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Luis Flores Romero. Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde

luis-floresPresentamos una selección de poemas del libro “Estación gentuza” que se hizo acreedor del premio convocado por la Universidad Autónoma de Zacatecas y la revista Dos Filos, en el 2017.

 

 

 

Luis Flores Romero
Estación gentuza

 

Tanyoreo

Mírenlo: qué solo. Tan solo como él solo,
sin ser el alguien de un algún. El pobre está
siamés de su persona propia, ceñido en autoesquema,

parado en sus suspiros. Ni cómo rescatarlo,
ni que estuviéramos en asamblea para
defender al tú del yo. Reconozcámoslo:

nos enroscamos porque padecemos un
carácter insular, noctambulamos solitontos
y del prójimo nos exprimimos. Cada quien su yo:

cada quien su quien. Partículas hasta el hartazgo,
monótona pululación del ensimismamiento:
siempre el mismo tono, siempre el mismo mismo.

La soledad es un pastel común comido aisladamente:
cada quien su rebanada: cada quien su nada.
¿Qué se puede hacer?, ¿nacer en multitud?,

¿cosernos hasta ser maraña de cartílagos? Pues no,
señores, no se puede. Mírenlo: qué solo;
dejen que se pare separadamente del demás,

se ponga a yoizar en sus llorosas mismidades,
a palpitar su yo, su sí de sístole a diástole
bien cobijado en su pecho muy suyo. Somos

nada más un idiolecto irrepetible. Ya será otra cosa
cuando tú me palpes la tristeza del ustedes,
y el ustedes se nos cure tu melancolía mía.

 

Canción de Tanyoreo

Sólo soy con yo, voy con yo, doy con yo.
Me pongo un yo (me puse un yo me pasa un yo
me pisa), pongo en la
camisa un yo, me arbolo solo, sólo
con un yo de trapo voy, y quepo en la
camisa con un yo, no escapo,
trepo a un yo, me empapo con un yo.
Me pongo el yo, me puse el yo (me
pasa el yo me pisa el yo) con la camisa rota
donde el yo me brota y trota y va de ida y de
regreso, cómo extirpo al yo
del hueso, traigo al yo
y el yo me trae impreso, cómo colocar
al yo en un hoyo, cómo. Como yo me pongo,
yo me pone; con yo paso, voy con yo,
doy con yo, lo desarrollo;
si desabotono la camisa, yo
no me abandona, yo
no lo abandono, yo no se desliza (pasa,
pisa). Paso con lo yo,
porto lo yo, lo extirpo no, lo
rompo no, lo lloro no, lo yo de hartazgo, no
lo corto, no lo rasgo, rondo con lo yo,
no lo extrapolo, no se escapa. Tomo,
como, sólo soy con yo, me engrapa yo,
me voy a yo
con yo. No tengo otra camisa.

 

Nodado

Dicen que hay un Narrador Omnipresente que
lo juzga todo, lo ve todo, sabe todo. ¿No será
que eso te asusta? ¿Será que estás en pánico

por el dictamen del Castigador? Afuera
de la iglesia un limosnero alarga sus plegarias,
y tú pasas de largo. Tú sí comerás. Lamentarás

las oraciones del que estira su sombrero
(cinco y cinco de suadero y al pastor),
y los limones llorarán contigo, las cebollas

mucho más. Acéptalo: no tienes lástima
del tan sin taco, tienes lástima de ti, de no
poder mirar el Orden Cósmico. Dos órdenes

de tacos bastan para no sentirte suprimido
del Supremo, ni sufrir por el que flaco implora.
Por ahora, tuyo será el reino del pastor

y del suadero; no te predispongas
a los latigazos kármicos. No hay carne
para todos, qué más da: la percusión

del Universo está por todos lados:
el hambre y la tortilla son igual de santas.
Sonarán los círculos del Sabio Jaranero,

del Todo Misterioso, del Gran Señalador,
tanto en el sollozo del hambreado,
como en el pastor y en el suadero.

 

Canción de Nodado

Bórrame, señor, este vacío;
bórrame, señor, la pena;
tráeme un buen limón con abundante jugo;
ten piedad ahora que mi tripa suena;
sáname, señor, de este vacío que no es mío;
sálvame, señor, del hambre ajena;
llena mis remordimientos con tus alimentos;
dame un agua de tepache, ponme salsa de la buena;
por favor, no desampares al que pide para un taco;
mándale tu bendición al que no cena;
límpiame la culpa,
limpia mi condena,
limpia este mantel. Atiéndeme, señor.
Atiéndeme, señor:
quiero cinco y cinco de suadero y al pastor.

 

Dañorante

Por su seguridad, no se recargue en la nostalgia;
todo eso que pasó, torpeza que pasó, tropiezo,
fracaso, malpaso que pasó, no sirve, no insista, no llore:

nada está detrás del subibaja imaginario del hubiera.
Si su pensamiento es un castillo de fantasmas,
girar hacia el presente es el único prudente movimiento:

lo anterior se borra, lo anterior se barre,
agárrese de aquí por más que sea difícil
apretar el botón de suprimir. Para nostalgiar,

oprima uno; para ilusionarse, oprima dos;
para no volver, oprima cero, oprímase las ganas;
para continuar trabado, cuelgue, cuélguese

de sus recuerdos: todavía no hay ahora.
Dejar caer el hoy en los desórdenes vividos
es como no querer quitarse los calzones

con los que alguna vez se fue dichoso. Y a pesar
de que la dicha ya se fue, el atormentado
se atornilla en su pasado, se ensucia en su silencio.

No se recargue en esa melancólica pared:
el pasado no se quiebra. No se azote:
puede quebrarse usted.

 

Canción de Dañorante

Aquí sólo se encuentra
el animal monstruoso que no sabe ser olvido,
que se adentra
torpemente en el presente. Lo demás
es antes, es descuido,
nada más es calendario, nada más
escaparate para el polvo, lo querido,
lo que enfada, lo difícil descosido
y lo sido. Mucha página detrás,
mucha lámpara apagada,
mucha paja pertinaz. Y lo demás:
una pretérita desmoronada llamarada,
ya gastada. Llagas tardan en borrarse.
El reloj sus números esparce.
El ayer insiste en estas horas: empo-
trado, empo-
brecido. Tiempo
tronado, tiempo
crecido más de la cuenta. Como tumores
están los días anteriores,
parásitos del hoy;
el hoy hinchado de sus pútridos ayeres.
Lo demás es preguntar quién soy,
y no saber quién eres,
y acariciar el animal monstruoso
que se llama pasado,
se aferra a mi lado, no está desterrado,
se emperra, se torna catarsis, calambre,
calor, calabozo;
y luego con hambre
se instala en mi mente:
mastica y mastica, no sé qué mastica, tal vez mi presente.

 

Singalopo

La cuestión es otra ya: la mesa tiene
muchos platos sucios que nunca levantaste,
hay una bandera que nunca levantaste;

en general, no recogiste las últimas astillas
del último alboroto. Si no fuera por
los zapatazos que te dieron, los azotes sordos,

las interrogaciones, el amor ahí estaría.
El amor ahí estaría, pero dónde está la yegua,
los ímpetus impúdicos punzantes de la yegua

que llegó de golpe, que te dio galope,
que partió de pronto. No te quedan
más que las moronas de una música,

los alambres sueltos, el gramófono inservible.
El amor, asunto de los no desafinados, no te cabe:
dónde colocar sus aspas y sus pétalos si tienes

el silencio lleno de cacharros. Dónde está la yegua:
sostenerla era cantar, tenerla era tambor,
palparla era pandero, sentirla era sentir

la cítara más luna. Sentirla era el milagro.
Recordarla es tropezar
con la pedacería del milagro.

 

Canción de Singalopo

Alábamos en un resbalivuelo,
acústicos nos acostábamos en tacto paralelo.
Jadeábamos. Y queja deja la lejana,
y deja de jadear y se empantana.
Camábamos hasta en el suelo,
y así nacíamos cabiéndonos de piel a pelo,
sabíamos hacer nacer placer,
sorbernos el sudor y vernos encender
en un temblor tambor calor campana.
Y queja deja la lejana
en todavía tantos antes.
Ahora antesamantesdesgozantes,
ya nunca más palpados plácidos parejos,
tan sólo separadamente lejos.

 

Téntulo

No hay tristeza más atroz que la de un monstruo
que ha perdido su fealdad. Excepto la de Téntulo,
él sí que hasta tristeaba en su bote de basura;

se iba, llovizbajo, a donde los muy tristes van:
cualquier lugar azul o inútil o panteón o sea:
a cualquier lugar. En su llovizna componía

la canción del descompuesto: llanto para ser
un resto de mojado canto. Basta parecer un
triste para segmentarse en unidades ácidas,

un Téntulo para salar los tonos de las nubes,
y continuar gotera, y contentarse nunca,
mocoso de actitud. La crisis general

se acrecentaba en su solito lloriqueo:
venía descosido en lagrimales males,
algunos dicen que cantaba en sapo sostenido,

otros cuentan que lo vieron libre o loco (eso
todavía se discute de frente a su accidente:
la tristeza misma es accidente, pérdida absoluta,

pérdida de tiempo). Típico de Téntulo:
se le notaba el viernes en su lunes, aunque ni
siquiera charco era de tristura. Saturado en su

tormento, esperpento se creía, monstruo de llorón,
de gota a gota ruin. Y dicen que era cierto:
aún está en estado líquido, con intención oceánica;

y está súper tristísimo, aseguran los
exageradísimos, o sea:
francamente triste.

 

Canción de Téntulo

Nada más nadar
entre palabras al azar
para nada más
parar entre la sal,
entrelazar palabras
nada más para nadar,
para nada más parar
entre las aguas del azar,
entre la sal para que entre
el que no para de nadar,
entre el azar para que entre
el que en palabras nada,
nada más entrelazar
las aguas al azar
para que entre sal
entre las aguas,
para que entre sal
en las palabras.

 

Luis Flores Romero nació en la Ciudad de México en 1987. Licenciado en Letras Hispánicas por la UNAM. En 2009 ganó el Premio de Poesía Joven Jaime Reyes, que otorga la UACM, con el poemario Gris urbano (publicado en 2013). Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas durante los períodos 2010-2011 y 2011-2012. Becario del FONCA en el período 2015-2016. En 2016 publicó su segundo libro, Sonetos ñerobarrocos.También en 2016 ganó el Premio Nacional de Poesía Joven Salvador Gallardo Dávalos, con el poemario Lotería del baladro (publicado en 2017), y en 2017 el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde con el libro Estación gentuza (publicado en 2018). Es también Premio de Poesía Bartolomé Delgado de León, 2018. Actualmente trabaja en Radio UNAM y en el medio electrónico de sátira El Deforma. Con el heterónimo de Lufloro Panadero, comparteen redes sociales memes y poemas satíricos.