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Jorge Boccanera

Presentación La Otra 164, diciembre de 2020

Oliverio Girondo y la pandemia, Digresiones alrededor del miasma
Jorge Boccanera
Jorge Boccanera, amigo y colaborador de La Otra, nos invita a leer este número partiendo de la mirada de uno de los grandes poetas e innovadores del lenguaje: Oliverio Girondo, quien nos sitúa justamente en el miasma, esa palabra tan infectamente humana.

 

 

En algunas entrevistas de este año me han preguntado qué poesía debería escribirse en estos tiempos de pandemia y he respondido: "la poesía está en lo suyo". Sin desestimar los textos suscitados por la coyuntura, la poesía siempre nos habla desde un calendario desencajado que elude la circunstancia inmediata para, extrañamente, abarcarla con sus reportajes a fondo a la realidad. Me refiero a una realidad tramada con hilos de un discernimiento piloteado por la intuición, el absurdo, lo irracional, la escena onírica, el plano metafísico, etc.
Coincido, en ese sentido, con palabras que le escuché hace un par de semanas, en el marco de una lectura virtual, al notable poeta colombiano Felipe García Quintero, quien se refirió a la poesía como "la otra voz"; esa "otra historia que crea el tiempo de la poesía". Y si existe la "posibilidad de sustraer la vida nuestra del tiempo de todos y hacernos a un tiempo propio en la orilla de todo", agregó García Quintero aludiendo a San Juan de la Cruz, cualquier diálogo cerrado sería una "entelequia, pues siempre hay otro en nuestra soledad sonora cuando se escribe" .
Si el tablero de la poesía presenta entonces aperturas múltiples, resultaría todavía mucho más difícil mensurar las muchas lecturas que suscita y se van reescribiendo en la sensibilidad, el intelecto y la figuración de cada lector. La coyuntura entonces no como el acontecimiento puntual, sino como un transcurrir, un devenir; la vida misma. 
Mi respuesta –"la poesía está en lo suyo".- tiene que ver con la sospecha de que hoy como ayer el acto poético gira mayormente alrededor de un núcleo cardinal: el tiempo, la finitud, vale decir: la incertidumbre. ¿Acaso no son inciertos estos tiempos que nos toca vivir en tiempos de pandemia?
Ese desencajarse, aunque con un ojo barriendo los terrenos del misterio, da cuenta del calendario cronológicamente discordante de la poesía que permite encuentros insospechados (en poesía prefiero hablar de azares y vaticinios, antes que de coincidencias).
Apenas un  ejemplo. Releyendo estos días la obra de Oliverio Girondo se me ocurre que uno de sus libros, Persuasión de los días, de 1942, parece describir a fuerza de alegorías e imágenes este presente de desamparo y mortandad que transitamos penosamente. Girondo, más conocido como precursor de las vanguardias de los ’20, es mucho más que eso al condensar sentido y búsqueda formal en sus últimos libros, Persuasión de los días y En la masmédula, llevado por planteos existenciales y posiciones nihilistas. Lo que llama la atención es que la representación de ese vacío existencial que es cercanía de la muerte –la nada, el cero, la negación de todo, "el puro no/ sin no"- queda a cargo del cuerpo frente a lo "infecto", siendo numerosas también sus alusiones a la asfixia, precisamente el síntoma determinante del coronavirus.
El aire que hoy transporta al germen se asemeja al "miasma" girondiano; aquel aire pestífero sobre el que vuelve el poeta una y otra vez en alusión al efluvio que en la antigüedad se pensaba despedían los cadáveres, los enfermos y las aguas estancadas, sembrando pestes aquí y allá. Un Girondo, ¿hipocondríaco, aprensivo, melindroso?, parece adherir a la teoría miasmática y sus gases tóxicos sostenida por científicos como Thomas Sydenham y Giovanni Lancisi en el siglo XVII, hasta su desalojo doscientos años después por la teoría microbiana.
Ya mucho antes de Persuasión de los días, el poema "23" de  Espantapájaros, describe a los habitantes de una ciudad abatidos más que por alguna plaga, por una toma de conciencia colectiva sobre la muerte inevitable. Escribe: "Ejércitos de ratas invadían las casas con aliento de tumba. El silencio y la peste se paseaban del brazo por las calles desiertas", hasta que se decide quemar a la ciudad y una poderosa llama: "la redujo a escombros y cenizas para lograr que no cundiera el miasma de la certidumbre de la muerte".
Diez años después abrirá Persuasión de los días con el poema "Ejecutoria del miasma", donde describe: "Este clima de asfixia que impregna los pulmones/ de una anhelante angustia de pez recién pecado,/ este hedor adhesivo y errabundo,/ que intoxica la vida./ Y nos hunde en  viscosas pesadillas de lodo,/ este miasma corrupto… este olor homicida". En los textos que siguen, Girondo desplegará el tema a través de analogías entre el ahogo existencial y la sofocación de un sistema respiratorio aquejado por lo pestilente, "el aliento sepulcral de los patios" y los "pudrideros". Certifica: "nos sedujo lo infecto", y despliega "los elencos del asco" con un amplio glosario de términos alusivos a la plaga y lo fétido: incubar, peste, apestar, pestilente, coágulos, fiebre, mórbido, hedor, pústula, nauseabundo, etc.
Cruza un aire podrido en las páginas de Persuasión de los días; nada queda por fuera de la contaminación, dice: "Todo,/ todo,/ en el aire,/ en el agua,/ en la tierra,/ desarraigado y ácido,/ descompuesto,/ perdido" ("Azaña"). En el poema "Es la baba" –uno de los más conocidos y celebrados por sus lectores–, enumera: "La efervescente baba./ La baba hedionda,/ caústica,/ la negra baba rancia… por sus pupilas de ostra putrefacta… la pestilente baba… lo que herrumbra las horas… lo que infecta el cansancio."
Y al igual que hoy, cuando los contagiados del virus fallecen en total desamparo, sin la compañía de sus familias, en una sala de terapia intensiva, escribe Girondo en su poema "9": "Solo,/ con mi esqueleto,/ mi sombra,/ mis arterias, como un sapo en su cueva… circundado de insectos".
Esta fobia alcanzará también algunos pasajes de en la masmédula –-la obra en la cual llevará al límite las torsiones del lenguaje– donde Girondo insiste con sus menciones al padecimiento de la asfixia junto a otro síntoma causado por el miasma: una especie de succión ejercida por microorganismos internos,  viscosos; esos "micropulpos", dice, "musaslianas chupaporos pulposas… voluntarios del miasma" que se mueven como adherencias: "sorbentes ventosas",  "chupalma", "aspirosorbo", "un chupochupo súcubo molusco"; en fin, microbios que en sus palabras acopladas y neologismos transmutarán en "pudresienes", "esqueleteando", "sombracanes", "engusanamiento".
El final, sentencia Girondo en el poema "Expiación" de Persuasión de los días, es fundirse "en lo caótico… en una pasta informe,/ viscosa, putrefacta… las vísceras heladas de batracios humanos… en un turbio amasijo/ de infección".
Vacío existencial, pandemia, cuarentenas, restricciones, toques de queda, protocolos, barbijos, flexibilización del distanciamiento social, inconsciencia de quienes llenan las calles, tercera ola del virus, cifras millonarias de muertos, misteriosos gérmenes encriptados en su veneno, horas absurdas, días inciertos.  Girondo escribe: "he perdido la vida,/ no sé dónde,/ ni cuándo" ("Vórtice").