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Ioana Gruia. Alguien al otro lado

ioana-gruiaLes presentamos la obra poética de Ioana Gruia, originaria de Bucarest radicada en España. Los poemas seleccionados forman parte del libro Carrusel, publicado por Visor en 2016, ganador del premio Emilio Alarcos.

 

 

 

Ioana Gruia

Alguien al otro lado

 

Una niña muy seria,
en la antigua avenida de mi infancia,
me visita en los sueños.
¿Qué has hecho de mi vida?, me pregunta.

No sé qué responderle. Sólo sé
que estoy al otro lado de la calle,
que la niña no logrará alcanzarme.

Algo lo impedirá:
la cautelosa sombra del silencio,
o la frontera súbita del miedo.

Algún día sabré qué responderle.
Tal vez no vuelva nunca, tal vez llore.
Tal vez nos convirtamos en pasaje,
y yo seré su sueño:
alguien que no recuerda su pasado,
con la memoria sólo del futuro.

Alguien que necesitará saber
si ha aprendido ya
                               a perdonarme.  

 

Summertime en el Pont des Arts

Cuando sueño que voy a la deriva,
el saxo me rescata allá en el Pont des Arts.

Igual que esos candados de amor que hay en el puente,
tiran de mí los miedos hacia abajo.

Alguien toca despacio Summertime,
lo oigo desde el fondo de mi sueño.
Es verano otra vez y tú caminas
a mi encuentro en el Pont des Arts. 
Enroscado y caliente,
como un aire de jazz,
el deseo me asalta,
me arquea por encima de los miedos.

Nadie escapa a sus sueños,
tampoco a sus canciones. 

 

Cadáveres llegaron a la playa

Cadáveres llegaron a la playa.

Todo estaba tranquilo: el mar en calma,
los niños con juguetes,
los bañistas absortos en sus sueños,
en la pereza azul de los veranos,
en el golpe apacible de las olas,
en su rumor de vagas lejanías.

Los cuerpos irrumpieron de repente:
trozos de carne muerta, descompuesta
en medio del sopor, de la aventura
que prometía el mar.

Los rodearon todos:
los niños con juguetes, los bañistas,
policías y médicos movidos 
por un afán inútil de hacer algo.

Un niño tocó un cuerpo.
Luego empezó a llorar.
Es la primera vez que ve la muerte,
dijo su madre mientras lo alejaba.
Su llanto contagió a los otros niños,
pequeño coro de tragedia griega.

Negros, lustrosos como el mar, los cuerpos
sin culpa y ya sin hybris, hoy parecen
las víctimas de un turbio sacrificio.

Y es la playa un altar improvisado.
Pero, ¿quién ofició la ceremonia?

 

Una forma de bondad

To have been loved once by someone –surely
There is a permanent good in that,
Even if we don’t know all the circumstances
Or it happened too long ago to make any difference.
John Ashbery

Tardaste mucho tiempo en descubrirlo,
y entonces
aquellos versos de Ashbery
te dieron la razón.

Miras por la ventana:
un cielo blanco y duro, unos tejados sucios,
ni rastro de bondad en el paisaje.
La luz entra a raudales, pero es una luz fría,
deja sobre las cosas su pátina de hielo.
Ya es tarde para todo.

Estos objetos no te reconocen.
Sin embargo, la cama desolada
y la mesa vacía
pueden contarte bien tal como fuiste:
aquel antiguo amor desmesurado,
aquellos alimentos para el cuerpo.

La soledad no enseña casi nada,
sólo a medir el tiempo,
cómo se hinchan los días de aspereza,
cúanto se tarda en fracasar.

Y la punzada de un saber ya inútil:
la poesía es confirmar la vida
y el amor, una forma de bondad.

 

La casa poema

Me gustaría que habitaras este poema
como habitas mi vientre,
que fuera para ti una casa.

Que la poesía fuera tu refugio.

Tu madre
habla todas las lenguas
con acento extranjero
y sabe
que siempre hay algo de intemperie en los refugios,
una fragilidad que te hará fuerte.

Enciendo para ti la casa poema.
En los inviernos que conocerás,
ojalá te proteja y te caliente.

El segundo país

Un hijo es el segundo país donde nacemos.
Luis García Montero

Busco tu mano en la noche,
tu minúscula mano,
tu mano de bebé, talismán mío,
para escapar de oscuros pensamientos.

Del alba de los días laborables.
De la aterida sombra de su ausencia.
De los pliegues nocturnos donde aguarda,
cada vez más seguro de sí mismo,
cruel en su mansedumbre,
el fracaso,
con su inquieto latir de animal preso.

Tú sonríes dormida.
Me esperas
del lado luminoso de la noche.

Y ya no tengo miedo. Me proteges.

 

Ioana Gruia (1978, Bucarest). Desde 1997 vive en Granada, donde es profesora de literatura comparada en la Universidad. Es autora de las novelas El expediente Albertina (Castalia/Edhasa, 2016, premio Tiflos) y La vendedora de tiempo (Espuela de Plata, 2013) y de los libros de poemas Carrusel (Visor, 2016), premio de poesíaEmilio Alarcos y El sol en la fruta (Renacimiento, 2011), premio Andalucía Joven de poesía. Carrusel fue uno de los doce libros publicados en 2016 recomendados por la Asociación de Editores de Poesía. Sus poemas han sido traducidos al rumano, francés y checo. Es también autora de los ensayos Eliot y la escritura del tiempo en la poesía española contemporánea (Visor, 2009) y La cicatriz en la literatura europea contemporánea (Renacimiento, 2015). Ha coordinado el volúmen colectivo La obra de Norman Manea. Crítica e interpretación (Editorial Universidad de Granada, 2016).Sus libros han sido reseñados en El Cultural, ABC Cultural, Hispania (Johns Hopkins University Press), Mercurio o Los diablos azules, entre otros medios. Su página web es www.ioanagruia.com