Homenaje póstumo a Mario Benedetti

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La escritora uruguaya-italiana, Martha Canfield rinde un homenaje a su compatriota recientemente fallecido y nos ofrece un ensayo sobre su vida y su obra, además de algunos poemas elegidos por ella para leerlo desde una perspectiva distinta, justa.

 

 

Recordar a Mario Benedetti

Martha L. Canfield

Martha Canfield
Martha Canfield

 

Benedetti
Benedetti

Mario Benedetti – que nació en Uruguay el 14 de septiembre de 1920 y falleció el pasado 17 de mayo – es uno de los poetas más amados y más leídos en ámbito hispánico, traducido en innumerables idiomas y activo hasta el final de sus días. Intelectual comprometido desde siempre, fue el fundador y el presidente del Movimiento «26 de Marzo», de oposición al régimen militar que oprimió a su país entre 1973 y 1986. A causa de su militancia tuvo que exiliarse, junto con su esposa Luz, y vivió durante muchos años primero en Cuba y luego en España. Como el argentino Juan Gelman y el chileno Pedro Lastra, supo usar la poesía como arma de denuncia, hablando en sus versos del drama vivido por su propio país y de la pesadilla de la cárcel, de la tortura, de las ejecuciones sumarias, de los desaparecidos.

Benedetti afrontó el tema específico de la cárcel en muchas de sus obras, empezando por la novela en versos El cumpleaños de Juan Ángel (1971), donde se relata la fuga de la prisión de un grupo de guerrilleros a través de las alcantarillas. Poco después de la publicación de este libro, se verificó la fuga de varios tupamaros de una cárcel de Montevideo, de manera semejante a la contada por Benedetti, y él fue acusado de haberles proporcionado la idea para la fuga. También la novela epistolar Primavera con una esquina rota (1982) trata de este tema, así como la pieza para teatro Pedro y el capitán (1979), y muchos cuentos de Con y sin nostalgia (1977), Geografías (1982-84) y Buzón de tiempo (1999). En poesía el tema está presente en una larga serie de composiciones y en especial en los poemarios Letras de emergencia (1969-73), Poemas de otros (1973-74), Cotidianas (1978-79), Viento del exilio (1980-81), y de nuevo Geografías.
 
Uno de estos poemas está dedicado al inolvidable Roque Dalton (El Salvador, 1935-1975), estúpidamente asesinado por una facción no reconocida – como se dijo luego – del movimiento guerrillero de su país. Toda la breve, intensa y dramática experiencia de vida de Dalton, en la que se incluyen la cárcel, el exilio y la lucha armada, y por la cual Julio Cortázar llegó a compararlo al Che Guevara, está testimoniada en su poesía, que Benedetti consideraba ejemplar y emblemática de lo que debería ser el binomio arte-ethos.

Desde esta perspectiva la poesía se transforma en un medio fundamental para trascender el horror del momento y para conservar la memoria, tarea formativa, altamente moral. Porque la poesía, la literatura en general – como ha sostenido tantas veces Benedetti –, cumple una función ética, más allá del hecho inconfutable que las opiniones de un autor no puedan ni deban condicionar el valor de su obra. Y sin embargo, la grandeza de una obra, ¿no debería aumentar la responsabilidad de su creador en el nivel político?
A esta pregunta Mario Benedetti ha contestado toda la vida con una conducta ejemplar, asociando siempre su excepcional capacidad expresiva y su habilidad técnica y creativa en el dominio del lenguaje con su visión ética del mundo y su compromiso militante.

 

Mario Benedetti

Desde adentro

 

Con el contrato social y la división de poderes, llegó la penalización carcelaria, aunque primero fue espera para un juicio, se fue convirtiendo en pena en sí misma. De acuerdo a la época tuvo sus vaivenes y según el tipo de gobierno, su calidad. Así conocimos poderes judiciales que castigaron según su leal saber y entender o poderes injustos que abusaron según su desleal ignorar y desentenderse. Como ya he expresado anteriormente: “todo es con el dolor con que se mira”. Lamentablemente asistimos a una época en la que un sistema impuesto se daba de bruces contra la realidad, una realidad cuyo signo era la violencia del hambre, la miseria, el analfabetismo, la mortandad infantil, la desnutrición, la censura, la delincuencia a la que eran empujados los ciudadanos pobres para sobrevivir, por un código no escrito, pero aplicado con estricto rigor por los regímenes que imponían el culto fanático del dinero, la mitificación del dinero como ambición obligatoria, como exclusiva fuente de bienestar. Aunque todas las oligarquías latinoamericanas tienen en común su pugna contra el pueblo, no todas aplicaron sin embargo, el mismo estilo. La chilena, por ejemplo, participó durante largas décadas en la creación de una imagen nacional y hasta nacionalista: por un lado, supo darse la gran vida, pero por otros se mimetizó en un interés popular. Es claro que luego ante el golpe de Pinochet y su saña antipopular, aquella ambigüedad ya no confundía a nadie y terminó llevando para su tortura y posterior aniquilación a quienes osaron disentir, no sólo a las cárceles sino incluso llenando un estadio de fútbol. En Brasil, la clase dominante ha tenido una presencia beligerante y activa, pero siempre en el entendido de que impulsaba el desarrollo del país: el capitalismo brasileño no exportaba sus dólares, porque sabía que, aun en una población de casi cien millones, el clan privilegiado, por más que fuera una minoría, constituía en sí mismo un mercado de consumo suficientemente apto para la obtención de buenos dividendos. En las pequeñas repúblicas de América Central, la alta burguesía incluía algunas de las familias más acaudaladas, y también más ramplonas, del mundo: no en todas partes era dable hallar, como en esa zona, pestillos de puertas y patas de mesas, nada menos que de oro macizo. En Uruguay podría decirse que durante largo tiempo el oligarca tipo se mimetizó con la clase media. Se vinculó a la burocracia, participó de las coimas pero fue campechano, a veces paternalista y a menudo cordial y palmeador. Los gobernantes salieron por lo general de esas filas y lo cierto es que a medida que el país se empobrecía empezaba a notarse que detrás de esa imagen estaba el tajante deslinde de clases. Así en América luego de un largo y complejo proceso se endureció la clase dominante y terminó recurriendo a los asesores extranjeros para que le aportasen dólares, armas y nuevas técnicas de tortura, en defensa del statu quo. La crisis subdesarrollante que, con la innegable astucia de los viejos amos y la inclemente eficacia de los gangsters, va imponiendo el imperio suele ser acompañada por el desarrollo de la capacidad de obediencia del país colonizado. En las dictaduras en América Latina asistimos entonces al uso indiscriminado de las cárceles, al punto de convertir en prisiones locales que no habían sido creados con esa finalidad.

De todos los perseguidos, quienes debimos exiliarnos escribimos con preocupación sobre la gente que quedó presa en nuestros países. A su vez, los escritores que sufrieron prisión se las ingeniaron para sacar obras y testimonios por entre las rejas. Hubo además quienes al ser liberados contaron aquella dolorosa experiencia y el dolor pudo ser asumido en forma colectiva. Una vez más las ideas no fueron aprisionadas.
Los medios decían que no se había torturado, y luego se supo, decían que no había desaparecidos, y luego se supo, decían que eran pocos y luego resultaron miles, decían que no hubo ejecuciones, y luego se supo. Lamentablemente hubo intelectuales que no sobrevivieron al silencio.

Montevideo, agosto de 2007

 

 

Poemas de Mario Benedetti

Para recordar a Mario Benedetti propongo releer los seis poemas que siguen: el primero, “Más o menos la muerte” lo considero una despedida a Mario con sus propias palabras; el segundo, “A Roque”, está efectivamente dedicado a Roque Dalton; el tercer poema, está dedicado a la figura de Artigas, con la veneración que se merece este héroe incomprendido y fracasado, primer gran revolucionario de la historia americana; el cuarto poema, “Esta ciudad es de mentira”, se refiere a Montevideo, tal como Benedetti la veía en los primeros años 60, o sea antes de la catástrofe, una ciudad tan humana, tan informal y solidaria que parecía, precisamente, “de mentira”; el quinto y el sexto son poemas de amor que, al igual que los otros del mismo tema, han dado la vuelta al mundo estimulando noviazgos, bodas y rupturas, todas apasionadas, como lo era el mismo Benedetti detrás de su alegría y su bondad al límite de lo verosímil. Pero especialmente el último, “No te salves”, pone en evidencia hasta qué punto todos los sentimientos y todas las elecciones vitales, incluido lo amoroso, estuvieron para él impregnadas del valor ético.
Recordar a Mario significa renovar una memoria fértil y generosa, gozar con la palabra, entender un poco más nuestros propios sentimientos y abrir el corazón a la esperanza.

 



3 comentarios

  1. Katina