Francisco de Asís

Francisco de Asís Fernández. Dicen de él

Ya en otros momentos hemos publicado diversas opiniones que se vierten sobre la obra y la persona del director del Festival Internacional de Poesía de Granada, ahora Noel Rivas Bravo, catedrático de la Universidad de Sevilla nos aproxima a la obra poética del poeta nicaragüense.

 

 

 

Nota sobre la  poética de Francisco de Asís Fernández

Noel Rivas Bravo
Universidad de Sevilla

 

Francisco de Asís Fernández Arellano, cariñosamente llamado Chichí, es y ha sido siempre un hombre pleno, un hombre de metas e ideales, de propósitos y enmiendas, de aciertos y desaciertos, pero al fin de cuentas todo un hombre, que ha dejado su huella inconfundible por los lugares donde ha pasado.  A lo largo de sus años ha ejercido y desempeñado innumerables cargos en el mundo oficial y privado,  en tiempos de paz y de guerra, que nos dicen de su inquietante versatilidad y relevante personalidad. Y así lo hemos visto de publicista a ideólogo revolucionario, de promotor turístico  a militante de la solidaridad, de historiador cientificista a director y actor de teatro. Todo lo ha sido sucesivamente Francisco de Asís, pero lo que nunca ha dejado de ser es POETA, con mayúscula, ni un solo minuto de sus días. Porque en medio de sus ocupaciones y afanes laborables no le ha hecho falta inteligencia ni imaginación ni fantasía, para impregnar de utopías, locuras y humanidad las tareas y proyectos más pragmáticos y positivos y, sobre todo, para escribir, emborronar y corregir sus versos y libros de poemas.

De esta larga y fecunda producción donde se mezclan indistintamente verso y prosa, traducida parte de ella a varios idiomas, destacamos casi una docena de sus títulos más significativos: La sangre constante, En el cambio de estaciones, Pasión de la memoria, Friso de la poesía, El amor y la muerte, Orquídeas salvajes,  Árbol de la vida, Celebración de la inocencia,  Espejo del artista y La invención de las constelaciones.

Algunos escritores y críticos nicaragüenses y extranjeros  han señalado con solidez las características y cualidades  de sus libros de poesía y de su obra poética en general. Para Jorge Eduardo Arellano Orquídeas salvajes  es todo un derroche de fantasía mesurada. Un libro de poemas unitarios y abierto, como Leaves of Grass de Whitman; para Fanor Téllez de Asís confirma la vigencia y plenitud creadora de su generación, la de los años sesenta,  signada por una constante voluntad de cambios formales y visionarios; para Beltrán Morales es un poeta básicamente conversacional,…un intento lúcido de juzgar poética y políticamente a los que nos han precedido en el oficio de pensar y escribir;  para Gioconda Belli la voz de Francisco de Asís es ancha y potente, profundamente humana, a la vez dolida y maravillada por su condición de hombre finito, soñador, creyente y escéptico, desilusionado pero aferrado al efecto saludable de las ilusiones.

Francisco de Asís con Ernesto Cardenal

Por mi parte, en esta ocasión, quiero ocuparme brevemente de un tema recurrente que atraviesa toda su obra, desde su inicios hasta el presente. Me refiero a su ars poética o ideas poéticas o concretamente a las ideas sobre la naturaleza y función de la poesía, tanto en su dimensión íntima, personal como colectiva y social. Conviene sí aclarar que estamos ante un poeta y no ante un tratadista de estética y que sus observaciones son más producto de la intuición y del ejercicio creativo que de la reflexión o el discurso filosófico. Tengamos en cuenta en primer lugar que esta concepción no es unívoca ni estática si no dinámica, evolutiva y contradictoria, influida sin lugar a dudas por el contexto de la lucha del Frente Sandinista contra la dictadura somocista y de los cambios sociohistóricos  ocurridos en Hispanoamérica y el mundo. Así, en su primera etapa, el yo poético de Francisco de Asís, asume con fuerza la función social  y redentora de la poesía identificada con el llamado «arte comprometido», que revela la dimensión épica, heróica, heredada de nuestros mártires y ancestros, luchadores por la libertad («La sangre nos viene desde la primera palabra») («que apunta de amor y a poemazos limpios/ terminarían las dictaduras y el crimen»); manifiesta su fe en la palabra portadora de los sueños del porvenir («Detenerte hoy para soñar con el mañana»); exalta el sacrificio del mártir guerrillero ; reconoce la grandeza de la renuncia a la familia y a los intereses personales por la incorporación a la lucha revolucionaria («¿Porqué si no, sigue creciendo este amor, /más que de casado, más que de padre / este semen prepotente fermentado de sangre?»); confiesa su indeclinable amor patriótico por Nicaragua («nada tengo más que el amor Nicaragua», «Nicaragua sabe que la amo») y proclama su total reconocimiento y alabanza por aquellos que combatieron valientemente en las trincheras («Los ojos de los caídos/ son como ventanas y puertas inmensas/ abiertas para siempre.)

Con el triunfo y desenvolvimiento de la Revolución sandinista, que Francisco de Asís celebra con verdadero entusiasmo («somos libre vos y libre yo en la calle, en el taller y en la cama»), se amplían y enriquecen sus ideas estéticas. Incluso parecieran dar un vuelco («la gratuidad de la poesía, en vez de la poesía como instrumento»). Ya no se trata pues de denunciar y combatir únicamente el orden burgués, dictatorial y explotador, sino la de expresar en todo su esplendor la vida y realidad del ser humano sobre la tierra. Oigámosle:

«En el universo de la poesía viven ángeles y demonios, y todos ellos deben expresarse, por lo que el lenguaje de la poesía debe contener la riqueza y la complejidad del cielo y del infierno.»

Y en otra parte:

Los poetas queremos transformar el mundo y cambiar la vida, y sólo dormimos en nidos de papel y en ellos separamos y mezclamos la virtud y la perversión del ser humano, lo racional y lo irracional, lo intuitivo y lo intelectual, lo espiritual y lo corporal, lo Apolíneo y lo Dionisiaco, el lenguaje y lo que queremos expresar, las pesadillas y los sueños, la plenitud  y la abstinencia, las ficciones y el borrador de vida que vivimos, las obsesiones y el drama, el algo y la nada, las coincidencias y el destino, el humor y la lástima, lo insólito y el vacío y la mudez, dos seres idénticos contemplándose: uno que viene de la fantasía de la literatura y el otro que viene de la realidad

Principios estéticos a la que el poeta ha hecho honor  cultivando en su obra una temática variada, de amplios rumbos, donde se registran los grandes tópicos y motivos de la poesía occidental, heredera de la gran tradición literaria grecolatina:  el amor,  la muerte y la naturaleza en sus diversas y onduladas manifestaciones.
Veamos ahora algunos textos y poemas que tienen como tema la poesía misma. En algunos casos el mismo título lo anuncia;  «Ars poética/Profesión de fe», «Espejo del artista», «Ars poética de los viejos nicaragüenses», «Gratuidad de la poesía» y así se va desgranando una serie de  ideas sobre la creación y el lenguaje poéticos  cuyas líneas principales vamos a tratar de enlazar.  La figura del poeta ocupa el primer lugar. Para Francisco de Asís el poeta es un ser complejo, dual, que vive en dos mundos al mismo tiempo, el de la realidad empírica  y el del sueño y la ficción,  aunque no en el sentido  de la dualidad corriente, propia de la mayoría de los seres humanos sino el de una dualidad trascendental, que se refleja principalmente en la poesía y en el amor. («El alma es el espacio inconmensurable / de la poesía»,  «Hacer el amor/ es hacer el alma de la poesía», «Hacer el amor es amar la libertad/ La libertad es el alma de la poesía y el amor», «La fecundidad del amor y la poesía/ desarrollan la inmensidad de la tierra/ y de los cielos», «La órbita de la poesía y el amor/ está en el cielo,/ igual que los planetas, los soles,/ los asteroides,  los cometas, los meteoros/ y los luceros).  Esta concepción idealista, metafísica, casi mística del yo poético de Francisco Asís lo acercan en cierto sentido a las teorías platónicas y casi místicas de San Agustín y Dante («l’amor che move il sole e l’altre stelle) y también, por otra vertiente, al llamado panerotismo de nuestro Rubén Darío (Amar, amar, amar, amar siempre, con todo/ el ser y con la tierra y con el cielo,/ con lo claro del sol y lo obscuro del lodo:/ con lo claro del sol y lo obscuro del lodo.»)

La poesía, el lenguaje poético, se convierte entonces en un vehículo  privilegiado del conocimiento del ser humano y del mundo («La poesía ilumina la vida»). Iluminar en el sentido profundo de penetrar en la  esencia de las cosas y no en sus apariencias. Aunque para conseguirlo no solo basta la sensibilidad, la imaginación, el rigor, («la inspiración son ocho horas diarias de trabajo») sino también la asistencia de potencias superiores («La palabra muda crece/ entre Dios y el poeta») y que desde siempre, como ha dicho Borges, llamamos «musa», «espíritu» («Por Musa- dice Borges- debemos entender lo que los hebreos y Milton llamaron el Espíritu y lo que nuestra triste mitología llama el subconsciente).

En definitiva, el ars poética de Francisco de Asís va con cierta amplitud de los fundamentos de la  poesía comprometida al más puro esteticismo, o sea, entre los antiguo conceptos horacianos de lo dulce y lo útil, lo placentero y lo didáctico, y siempre en busca de su verdad y de la nuestra.