Adonis, el poeta

Stephanie Alcantar (Durango, México, 1990), escribe sobre la selección de textos del poeta árabe, reunida bajo el título “Rey de los vientos”, hecha por el poeta jalisciense Jorge Esquinca.

 

 

 

Adonis, rey de los vientos
Stephanie Alcantar

 

 

No he escrito poesía con la intención de llenar el abismo, sino para deambular dentro de él y explorarlo, palabras que testifican la profundidad de la metáfora con que Adonis construye la luz en el tránsito de la palabra a la cosa.

Rey de los vientos es una breve pero acertada selección de Jorge Esquinca donde la poesía de Alí Ahmad previene el nacimiento del Oriente al cual desea pertenecer en la medida que éste le pertenezca. La obra que constituye las cincuenta y dos páginas se convierte en la lengua que nombra la forma contradictoria en que Adonis sujeta el camino para unir sitios y estrategias.
La pregunta desnuda y el gesto antípoda disuelven los poemas como un tallo de luz entre la poesía y el ser. Adonis construye un espacio invisible, donde el hombre es un estado continuo de ausencia y la perpetua distancia entre la cosa y la palabra es un ejercicio que permite a la poesía fundar la presencia de lo invisible.

 

Rey de los vientos coagula en las palabras cuando dice Ayer les di mi lengua/ y lloré por la historia vencida/ que tropieza en mis labios. La lengua es un estadio de epífrasis invisible que sujeta la distancia de la voz con la palabra, porque si la palabra es una huella de la letra detenida, del extremo interno del camino sin recorren, la lengua es un puente, metagoge dialéctica.                            
Adonis no experimenta aforismos con la vida y la muerte, pero sabe que ha de despertar cuando muera y entonces lo visible poblará sus ojos. No conoce el rostro de la luz, tampoco las entrañas de la oscuridad, figuras disociadas para el camino que trascurre, pero que existen por la ausencia del otro. Alí Ahmad sabe que su reino es su palabra, su país su cuerpo, las estrellas persiguen sus pasos y el universo es la medida de la ausencia entre dos puntos.

 

Es claro que Adonis reconoce la separación dual entre entidades y con ellas crea una existencia invisible que las hace coincidir o las separa con una hipérbola.
Sin embargo el viento es un aliado, dice Adonis: El viento es un caballero/ el polvo, la más viva de sus yeguas. Así el poeta ejecuta un discurso que funda y trasciende la creación, sin dejar de lado que también colapsará o abandonará su sitio como el viento. 

 

No cabe duda que la profundidad y contrariedad con que emergen las líneas de Alí Ahmad dejan a la luz la pregunta y el encanto de la posibilidad próxima, olvida la palabra dominante para que nazca una identidad finita entorno al poema, dentro de la poesía. Adonis conmuta la crítica con la existencia, una pluralidad que le permite poblar lo indefinible, ocupar la superficie vacante como un hombre en su errancia original. El poeta reconoce en el tiempo la transgresión a lo infinito, así la poesía es independiente de su consistencia indisoluta: Doy gracias al tiempo,/ que me toma en sus brazos/ y borra, a su paso, el camino.

 

Adonis perfora la ausencia con la ausencia y trasmina la distancia con distancia, sabe que la poesía es el idioma que toca los extremos que no alcanzan a unir sus ojos, ni pueden tocar sus pasos.
Lo que hubo entre nosotros no fue distancia
         El árbol del amor es polvo
         y la noche, navío que lleva mis pasos y el desierto.

 

 

 

2 comentarios

  1. Manuel Flores