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Agustín Monsreal. Entrevista de Maya Lima

maya-lima-monsrealUna conversación jocosa y lúcida sobre los siete libros que el narrador y haikuista, maestro de la ficción y la minificción o pigmeísmos, ha publicado para celebrar su arribo a la tierna edad de los 75. Asomo a la coquetería existencial de este autor que se juega la vida en cada palabra. Una lección de vida y de escritura.

 

 

 

ENTREVISTA CON AGUSTÍN MONSREAL
La arquitectura catedralicia del lenguaje
Maya Lima

De obra arriesgada, Agustín Monsreal, Mérida, Yucatán, 1941,inventor de multiuniversos, contador de ellos, protagonista de sus realidades y por ende fácilmente localizable en su literatura. Considerado por muchos: vida e historias. Es piernólogo de vocación. Amante del insomnio. Coleccionador  de  autobiografías. Definido por poetas ancestrales venidos de galaxias anacrónicas como imitador de colibríes, sonrisa, materializador de carcajadas, abrazador profesional. Tiene amplia experiencia en echar vistazos cachondones –a la discreté claro está–  para cualquier par de piernas que merezcan la pena. Objeto del deseo de señoras de alta alcurnia. El asombro para la academia consiste en que es todo: cultivador de flores marinas, enamorador de sirenas y excelente besador (lo afirman expertas en el tema). No se imagina una vida sin sol. Se reconoce como ingenuo compañero de noches calientes y efectivo hacedor de amor. Osea, inolvidable.

   Con motivo de 75 años cumplidos y 40 de escritor, Agustín Monsreal celebra la vida y sus letras con la publicación de siete libros: Mínimas ficciones mínimas (2016, microrrelato, Dir. De fomento editorial BUAP), Deslealtades del destino (2016, cuento, Fondo Ed. Edo. De Méx.), Esto que pasa en mi corazón (2016, Haiku, Naveluz, CCH Naucalpan),  Los pigmeos vuelven a casa (2016, minificciones, Ficticia Editorial), Mamá duerme sola esta noche (2016, cuento muy corto y cuento muy largo, Ed. Jus), Deudas pendientes (2016, cuento,Textos de difusión cultural. Serie Rayuela, UNAM), Cuentos para no dormir esta noche, (cd en voz viva, editado también por la UNAM).  Con una presentación efectuada en el mes de septiembre del 2016 en la sala Manuel M. Ponce  del palacio de Bellas Artes en CDMX, y recientemente con múltiples actividades, presentaciones y talleres realizados en su natal Mérida. El incansable Agustín Monsreal, escritor, cuentista y poeta es ejemplo del oficio, de la  entrega  total a la escritura  al regalar a sus lectores obra tas obra de magnífica letra  y gozosa narrativa. Hoy afortunada y agradecida por su tiempo, les presento una breve entrevista con Agustín Monreal, para La Otra.

 

ML.- ¿Cuál es tu forma de estar en el mundo?
AM.- Mi forma de ser y estar en el mundo es cumpliéndome cabalmente a mí mismo el propósito fundamental de mi vida, que es servir y amar por medio del trabajo que elegí como destino: la literatura. Sereno. Gozoso. Apasionado. Así soy, así vivo. La serenidad, que es mi fortaleza interior, me lleva de la mano al gozo como respuesta íntima a lo que hago y me impulsa a seguirle de cerca los pasos a ese lema supremo de que es preferible perderse en la pasión que perder la pasión. Todo esto me permite serme leal en mi convicción y en mi fe de ser escritor. 

ML.- ¿Por qué siete libros? ¿Qué objetivos persigues?
AM.- Porque el siete es número cabalístico. Y porque a la vida se le antojó ser buena conmigo y me lo dio como regalo de cumpleaños. Me explico: en 2016 celebré mis primeros 75 años de habitar sobre la corteza de este mundo. Y me propuse festejarme con la publicación de un libro por cada década cumplida. 70 años, 7 libros. Y los cinco años restantes, un disco al que le traía unas ganas enormes desde hacía mucho tiempo: el de Voz Viva de México. Todo empezó como un juego, no como un propósito, pero de pronto me di cuenta de que ya estaban los libros en manos de los editores y que podía ser posible. Me puse a darles lata y finalmente el objetivo se cumplió. Ahora bien, lo curioso, por no decir lo cabalístico es que son el producto del trabajo obsesivo de los siete años anteriores.

ML.- ¿Cuáles son los temas que sobresalen en estas recientes publicaciones?
AM.- El amor, el poder, el tiempo, la muerte. O más exactamente, las luchas de poder inagotables e inauditas que se manifiestan en las relaciones amorosas en cualquier tipo de pareja humana, en todas, y en las que están presentes como piezas fundamentales lo fugitivo del tiempo y lo insondable de la muerte. Lo importante, creo, no es el tema en sí sino la manera de abordarlo, de trasmitirlo, de volverlo carne y hueso y sangre y lágrima por medio del conflicto humano de los personajes que lo viven. Hablar entonces de amor (de poder, de tiempo, de muerte), es decir la experiencia única, incanjeable e intransferible del amor, cómo es esa experiencia para cada quien, cómo la siente, cómo vibra en su ser, desde dónde: ¿desde el miedo, el resentimiento, la culpa, la vergüenza? Hablar de esto es hablar de espinas y de llagas, de tumores enquistados en algunas de las ineludibles y más temidas zonas oscuras de la condición humana, y hay que buscar su verdad profunda a través de personajes que resulten, ojalá, creíbles y memorables.    

ML.- ¿Puedes hablarnos brevemente de cada libro?
AM.- No puedo. Sé qué es cada uno de ellos, pero soy absolutamente incapaz para hablar de ellos.

ML.- Brevemente, un poquito siquiera. ¿Crees que hay algo que los une entre sí, que los amalgama, que les da continuidad?
AM.- A ver, déjame ver. En dos de ellos, los de poesía, Esto que pasa en mi corazón y Entre dos infinitos, sí existen la amalgama y la continuidad. Ambos están escritos siguiendo la forma rigurosa del haikú y su temática y desarrollo giran alrededor de las pérdidas por muerte (una mujer, un hijo), de los duelos (la parte de tu corazón que acepta en duelo permanente con la que se resiste), del sufrimiento que a pesar del paso del tiempo parece inagotable, de cómo la ausencia de una persona amada cambia por completo el sentido y el rumbo de la vida, y cómo se vive esto día y noche todos los días, todas las noches, las huellas eternas que va dejando en el cuerpo, en el espíritu, el instante, siempre el instante captado mediante la condensación del haikú, la luz, la opacidad, la quietud, el movimiento, el grito, la continua transformación. Cada uno de estos volúmenes está compuesto por 200 poemas. Creo que no hubiera salido más o menos con bien de estos duelos a los que me sometió la vida (¿o la muerte?) si no me hubiese puesto a escribir estos haikú. Los otros libros…

ML.- ¿Los otros?
AM.- Otros dos son de minificciones (a los que también llamo pigmeísmos): Mínimas minificciones mínimas y Los pigmeos vuelven a casa. Una vez más, el estallido de mi pasión irremediable por la brevedad. Y por el humor literario, que es el mejor humor. Filosófico, cruel, corrosivo, lúcido, consciente, en juego sin límites, incondicional, siempre al borde del precipicio, el pigmeísmo tiene un tomatodo para cada quien y está prohibido el freno de mano, es un ejercicio de alto riesgo y la caída es libre y dura un instante eterno. Me fascina el reto de la brevedad, su fulgor, su deslumbramiento. El primero de estos libros empieza con la extensa declaración de un minificcionadicto y todo lo demás es un vasto cardumen de miniaturas lúdicas, sagaces, traviesas, implacablemente cortas en su extensión pero inmedibles en su propósito de perdurabilidad. El segundo, sin ningún pudor, declara su intención de juguete burlón e irónico al recrearse en un provocativo mosaico de prólogos, advertencias, presentaciones, introitos, dedicatorias, apuntes biográficos y muchos etcéteras más, antes de poner pie en tierra y entrar en materia, o sea, antes de que comience la feria multicolor de ficciones (en este caso no tan breves como en el primer volumen) destinadas a hacer de la condición humana un amplio y risueño campo de batalla. 

ML.- Ya sólo nos faltan tres. Dale, dale.
AM.- Los siguientes dos son de cuento canónico: Deslealtades del destino y Deudas pendientes. En el primero, declara la contraportada, este libro «lúcido e intenso, explora a profundidad no pocas de las pasiones humanas de ayer, de hoy y de siempre y nos habla, de la mano de sus personajes, de esas fibras emocionales que dan lugar a los conflictos internos de cada uno de ellos: la vergüenza, la culpa, el rencor, el miedo al rechazo, al abandono, a la humillación, la amargura y la angustia de los seres que no pueden dejar de ser víctimas y van por la vida con su calvario a cuestas buscando cómo ponerle una espina más a su corona». En el segundo, trato de ahondar y de ampliar esta temática poniendo sobre la mesa ingredientes que permiten al dedo entrar más profundamente en la llaga de la condición humana; me valgo entonces de otros elementos como el enigma, la imaginación y la realidad puestas espalda con espalda, la materialización de los sueños, las verdades que luego de mucho manifestarse resultan poco menos que inútiles, y todo esto sazonado con una amplia diversidad de estructuras y técnicas narrativas tendientes a que cada uno de los personajes se encuentre a sí mismo y exprese su propia voz. Por sobre todas las cosas, me importa fundamentalmente que los personajes sean reales, creíbles y, por su propio conflicto, sus propias características, sean intensos y queden en la memoria del lector.

ML.- ¿Y el séptimo?
AM.- Mamá duerme sola esta noche es un libro que contiene dos cuentos, uno corto muy corto, «Reecarnación», y uno largo muy largo, que es el que da título al volumen. La historia es muy simple, casi anodina, significativa sólo porque es parte consustancial del ser mexicano: la celebración del Día de la Madre. Es el pretexto para entrar con humor despiadado en la vida y el mundo íntimo de cada uno de los cuatro personajes protagónicos más unos cuantos secundarios o incidentales pero igualmente indispensables. Se trata de una pequeña comedia humana sin concesiones, apasionada, febril, sufrimentera, espejeante, cómica, vaciladora, pero sobre todo y fundamentalmente dueña y señora de una lúcida y lúdica arquitectura lingüística que permite mantener la tensión dramática de principio a fin de la historia. Es un ejercicio plenamente gozoso de principio a fin. Como autor y como lector, me proporciona una enorme satisfacción.

ML.- La literatura es tu destino, afirmas. ¿Qué hay en el camino, cómo te superas a ti mismo, cómo haces para no caer en el infierno de la repetición, cómo obtienes y logras mantener durante 40 años de carrera lo fantástico en tus historias, lo atractivo de ellas para tus lectores? ¿Y cómo suceden siete libros, maravillosos todos, publicados en un solo año?
AM.- A ver, vamos por partes. En efecto, he dicho y repetido muchísimas veces que la literatura, para mí, no es un oficio, una profesión, un quehacer vital, un negocio: es, para mi fortuna, un destino. Mi destino. Y en el camino de la vida descubrí que mi mayor recurso como escritor es mi capacidad de observación, yo aprendí a observar no sólo con todos mis sentidos sino también con la mente y con el corazón, digamos que poseo una conciencia permanentemente alerta para captar y diferenciar lo que pasa a mi alrededor, detectar lo que merece la pena ser contado, la esencia de los comportamientos, las conductas, los estados emocionales, y los matices, los colores, las intensidades, las mil y una formas que tienen de manifestarse esas cosas que nos pasan a todos y nos pasan todos los días. Qué vale la pena decir y qué no. Entonces, no me importa tanto la historia, lo que le pasa a alguien, sino cómo ese alguien vive aquello que le pasa, desde dónde, desde qué parte de sus sentimientos, sus ideas, sus dolores, sus fracasos, sus alegrías, su felicidad o su infierno. El personaje, para mí, es lo verdaderamente importante del acontecimiento literario, sea en una novela, una minificción, un cuento o un poema. El personaje «tocable», «vivible».

ML.- Hablando de las redes sociales, como Face book, donde también eres muy activo. ¿Cuáles son los criterios textuales que consideras para compartir esos «estados» que denominaremos «Hola», o los haikú que tienen tanta aceptación entre tus lectores? ¿Qué te aportan las redes sociales, a ti que vienes de otra generación?
AM.- Como a todo lo importante en la vida (la literatura, algún amor esencial), como a lo insustancial, siempre llego tarde, por el motivo que quieras, a causa de mis despistes o por las circunstancias mismas, el caso es que llego tarde. Y esto me pasó también con la computadora, a la que durante mucho tiempo me resistí (hasta la fecha es una herramienta que no acabo de aprender a usar), y después con las redes sociales, a las que en algún caso específico (el feis) ya le medio agarré el modo. Ahí publico minificciones, haikú y principalmente unos escritos que se caracterizan por empezar siempre con la palabra Hola y que han tenido una aceptación para mí realmente inesperada y sorprendente. He podido trasmitir una pasión y obtener una respuesta igualmente apasionada por parte de quienes me leen. Publicar textos literarios fue y sigue siendo mi propósito. En el caso de Hola estoy haciendo el viejo folletín del siglo XIX con recurso tecnológico del XXI.    

ML.- ¿Y qué le aporta la escritura y la literatura a tu vida? ¿Sigues experimentando en tu forma de escribir, sigues aprendiendo?
AM.- Todo. El hecho y el lecho consumado de la literatura me lo da todo. Y con una generosidad impagable. Desde lo más práctico de la vida (el dinero, una casa donde vivir, una mesa para comer) hasta la oportunidad de gozarme en la más grande de las pasiones en los brazos de una mujer. Y sí, aprendo cada día, cada hora, cada minuto de mi vida, soy un aprendedor eterno. Y te cambio la palabra experimentar por explorar. Porque creo que yo no experimento, sino exploro en todo lo que se me pone delante y me resulta digno de exploración: principalmente un par de infinitudes para mí insustituibles: el universo de las pasiones humanas y  la arquitectura catedralicia del lenguaje.

ML.- Amarres a distancia con tus recuerdos te ayudan a crear el perfil de tus personajes. Lo leí por ahí. ¿Qué más te regala la distancia?
AM.- La posibilidad incanjeable de perfeccionar mi nostalgia, también lo he dicho por ahí.

ML.- ¿A qué te dedicas cuando no escribes?
AM.- A pensar, a imaginar, a soñar lo que voy a escribir mañana o dentro de un rato. A veces las necesidades de la vida ordinaria me distraen de esto, que es lo realmente importante, y tengo que hacer algunas cosas menores como ponerme a ganar algo, siempre nada más un algo de dinero. Porque, como dijera algún santo renombrado: Yo necesito poco, y lo poco que necesito, lo necesito poco.

ML.- ¿Qué trabajos vienen a futuro?
AM.- Viene el trabajo posesivo y placentero de terminar cuatro libros que me traen amorosamente vuelto de cabeza: Inventario de pigmeísmos, La Mujer de tu Prójimo, Sirenidades y Biografías amablemente arbitrarias. Con eso tengo para entretenerme todo el año… Si el amor de una señora joven me lo permite.