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La soledad en compañía: retrato de Marco Antonio Campos

espinasaSobre la trayectoria literaria de Marco Antonio Campos y su “soledad” en la literatura mexicana reflexiona José María Espinasa.

 

 

 

La soledad en compañía: retrato de Marco Antonio Campos

José María Espinasa

 

Marco Antonio Campos
Marco Antonio Campos es un escritor muy diverso. Se suele referirse a él como poeta, y él mismo ha escrito que eso le complace, que se considera ante todo poeta, pero no se debe olvidar que ha practicado, la narrativa –cuento y novela-, la crítica, el periodismo, la entrevista, la minifición, la traducción y otras posibles combinaciones de palabras. Por ejemplo, en su función de crítico ha escrito monografías modélicas, que combinan diversos registros, sobre Alí Chumacero, Eduardo Lizalde y Ramón López Velarde. Y, desde muy temprana edad, se destacó como difusor de la cultura a través de revistas, colecciones de libros, festivales y encuentros literarios. Actualmente impulsa tal vez al decano de estos últimos: Encuentro de poetas del mundo latino. Como crítico y antólogo no ha dejado de expresar sus ideas sobre la realidad contemporánea.  Todo ello nos habla de una persona inserta en el mundo. Y, sin embargo, cada vez que leo o releo alguno de sus ya muchos libros, pienso que como escritor es una figura solitaria.

        Me explico: no es reductible a grupos y tendencias, su contraste con autores de su generación es bastante elocuente, ni adscrito al anti intelectualismo de la poesía a herida abierta, a pesar de que ha señalado, en la nota que precede a su primera poesía reunida, «sigo intentando escribir una poesía hecha con el corazón y la sangre». Sus signos culturalistas tampoco permiten adscribirlo a una lírica neoclásica ni sus ideas reflexivas a una poesía de la inteligencia, no ha rendido pleitesía los capitostes, pero ha sabido reconocer y admirar a sus maestros, se ha peleado con no pocos de sus contemporáneos ha sabido también ser amigo de muchos de ellos, y ha apoyado a innumerables escritores más jóvenes que él. Pero sigue siendo un solitario ¿Contradicción o coherencia? Desde luego las dos cosas. Ha sido coherente con sus impulsos y vocaciones, ha sido contradictorio como se debe ser.

        Es maniático e impulsivo por lo mismo y por lo tanto, hace de ciertos géneros sus preferidos. Si se ha sometido a la disciplina de escribir novelas, y en especial una novela con carácter histórico, como En recuerdo de Nezahualcóyotl, va más con su carácter nervioso el micro relato. No el aforismo, porque su voluntad de síntesis se ejerce sobre la anécdota y no sobre la idea, pero de inmediato disiento de mí mismo y recuerdo los aforismos que le publico el poeta y editor Francisco Magaña y pienso que sus reflexiones tienen algo de invectivas –Marco Antonio es peleonero de buena fe-  pero también que en los minicuentos se pone festivo y chocarrero y en los aforismos serio y hasta solemne. Se ha dicho muchas veces que la soledad es una necesidad para el escritor, pero que un escritor en soledad no es necesariamente un escritor solitario ni mucho menos solo. Por ejemplo, su obra está acompañada de muchas voces, de aquellos autores que ha traducido para que los podamos leer en español.

        Traduce del italiano y del alemán, del francés y del portugués y ha hecho versiones de clásicos y de jóvenes poetas. Fue una traducción suya de Tabaquería lo primero que leí de Fernando Pessoa, perdón de Álvaro de Campos. Su trabajo en este rubro es muy extenso y lo menciono porque el traductor no es un traidor sino un feligrés, un fiel de la palabra, un generoso cocinero que invita a comer, cocina a veces solo pero nunca come solo, espera al comensal indicado incluso si le toca pasar hambre. Una de sus mejores traducciones fue la de Roger Munier que hizo para la extinta editorial Premia. No deja de sorprenderme cómo su temperamento supo adecuarse a la del escritor francés, nada fácil, precisamente porque parece sencillo. En Munier, como en Campos, la idea de la soledad es central, aunque más cercana a la soledad del laberinto que a la del Polifemo que tal vez la habita. Pero si el poeta sigue a Ariadna para intentar salir del infierno en que se encuentra el poeta la sigue para entrar en él. Todo poema es poema de amor, de amor cumplido, aunque se pueda cumplir en el abandono.

        Siempre he pensado que sus libros de divulgación, en los que le ha dado la voz a otros, lo han distraído de darnos una poética, ese deslinde o Laberinto de la soledad que todo escritor mexicano tiene pendiente escribir. Me lo imagino puesto a la tarea y diciéndose a sí mismo: qué cosas digo, no seas solemne. Y va y se las escucha decir a otros o se las hace decir en sus textos analíticos. Esa es la clave: para él la literatura es conversación y piensa, con Machado, que quien habla solo espera hablar a Dios un día. El prefiere hablar todos los días con este o con aquel, con usted y conmigo. Y, desde luego, consigo mismo: no sabe las polémicas que arma.

 

 

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Poesía en voz alta. Marco Antonio Campos

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