me interesa cada vez más lo que estaba pasando en el mundo y no sólo en mi país; tengo conciencia, cada vez más clara, de que somos todos vasos comunicantes.

¿Planes y sueños de Krystyna Rodowska?
Tengo planes concretos, tareas que me gustaría cumplir. En este momento estoy terminando por fin mi antología personal de poetas latinoamericanos, que me costó muchos años de trabajo y sueño, con que este libro se vuelva un acontecimiento literario importante y comentado, puesto que será la primera antología –de un tamaño tan impresionante, unas 600 páginas, y tan personal (todo hecho por una sola persona). Una vez liberada de la “tarea”, que me había impuesto yo misma, quiero por fin dedicarme a mi propia poesía, es decir, preparar la publicación de un libro mío de poemas escogidos, añadiendo poemas nuevos o no publicados hasta ahora.  Por fortuna tengo a un editor-amigo dispuesto a publicármelo rápido. Después me gustaría reunir en un libro mis trabajos críticos sobre literatura polaca, latinoamericana y francesa; además de unos ensayos dedicados a la crítica de traducción. Preparar la publicación, junto con otro traductor-amigo, una buena y amplia antología de la poesía de Octavio Paz, muy poco conocida en Polonia. Son planes suficientes para los próximos años. ¿Y los sueñoos? Siempre sueño con viajar, con contemplar el otro color del cielo, del mar, de los ríos. En mi caso, el sueñoo de viajar es también un sueño de regresar a los paisajes ya vistos, a la gente que no he podido ver desde hace mucho. Regresar a México, a Argentina, también a Cuba, que ojalá  conozca por fin el sabor de la libertad y de una vida mejor…